장 04

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Pov ___

Me di la vuelta en dirección a la salida del despacho. Solo quería coger mi bolso y salir de aquel lugar. Tenía ganas de correr, aunque mis piernas parecían gelatina. Por eso me concentré solo en salir andando, aunque fuera a pasos lentos.
    
A pesar de toda la amplitud del lugar, era casi imposible respirar. Necesitaba aire urgentemente. Me di cuenta de que temblaba. Cuando se me pasara el subidón de adrenalina, seguro que me arrepentiría amargamente. Mi actitud podía comprometer mi carrera profesional.
    
Llegué a la mesa y antes de que consiguiera coger mi bolso, vi parpadear la luz del teléfono. Era la línea del señor Jeon. Un momento después el sonido de la llamada llenó el ambiente. Miré atrás para comprobar que no se trataba de una burla. Estaba sentado con el teléfono en la mano, mirándome y pidiéndome con gestos que cogiera la llamada.
    
Me temblaban las manos, pero obedecí. Descolgué el teléfono y me lo acerqué al oído. No era necesario hablar. Todavía teníamos contacto visual lo que hacía que la tensión se palpara en el aire.

Contuve la respiración, esperando a que él hablara. El señor Jeon me observaba a través del cristal de su despacho. Su mirada era intensa y me envolvía, como si me estuviera tocando. Podía sentirlo completamente. Era demasiado excitante. Me sostuve con la mano libre, apoyándola sobre la mesa, zarandeada por la intensidad de aquella mirada.
    
No decía nada.
    
Mis labios se entreabrieron, como si fueran a recibirlo y cerré los ojos interrumpiendo la fuerza que ejercían los suyos en mí. Aún podía sentir como me quemaba su mirada. Era demasiada locura para un solo día. ¿Qué me estaba pasando?
    
—¿Señorita Kim? —me llamó, sacándome del trance.
    
Abrí los ojos para mirarlo de nuevo, frente a frente. Esperé. Tuve miedo. Aquello podía prolongarse. Aún podía preparar una de las suyas.
    
—Vuelva a mi despacho, por favor.
   
Empezaron a temblarme las piernas ante la expectativa de lo que podía hacer. Aun así, como no podía ser de otro modo, obedecí su orden y volví lentamente a su despacho. Me acompañó con la mirada durante todo el recorrido. Me quedé de pie, delante de su mesa, esperando.
    
—Siéntese, por favor.
    
Obedecí. Sentí que todo mi cuerpo temblaba.
    
¿Dónde estaba mi valor en aquel momento? Había dicho tantas cosas. Estaba casi a punto de recuperar mi libertad, de volver a mi vida sencilla, más armoniosa y, de una manera inexplicable, estaba de nuevo allí, sentada frente a él, obedeciendo sus órdenes.
    
—Señor Jeon, yo…
    
Me pidió un momento levantando el dedo índice.
    
—Señorita Kim, me gustan las personas con carácter fuerte. Especialmente cuando tienen que defender una opinión o un punto de vista. Confieso que me ha impresionado cómo se ha transformado su comportamiento. Creía que era solo una criatura acorralada. En cambio, para mi sorpresa, ha reaccionado.
    
Sus ojos brillaban, mientras sus labios dibujaban una sonrisa torcida.
    
—Me gustan las mujeres con actitud. —La sonrisa desapareció tan rápido como había llegado—. Pero no se acostumbre. —Desvió la mirada, volviendo a mirar los papeles que había sobre su mesa—. Y no vuelva a hablarme de ese modo o la despediré.
    
Volví a respirar, pero aún me temblaban las piernas.
    
—No tiene que quedarse fuera de horario con Mina. Mañana puede llegar más temprano para que ella le explique las normas de la empresa. Si ella está de acuerdo, claro está. Ahora puede volver a su mesa y organizar las agendas en su iPhone. A mí me da igual. Anniel acostumbraba a separarlo todo para no perderse. A mí me basta con tener la información necesaria en el momento en el que la precise. ¿No es así? —Moví la cabeza lentamente para asentir. El señor Jeon me miró por el rabillo del ojo—. Y averigüe cómo y a qué hora iremos a la reunión. Emplee toda su curiosidad para descubrir qué es importante en su trabajo. ¡Nada más!
    
Cogí las agendas que estaban sobre la silla, di tres pasos para atrás y, antes de girarme para salir del despacho, noté que se formaba una sonrisa leve, casi imperceptible, en sus labios.
    
Volví a mi mesa, después de dejar que la puerta se cerrara tras de mí. Podría decirse que estaba conmocionada. Nunca antes había vivido una explosión de adrenalina como aquella. Me sentía agotada y no había pasado ni la mitad de mi jornada allí. Si todos los días iban a ser así, no necesitaría ponerme a dieta, al contrario, tendría que esforzarme para no perder peso.
    
Me senté y abrí la agenda blanca, pasando todas las entradas a mi iPhone. Eran compromisos particulares. Nada escandaloso o anormal. Algunas anotaciones, como enviar flores a Casia o comprar un regalo a Bora, me llamaron la atención. ¿Quiénes serían esas mujeres? Es verdad que un hombre en su posición podía tener las mujeres que quisiera. No solo era rico. ¡Era rico, guapo y muy atractivo! Sobre todo cuando sonreía. Solté un suspiro largo. Él era algo por lo que valía la pena luchar.
    
Otro compromiso que me llamó la atención estaba fijado exactamente un mes desde esa fecha. Solo había escrito en la agenda «Cena con Casia». Dios mío, se solapaba con otro compromiso. No pude evitar reírme.
    
Una anotación a mano hizo que me parara a comprobar que no estaba mirando la agenda equivocada. Miré para comprobar si era la agenda blanca. Lo era. Volví a mirar la anotación. Decía: «Encuentro con Nam joon, Seok Jin y Yoon Gi: Estados Unidos». ¿Sería un encuentro de amigos en Estados Unidos o una reunión que debía permanecer oculta a miradas curiosas? Suspiré y metí la información en mi iPhone y anoté la cita en la fecha indicada. Era en una semana. En cualquier caso, no era mi problema.
   
Abrí la agenda roja. Estaba repleta de información: reuniones, visitas a departamentos, consejos y otras reuniones internas, además de notas sobre hojas de cálculo, contratos, balances…
   
La agenda negra no contenía tanta información como la roja, aunque los compromisos parecían ser muy importantes. Reuniones con empresas de Grecia, Brasil, España, Canadá, China, entre otros países. También había dos viajes largos anotados: uno de allí a 20 días a Dubái y otro a Sídney, 20 días después del primero.
   
Otra vez me quedé intrigada con el compromiso que estaba anotado en la agenda blanca. ¿Se habría equivocado Anniel? Bueno, tendría que dejarlo como estaba anotado allí, así que intenté borrarlo de mi pensamiento. Sería bueno apresurarme a conseguir toda la información posible. Sería mejor evitar otro enfrentamiento con el poderoso Jeon. Me reí para mis adentros, pensando en el apodo. ¡Era perfecto!
   
Una vez anoté todos los compromisos en el iPhone, busqué algo que me ayudara a asimilar más rápido mis funciones. Encendí el ordenador y… ¡Joder! ¡Sí que era minuciosa Abigaill! Todo tan perfectamente organizado y colocado que sería imposible que alguien se perdiera. Ya en el escritorio había varias carpetas en orden alfabético. Debería haber llegado antes para ver todo aquello y habría evitado todo aquel lío. Me sentí fatal por no haberlo hecho.
   
Fui abriendo carpetas. Todos los viajes organizados de forma detallada. Cada horario anotado en las agendas. Todos los hoteles confirmados, medios de transporte, lugares para las reuniones y hasta posibles planes de ocio. ¿Cuándo se había vuelto tan precisa? En la facultad, Abby no era así, aunque siempre se preocupaba de sus compromisos. ¿Quién lo diría? Aunque teniendo en cuenta la pequeña muestra de cómo era mi jefe, ya entendía la razón de que fuera tan perfeccionista.
   
Una vez más, había una carpeta sobre el viaje a Estados Unidos. ¡Caramba! Tenía que ir con él. Solos él y yo. Un avión privado nos llevaría de aquí a una semana a ese viaje. Tuve que quitarme de la cabeza las imágenes que se proyectaron en mi mente. No podía pensar en cosas así, no con el poderoso Jeon.
   
¡Caramba, caramba! No nos quedaríamos en un hotel, sino en una casa particular. ¿Qué significaba aquello? No había nada que indicara que los demás participantes en el encuentro también se alojarían en la misma casa. Solo el señor Jeon y yo. Mejor dicho, el señor Jeon y Abby. ¿Será que ellos dos? No. No podía pensar así de mi amiga.
   
La información que necesitaba para calmar a la fiera estaba en una de esas carpetas. Iríamos en el coche de la empresa destinado a su transporte. No en su propio coche. Tenía que adaptarme rápidamente a la rutina. Saldríamos a las 14:30, con media hora de antelación. Me pareció que era poco tiempo. Siempre pueden surgir imprevistos, y seguro que el poderoso Jeon no estaría precisamente contento si llegábamos tarde, pero Abby debía saber lo que hacía cuando lo anotó en la agenda.
   
Ya con esa información a mi disposición, no supe qué hacer. ¿Qué era lo más correcto, ir a su despacho y decirle que ya tenía la información o decírselo por teléfono? Mordí la punta del bolígrafo mientras no conseguía decidirme. Era una manía terrible que había adquirido cuando aún era estudiante. Nada como degustar un bolígrafo o un lápiz mientras me perdía en cuestiones tumultuosas.
   
—¡Buenos días!
   
Oí la voz grave y me sobresalté.
   
Quitándome el bolígrafo de los labios, vi delante de mí a un hombre fuerte, de hombros anchos y sonrisa inocente. Me observaba con sus ojos negros, pero nada que fuera suficiente para ruborizarme. El pelo rubio y rizado le daba un aspecto angelical. Se le achinaban sus ojos cuando sonreía. Recordaba a un ángel. Un cupido.
   
—Soy Jeon Jimin, director de Marketing. Y usted debe ser Kim ___. —Me alargó la mano. Inmediatamente le ofrecí la mía para un apretón fuerte, más incluso de lo que yo esperaba—. Yura estará aquí en breve para ayudarla. Llevamos algo de retraso en nuestras actividades por el tiempo que ha tenido que dedicar a los dos departamentos. —Su sonrisa seguía siendo amable—. Necesito hablar con Jungkook.

Discovering Pleasure || 전정국 (J.jk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora