El frío de la noche era lo que más le gustaba al secretario Kim de la temporada; el azul oscuro y profundo arriba y el blanco de esos copitos de nieve abajo, amontonándose en nieve, que poco a poco anunciaban la llegaba de la temporada navideña. La temporada que a él le encantaba.
El frío de la noche, en la soledad de la calle era perfecto para su gusto, para su percepción de belleza y sobre todo, para la tranquilidad de su alma.
Claro, hasta el momento en el cual pudo ver ese Mercedes aparcado; ese auto oscuro y pulcro dónde aguardaba el alfa con olor a roble, ese olor que le agradaba en demasía ¿La razón? No podía evitar recordar a la omega que lo atrajo al mundo, esa mujer bajita y de piel tostada que solía leer para el en la biblioteca de su casa, entre esos estantes de roble viejo que apilaba un montón de libros.
El aroma de ese alfa, lo hacía sentir cerca de su madre.
Claro, hasta que lo escuchaba hablar. O, como en ese instante, dónde veía al alfa hablar solo dentro del auto; gesticulando con gracia cuando la risas ahogadas se escuchaban desde afuera.
¿Ya está loquito? pensó el omega desde afuera, impactado al ver a su jefe mover las manos, actuar como un galán hacia la nada.
— Jefesito, ya llegué. — gritó el secretario luego de golpear la ventanilla un poco, luego de sonreír y trotar hacia el lado del piloto.
Y el olor del alfa no fue lo único que llego a su olfato al subir al auto.
No fue lo único que desató la piquiña en su nariz pequeña y perfilada.
¡Ay mi madre!
Ese fue el grito interior de su cachorro, el grito interior que desato la revolución de hormonas en el instante que ese alfa levantó el ramo de flores frente a su rostro, frente a su nariz, agitándolo con emoción.
— Lloras de nuevo y haces que me sienta avergonzado, ¿Acaso lo disfrutas? — ¿Disfrutar? ¡Por la Diosa! Ese omega sólo quería huir de ahí. Quería huir en el instante que no pudo soportarlo y estornudó en el rostro de su jefe, disculpándose una y otra vez cuando el alfa no dudó en limpiarse el rostro con ese pañuelo Gucci; un diminuto trampo más caro que toda su vida. — Arrójalo.
—L-Lo siento vicepresidente, también pondré las flores en el matelero. — anunció el omega con desespero, avergonzado hasta la médula. Desesperado por salir de ese desastre.
Ignorando por completo a ese alfa feliz dentro del auto, pensando que realmente fue conmovedor.
Y ese alfa a su vez, ignorando la alergia mortal del omega, ignorando la verdadera razón del lagrimear cuando el auto se puso en marcha finalmente.
Ese par, definitivamente era un desastre.
— ¿Con quién estabas?
— Es un secreto, jefesito. — ¿Secreto? ¿Desde cuándo el secretario Kim tenía secretos?
—Como sea. Terminaré con JiRan. Eso está bien, ¿Verdad?
—¿ Ahora tiene a otra omega? — el asombro en su voz no se pudo disfrazar mientras que sus ojos seguían pegados a la carretera, deseando, rogando no aplastar a alguien.
— No me veré con nadie más por una temporada. Eso está bien, ¿Verdad?
¡Si no lo sabe usted menos lo voy a saber yo! Pensó el omega rizado.
—¿ Por qué sigue preguntando si está bien? Yo no soy su mama, jefesito.
—¡No dormí con ella! Eso está bien ¿Verdad?
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SECRETARIO KIM. [HOPEV] [OMEGAVERSE]
FanfictionY de la nada, él decide renunciar. ¿Podrá el vicepresidente vivir con eso? ¿Podrá el secretario Kim irse ileso y sin el corazón roto? Vaya desastre en el que se metieron.