Laurel Morris cruzó los brazos y se apoyó en la sólida y robusta pared del gimnasio, con la mirada fija en las dos jóvenes que tenía delante. Ser la guardiana del sector Scorpion no era divertido. De hecho, sólo había una ocupación peor que la de liderar un sector ganadero y familiar: Ser la instructora de los nuevos reclutas. Y Lauren Morris también lo había sido.
Durante el último mes había formado e instruido sus mentes; Pero allí, frente al podio exterior, se dio cuenta que había dos verdades irrefutables.
La primera, que con toda probabilidad el cincuenta por ciento de los reclutas no pasarían el corte. Con su acondicionamiento mental y su forma física, la prueba final sería una bomba de relojería para ellos.
Les faltaba fuerza. Valor. Odio. Un sentimiento colectivo que sacara su instinto animal a la luz. Y mientras no encontraran dicho sentimiento, no evolucionarían. Continuarían entrenando. Dejándose la piel, en vano.
La segunda verdad era culpa suya, no sólo porque había permitido flaquezas en su entrenamiento; Sino porque había sido excesivamente confiada en sus compañeros. Durante los últimos días, había dejado que el suboficial Matthew Edward, asumiera las clases de tiro en vez de haber seguido su instinto a la hora de elegir al instructor.
Aunque el suboficial era considerado el mejor francotirador del condado, su juicio se nublaba con facilidad. Sobre todo, si un familiar se le acercaba con quejas sobre los moratones o lesiones ocasionadas en la instrucción.
Laurel reconocía su error, así que respiró hondo y alineó sus pensamientos. Estaba claro que tenía que reconsiderar cambiar los instructores de los novatos, y cuanto antes. Pensó cuando Amy Braun, una de las adolescentes que se había apuntado al puesto de mayor dificultad, dudaba de sus ataques.
Un tic nervioso apareció en su ojo derecho, cuando la otra joven apuntó a la garganta sin miramientos. El cuerpo de la rubia se dobló bajo la presión e intentó coger aire, mientras Ling abarcaba su terreno.
Lauren meneó la cabeza con molestia. No había coordinación en sus movimientos. Ni fuerza. Tampoco una defensa razonable.
-Braun sube los puños. Defiéndete.
Durante los últimos días, había evaluado a todo el mundo con tal de identificar al eslabón más débil, y estaba claro que Amy Braun era ese eslabón. Con tan solo dieciséis años quería ser nocturna. Una protectora de Scorpion. Una meta, a su parecer, demasiado alta.
-Ling recuerda el ataque tres. Machácala. -Farfulló un chico del grupo.
Sintiendo curiosidad por ver hasta dónde llegaría su resistencia, Laurel se acercó al cuadrilátero. Acababa de subir, cuando los movimientos de Ling se hicieron más salvajes y dañinos.
Su mirada se cruzó con la de ella, antes de llevar su puño derecho al estómago de su compañera. Después de ese golpe, lanzó otro a su garganta y el cuerpo de Amy se derrumbó. Aun así, Ling estaba preparada para continuar la pelea, cuando el brazo de la rubia tocó el suelo dos veces. -No puedo más, me rindo.
La confesión hizo oficial que el combate había llegado a su fin y Laurel se aproximó a ellas. Con el rostro inmaculado y la ropa intacta, Luna Ling había conseguido la victoria en menos de seis minutos. Su compañeros la vitorearon y ella permitió que se acercara a sus animadores para celebrarlo.
Sin embargo, un momento después se aclaró la garganta y se acercó a la perdedora.
-No ha sido un buen combate. -Dijo para sorpresa de ambas.
La confusión bañó el rostro de la latina, que dejó la celebración y se acercó a ella.
-¿Cómo que no?.-Preguntó moviendo los brazos.-La he vencido limpiamente.
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Arkadia: La Puerta Hacia El Infierno
Science FictionEn una sociedad donde el poder reside en la aniquilación masiva, los sentimientos pueden resultar devastadores. La guerra de <Sol Naciente> acabó con la raza mutante, evitando el exterminio de la raza humana. Los humanos gobernaban el mundo...