장 05

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 Pov ___ ||

Sonó el despertador y me sacó del letargo o, más bien, de los sueños. Claro, había soñado con él. ¿Cómo podía no soñar con él después de la intensidad de mi primer día de trabajo? Parecía tan real, que me supo mal despertarme. Aún podía sentir sus labios en mi piel… Quemaba. ¡Qué locura!
    
Seguía muy cansada, aunque había dormido y, en aquel momento, levantarme era lo último que me pedía el cuerpo. Me había costado dormirme. Había vivido emociones muy distintas y extraordinarias el día anterior. Conocer al señor Jeon, en aquellas circunstancias, la pequeña pelea, nuestros o más bien mis momentos de excitación enloquecedora, los de calma, las provocaciones. ¡Maldita sea! ¿Cómo iba a conseguir trabajar cuatro meses a su lado si cada segundo estaba repleto de sensaciones desconocidas?
    
Me incorporé lo justo para apagar el despertador. Tenía que llegar una hora antes o Mina pagaría por aquel desliz. No era justo, especialmente porque ella se estaba portando muy bien conmigo. Me levanté sin pensármelo y me metí en la ducha. Aún me sentía flotar con tantas novedades, principalmente con la forma en como reaccionaba mi jefe. La forma en la que me miraba, cómo me hacía sentir como si me tocara.
    
Si solo con su mirada me ponía así, no quería imaginarme cómo me sentiría en sus brazos. Un hormigueo recorrió todo mi cuerpo. No podía pensar en él de esa manera. El señor Jeon era mi jefe. Mi guapo, atractivo, encantador y riquísimo jefe. Tenía que mantener la cabeza en su sitio para llegar a tiempo.
    
A pesar de todo lo que había pasado el día anterior, aún no podía creer o entender que un hombre como el señor Jeon pudiera sentir algún interés por una mujer como yo. Si es que en realidad estaba interesado en mí. ¿Sentiría curiosidad? Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa podría atraerle de mí?
    
Es verdad que no era fea, pero mi belleza era sencilla, completamente común.
   
Un hombre como él podía tener a las mujeres más guapas de la ciudad al alcance de su mano. Suspiré. Todavía tenía que enviar flores a Casia y un regalo para Tiff. ¿Quiénes eran esas mujeres? ¡Dios mío! Eran tantas las preguntas.
    
La última reunión se había alargado y fue mucho más cansada de lo que me imaginaba. Varias presentaciones con diapositivas y un sinfín de documentos que había que repartir entre los participantes. Aún me dolían los pies cuando me acordaba. Los tacones no eran precisamente mi especialidad. Echaba tanto de menos mis viejas zapatillas de deporte. Pero tendría que esperar hasta el fin de semana. Y eso si al señor Jeon no le daba por fijar alguna reunión o un viaje de última hora.
    
Cuando ya estaba casi terminando, oí el móvil sonando en alguna parte. Salí de la ducha, me envolví rápidamente en la toalla y corrí a buscarlo al bolso. El sonido invadía todo el cuarto. Cada timbre me creaba más ansiedad, porque no recordaba dónde lo había dejado. Recogí la ropa usada del día anterior, que había dejado sobre el sofá viejo de la habitación y encontré el bolso allí debajo. El móvil sonaba con mayor insistencia aún. Conseguí coger la llamada antes de que se cortara.
    
—¿___?
    
Reconocí de inmediato la voz de Mina.
    
—¿Sí, Mina?
    
—¿Dónde estás? —Iba a responder, pero no me dejó hablar—. Por el amor de Dios, dime que ya has llegado al trabajo.
    
—No. Todavía estoy en casa, pero llegaré a tiempo…
    
—Ya llegas tarde
    
Parecía nerviosa.
    
—No. Quedamos en que llegaría una hora antes, aún tengo veinte minutos.
    
Miré el reloj de la mesita de noche.
    
___. Hace diez minutos que deberías estar aquí. Cuando quedaste con Jungkook que llegarías una hora antes, era una hora antes de los treinta minutos de antelación sobre tu hora de entrada. O sea, ya llegas tarde.
    
—¡Ay, Dios mío, Mina! Voy para allá.
    
Corrí hacia el armario. Cogí una falda negra de un conjunto viejo que aún me iba bien y me puse una camisa negra. Me alegré de no haberme lavado el pelo, o tendría que haber salido sin secármelo y hacía frío aquel día. Me lo recogí en una cola, metí el estuche de maquillaje en el bolso, me puse los mismos tacones que había dejado en la puerta la noche anterior, cogí el bolso y salí corriendo hacia el coche. Tardé cinco minutos en hacer todo aquello, por lo que era probable que fuera hecha un desastre.
    
Conduje lo más rápido posible, dentro de los límites de velocidad de las calles de Corea. Pese a todo, solo conseguí llegar a la empresa a la hora que había calculado antes de la llamada de Mina. Era tan absurda aquella obsesión por el horario. Siempre tarde, siempre tarde. Me sentía como si estuviera viviendo la vida de Alicia en el País de las Maravillas con el conejo y su reloj, siempre nervioso porque estaba preocupado con la hora.
    
Esta vez tuve cuidado y aparqué en una plaza para mortales. No fue difícil. Había pocos coches aparcados, por la hora que era aún. Así que llegué al quinto piso y vi a Mina sentada a la mesa de la recepción. Tenía la mirada clavada en el teléfono que había delante de ella. En cuanto me vio, se levantó y empezó a cotorrear.
    
—¡___, Dios Santo! Menos mal que has llegado. Ya estaba desesperada. Si a Jungkook se le hubiera ocurrido llamar para comprobar… Un momento. ¿Cómo vas vestida?
    
Me miré intentando adivinar qué llevaba puesto que
provocara tanta incredulidad. ¿Qué problema había con mi ropa? Llevaba una falda y una camisa formal. No estaba deslumbrante, pero no iba desarreglada. Es verdad que podía ir más elegante, pero no estaba tan por debajo del estándar que exigía la empresa.
    
—¡Ah! Ha sido lo primero que he encontrado cuando me has llamado. Ayer llegué tan cansada que no preparé nada para hoy. Pensé que tendría tiempo. Voy a maquillarme antes de que lleguen todos. —Por su cara entendí que no sería suficiente—. De acuerdo, Mina. —Suspiré derrotada—. Estaré todo el día en la empresa. Hoy el señor Jeon va a pasarse el día analizando contratos y hojas de cálculo. No tenemos ni reuniones ni compromisos externos.
    
Estaba a punto de llorar por lo tonta que había sido al escoger la ropa. Por su cara de horror, debía ir horrible.
    
—No puedes presentarte delante de Jungkook vestida así. Ven conmigo. Creo que podremos arreglarlo.
    
Me cogió de la mano y me arrastró con paso rápido por la misma sala que el día anterior estaba llena de empleados que me observaban. En aquel momento la sala estaba vacía, lo que permitió que Mina me llevara casi volando entre las mesas hasta llegar a su puerta sin pomo. Pasamos por ella sin disminuir el paso. Así que entramos, ella empezó a estirar mi camisa hacia arriba.
    
—¡Quítate eso! ¡Rápido! —Obedecí de inmediato. También me quité la falda—. Creo que tengo algo que te irá bien. No usamos la misma talla. Definitivamente.
    
Se rio haciendo que de repente me sintiera gorda.
    
Entró en el mismo escondrijo en el que estaba cuando la vi la primera vez, dejándome en medio de su despacho, en bragas y sujetador. Me entró pánico solo de pensar que alguien que llegara temprano para resolver algún asunto me encontrara allí medio desnuda. Menos mal que Mina volvió enseguida con algo blanco en la mano.
    
—Rápido, ponte esto.
    
Me tiró lo que llevaba en la mano sin mirarme directamente. Se lo agradecí. Lo desplegué para ver qué era. Era un vestido con escote cuadrado. Me quedaría justo.
    
—Vamos hablando mientras intento arreglarte. No hace falta mucho para funcionar bien en la empresa. —Mina caminó hasta su mesa y volvió con varios documentos en la mano—. ¡Vístete ya, ___! ¡Dios santo! Si Jungkook entra y te encuentra así no puedo imaginar el lío que se formaría.
    
Me puse el vestido rápidamente. Como me había imaginado, me quedaba muy pegado, pero me iba bien de largo. Quería mirarme en un espejo para ver si iba demasiado escandalosa. No solía llevar ropa que marcaran tanto mis curvas.
    
—Me va muy justo, Mina.
    
Lo que me pedía el cuerpo era quitarme ese vestido y volver a ponerme mi falda. Por lo menos no me sentiría cohibida cuando todos me miraran como, con toda seguridad, lo harían si me atrevía a ir por cualquier departamento con aquella ropa. Pero ella no prestaba la más mínima atención a lo que le decía. Sus ojos inmensos me analizaban. Tenía la mano derecha en la barbilla mientras se rozaba los labios con su dedo índice. La misma manía que el señor Jeon.
    
—Tienes la piel más clara de lo que creía. Te quedará el rostro muy apagado. Vamos, suéltate el pelo. —Contrariada, obedecí. Tiré de la goma que me sujetaba el pelo y lo dejé caer sobre los hombros—. ¡Perfecto! Piel clara, cabellos oscuros… ¡Hum! —Se daba golpecitos con el dedo índice en los labios—. Creo que con un buen maquillaje quedará bien. No digo que tu belleza natural no esté bien, pero nada como un buen maquillaje para conseguir que una mujer guapa esté aún mejor.
    
—Mina, no tengo intención de trabajar así, yo…
    
___, yo entiendo más de esto que tú. —Su pie minúsculo golpeaba el suelo como reprimenda a mi comentario. Me pareció gracioso—. La primera regla es estar presentable a la altura de esta empresa. O sea, nada de trabajar vestida de cualquier manera.
    
—¿En serio?
    
—No. En realidad, la regla es mía, pero parece que todo el mundo aquí piensa como yo, así que… —Sonrió, lo que hizo que aún me cayera mejor—. Trabajas para el cargo más importante de la empresa. Es imprescindible que siempre vayas impecable y con buena apariencia. ¿Imagínate que surge un imprevisto y Jungkook tiene que ir a una reunión con alguien importante? ¿Has pensado lo vergonzoso que sería que fueras vestida de cualquier manera? Un hombre en su posición no puede ir acompañado por una persona que no demuestre esmero en cuidar su apariencia.
    
—No creo que fuera tan mal así —dije en un intento de convencerme a mí misma.
    
Si todo aquello era verdad, estaba completamente perdida. No tenía ropa maravillosa que digamos. Siempre había preferido llevar ropa ancha, sobre todo cómoda. Hasta ese momento nunca había sido un problema.
    
—¡Sí que lo estabas, siento decírtelo! Soy muy crítica, lo sé. La ropa que llevabas ayer era aceptable, pero la de hoy… ¡Hum, hum!
    
Movió la cabeza de un lado al otro para expresar la negación.
    
—Ven. Te voy maquillando mientras hablamos.
    
—Estoy hambrienta, nerviosa. Necesito un café o me va a dar un colapso en cualquier momento.
    
—¿Café solo? —Arqueó una ceja. Asentí con la cabeza a su sugerencia—. Como Jungkook. Interesante. —Mina se volvió para empujar una silla sobre la que prácticamente me tiró—. Tendremos tiempo. Ahora vamos a ver cuál es la mejor base para tu tipo de piel. ¡Claro, tienes una piel fantástica! No hay que ponerte más que lápiz, rímel y pintalabios, aunque siempre es bueno hacer el servicio completo. —Cerré los ojos y desistí de luchar contra ella. Por lo que parecía no conseguiría impedir que continuara—. Es importante, ___
    
—Puedes llamarme ___. ( Un apodo )
    
—¡___, perfecto! Puedes llamarme Mina nada más ___, … Como iba diciendo, es importante que conozcas todos los departamentos de la empresa, además de conocer a todos los directores importantes. Hoy iremos a ver a todos, cuando Jungkook salga a comer. Me parece que va a comer con Casia, así que tendremos tiempo.
    
Casia otra vez. ¡Hum! ¿Sería su novia?
    
—Sabes bastante de su vida privada.
    
—Claro. Jeon no es solo mi jefe, también es mi hermano. —Claro. Abrí los ojos espantada. ¿Cómo no lo había pensado?—. Me imaginaba que ya te lo habrían contado. Los chismes corren por los pasillos. —Se rio espontáneamente mientras se dedicaba a ver mi cara—. Yo, Jungkook y Jimin somos hermanos. Taehyung  y Casia son hermanos. ¡Ah! Taehyung es mi novio. ¿Nadie se ha tomado el tiempo de contarte los detalles de la vida privada de la cúpula de Jeon Companys?
    
—No precisamente.
    
—No te preocupes. Jungkook puede ser irritante, pero es una persona excelente.
    
—No tuvimos tiempo…
    
—Bueno… Jung Hoseok es hijo de la mujer del padre de Casia y Taehyung, aunque ellos no se consideran hermanos y, lo cierto, es que no lo son. Yura es la novia de Jimin. Demasiada información, ¿no?
    
—¿Eso forma parte de las reglas de la empresa?
    
—No. Tienes razón. Solo te lo cuento, porque ahora solo se habla de ti, la recién llegada. Parece que Hoseok ya ha sucumbido a tus encantos. Y, por lo que sé de Jungkook y he oído de Taehyung, no quedará ahí. Hasta Jimin, que está loco por Yura, ha hecho algún comentario sobre ti. Por eso, debo avisarte… Mantente lejos de todos ellos. Hoseok no tiene novia. Pero te aseguro que no es la persona ideal con la que empezar una relación en esta empresa. Además, Jungkook está totalmente en contra de las relaciones entre empleados. Solo tolera lo mío con Taehyung y lo de Yura y Jimin porque también somos accionistas, además de ser extremadamente discretos. —Se paró a pensar un momento—. Pese a que creo que él no es la persona más adecuada para hablar de eso, pero… En fin, volviendo a las reglas…
    
Mi cara reflejó la incomodidad que sentía.
    
Mina me estaba dejando claro que el señor Jeon era un conquistador irredimible. Tendría que tener cuidado. Ella seguía hablando.
    
—Jungkook está obsesionado con el horario, ya debes haberlo notado. Aquí nunca puede haber retrasos. Las personas llegan más temprano para que su trabajo no se vea perjudicado por el retraso de los demás. Jungkook necesita a su secretaria como el aire para vivir, pues tiene muchas responsabilidades y es imposible que se acuerde de todo o que pueda hacerlo todo solo. También es un poco acaparador. ¡Claro! Se ha vuelto más paranoico después de algunos incidentes que han ocurrido en nuestra familia. Lo cierto es que es muy exigente, pero no es un dictador. Si consigues ser la profesional que necesita, será coser y cantar.
    
Sonreí recordando lo difícil que era ser «la profesional» que él necesitaba. Yo solo era humana. Sabía que sería muy complicado trabajar para él, pero, por otro lado, también era una satisfacción estar bajo «sus órdenes». Sin embargo, mi jefe era un conquistador redomado, lo que me recordaba que en ese aspecto no debía ni considerarlo.
    
—Listo. ¡Ha quedado perfecto!
    
Me alcanzó un espejo. Me miré y me quedé paralizada con mi imagen. Mis labios parecían más grandes y estaban pintados de rojo. Me los toqué con los dedos.
    
—¡Rojo!
    
—Perfecto, ¿no?
    
—Llamativo y escandaloso.
    
______. El rojo te queda perfecto. Una piel tan clara como la tuya no hace que parezca vulgar. Al contrario, has quedado fantástica. Estás maravillosa.
    
—No para trabajar.
    
—Claro que sí. Yo, que soy la responsable de las reglas, te digo que sí.
    
Se puso las manos en la cintura y frunció el ceño. Solté una carcajada.
    
—No creo que funcione.
    
—Ya ha funcionado. Vamos. Nos está esperando un café delicioso. Quédatelo. —Me dio el pintalabios que me había puesto—. Para que puedas mantener el color vivo todo el día.
    
Me lo guardé en el bolso, que no pegaba para nada con la nueva ropa y seguí a Mina.
    
Después de un café largo y de muchas reglas, que de ningún modo podía olvidar, jamás, Mina me liberó. Cogí el ascensor y llegué temprano a mi despacho. Al menos tendría tiempo para preparar todas las actividades del día.
    
Así que llegué, metí el bolso en uno de los cajones. Cogí el iPhone. Abrí los correos, imprimí los documentos que había que entregar al señor Jeon y comprobé la agenda del día. Decidí ser un poco más osada y sorprenderlo. Cogí el móvil y le envié un mensaje.
    
«Buenos días, señor Jeon. Hoy no tiene ninguna reunión programada. Solo análisis de contratos e informes. ¿Necesita que organice algo antes de su llegada? Kim ___».
    
Me reí al imaginar lo que me gustaría que me pidiera.
    
—Céntrate, ___. Es tu jefe. Nunca te olvides de ese detalle importante.
    
Repetí la frase en voz alta para que no se me quitara del pensamiento. Volví a mis actividades. Quince minutos después estaba de pie, esperando a que se imprimiera un contrato, cuando se abrió la puerta del ascensor y entró el señor Jeon.
    
Sus dos primeros pasos fueron seguros y rápidos. Cruzamos la mirada cuando él se paró repentinamente. Contuve la respiración. Ahora estaba segura de que toda aquella payasada de la ropa ajustada y el pintalabios rojo era demasiado.
    
Noté cómo recorrió mi cuerpo entero, de arriba abajo. Me entraron escalofríos. Ese detalle bastaba para que me sintiera ansiosa de que me tocara. Su mirada era caliente, como debían ser sus manos, y me invadía como si fuera su propio sexo. Sus ojos se pararon en mis labios. Su boca se abrió levemente. Deseé tocarla. Era una sensación muy fuerte. Tuve que hacer un esfuerzo descomunal para reprimirla.
    
—¡Señorita Kim!
    
Dio algunos pasos hacia mí.
   
—Señor Jeon. Buenos días.
    
No dejó de observarme. Me notaba el rostro tan rojo como los labios.
    
—¿Mina? —dijo levantando una ceja.
    
Sentí vergüenza. Debía de estar patética.
    
—Ah, sí —admití tímidamente.
    
—Como siempre. Ella nunca se equivoca. —Esbozó una sonrisa torcida—. El rojo le queda muy bien, señorita Kim.
    
Se acercó un poco más a mí.
    
—Gracias.
    
El señor Jeon llevaba un traje gris claro y una camisa blanca sin corbata. Parecía ir vestido para un encuentro informal y no para trabajar. Era agradable, además de reconfortante, mirarlo. Entró en su despacho. Lo seguí, llevando en la mano dos contratos que debía entregarle.
    
—¡Ah! —Se volvió hacia mí, antes de dejar la cartera sobre la mesa—. He recibido su mensaje. —Su voz sonaba relajada, por lo que deduje que había sido una buena idea—. Muy eficiente, señorita Kim.
    
Inclinó la cabeza un poco hacia un lado, de manera casi imperceptible. Me volvió a observar atentamente. De nuevo, era como si pudiera ver a través de mi ropa, lo que conseguía volverme loca. La sensación era casi «orgásmica».
    
—No hay reuniones hoy, ¿no? —dijo poniendo fin al juego.
    
Se lo agradecí. Si no lo hubiera hecho, habría acabado gimiendo en medio de su despacho.
    
—No, señor.
    
—Perfecto. Necesito dedicar algunas horas a estos contratos. Por favor, señorita Kim, no recibiré a nadie esta mañana. ¿Entendido? A nadie. Ni a mi propia madre.
    
Rodeó su mesa hasta llegar a la silla y me miró de nuevo. Era físicamente imposible resistir aquella mirada. Si seguíamos así todo el día, tendría un orgasmo sin necesidad de ningún otro estímulo.
    
¡Joder! ¿Cómo podía afectarme de esa manera? No era normal, ni mucho menos. Pensé que llevaba demasiado tiempo sin ver a Kai. El sexo es importante para mi salud mental, especialmente ahora con este nuevo empleo.
    
Salí del despacho sintiendo aún su mirada en mi espalda.
    
Un mensaje en el móvil hizo que desviara la atención. Venía de un número desconocido. «¿Podemos ir de compras hoy después del trabajo? Será un honor ayudarte con tu “nuevo” armario». Mina. Solo ella sería capaz de invitarme a algo así y además enfatizando el «nuevo».
    
Solo la conocía desde hacía dos días y era como si ya fuéramos grandes amigas. Aquello era peligroso. Guardé el número en la agenda y volví a mis ocupaciones.
    
Dediqué toda mi atención a las carpetas que estaban guardadas en los cajones. Necesitaba saber más de la empresa. No era mi obligación, sin embargo, como economista, era natural que quisiera aprender y enterarme de todos los asuntos.
    
Oí el ruido de unos tacones chocando contra el suelo. Me volví hacia el sonido y contemplé un par de piernas esbeltas. Levanté la mirada para toparme con un rostro perfecto. Era una mujer muy bien vestida, con un cuerpo fabuloso, que destilaba riqueza, lujo y superioridad. Me levanté corrigiendo mi postura y pasándome las manos por el cuerpo para ajustarme el vestido.
    
—Buenos días.
    
Procuré ser lo más educada posible.
    
Ella me miró de arriba abajo. No como lo haría Mina y mucho menos el señor Jeon. Su mirada me recorrió con un gesto de desaprobación. Me sentí vulgar. Como si hubiera cometido un error imperdonable. No podía evitar sentirme culpable por haber accedido a ponerme aquel vestido y a llevar aquel maquillaje, especialmente el pintalabios rojo.
    
—Buenos días.
    
Su tono era molesto. Seguía llevando la censura estampada en la mirada. La mujer que tenía delante parecía odiarme. Y lo peor es que yo no había hecho nada para ganarme su odio.
    
Lanzó una mirada rápida al despacho que ahora quedaba justo detrás de mí, donde estaba el señor Jeon. Dudó.
    
—Tengo que hablar con Jungkook, el señor Jeon.
    
Noté que había hecho énfasis en el «señor», como si quisiera dejar claro el límite entre ambas, lo que me llevó a pensar nuevamente que debía parecer muy vulgar. Con toda seguridad, aquel era el motivo.
    
—El señor Jeon ha pedido que no le interrumpan.
    
Insegura, miré hacia donde estaba mi jefe y lo vi con la cabeza baja, totalmente concentrado en el contrato que analizaba en ese momento. Era una situación embarazosa. Le estaba impidiendo entrar, fuera quien fuera ella, y, al mismo tiempo, lo único que hacía era cumplir órdenes.
    
La mujer esbozó una sonrisa desafiante. Le brillaban los ojos y levantó los hombros como muestra de superioridad.
    
—No voy a tener en cuenta sus formas, porque sé que es nueva en el puesto y, principalmente, porque ya empezó cometiendo errores. —Había un brillo perverso en su mirada—. Ahora, vamos a empezar de nuevo. Por favor, avise a Jungkook de que Casia está aquí.
    
Me temblaban las manos. ¿Qué tenía que hacer? Descolgué el teléfono y apreté el botón de la línea del señor Jeon. No miré hacia atrás. Tenía miedo de lo que podía encontrarme.
    
—Sí —dijo él al otro lado.
    
—Señor Jeon, la señora…
    
—Señorita Kim, creo haberle dicho que no quería que me molestaran, ¿no?
    
—Sí, señor, pero…
    
—He dicho bien claro que no quería que me molestara nadie.
    
—Sí, pero, señor Jeon…
    
—Cumpla mis órdenes, señorita Kim. Esa es la regla más importante dentro de la empresa. ¿Está claro?
    
Miré para atrás para comprobar que sabía de qué se trataba. La situación era extremadamente embarazosa. Por un momento, cruzamos la mirada. No estaba de broma.
    
—Perfectamente, señor.
    
Oí que colgaba el teléfono y respiré profundamente para reunir el valor para enfrentarme a la fiera que tenía delante.
    
—Gracias —dijo ella con aire triunfal.
    
—Él… —Carraspeé para aclararme la garganta—. El señor Jeon ha pedido que no le molesten.
    
Aún cohibida, vi que su boca se abría lentamente. Sus ojos pasaron de mí al señor Jeon que continuaba enfrascado en la lectura. Y fue entonces cuando la señorita Casia enloqueció.
    
Sin mirarme otra vez, se volvió en dirección a la puerta del despacho del señor Jeon y entró. Me quedé en mi sitio, paralizada, sin saber bien qué hacer. En buena lógica, debería haber intentado impedírselo, pero su nombre aparecía en su agenda de compromisos personales, lo que significaba que tenían algún tipo de relación. ¡Maldita sea! No conseguía despegar los pies del suelo mientras ella pasaba por la puerta camino de mi jefe señalándolo con el dedo.
   
Desde donde estaba podía contemplar toda la escena, aunque no podía escuchar qué decían. Como había imaginado, el despacho estaba insonorizado. Me quedé parada, petrificada. No podía desviar la mirada de los dos.
   
El señor Jeon pareció sorprendido por la intromisión y, por la forma en que reaccionó, estaba claro que gritaba. La señorita Casia también estaba descontrolada. De repente, se percataron de mi presencia y de que, aunque no oía nada de lo que decían, lo estaba viendo todo. Me ruboricé cuando se volvieron para mirarme. Dejé de respirar.
   
El señor Jeon caminó hasta la puerta, la abrió y vino hacia mí. No sabía qué decir. Solo quería salir corriendo de allí, pero no me dio la oportunidad.
   
—Señorita Kim, siento mucho las molestias.
   
Se tocó la cabeza con la mano, prueba de que estaba avergonzado por la situación.
   
—Por favor, busque a Mina y pídale que la acompañe a visitar la empresa. Creo que este es un buen momento para que conozca el resto de departamentos.
   
—Claro. Discúlpeme, señor Jeon.
   
—No se disculpe.
   
Estaba impaciente, lo que me dejó aún más descolocada.
   
—Ok.
   
Cogí mi móvil y salí volando hacia las escaleras. El ambiente no estaba como para esperar el ascensor.

Discovering Pleasure || 전정국 (J.jk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora