1- "Día uno: Ayuda"
Las calles del centro de New York siempre estaban atestadas de gente, fuera cual fuese la época del año, pero faltando tan solo dos semanas para Navidad decir que no entraba ni un alfiler en las aceras ni en las tiendas no era exagerar.
Una mujer morena, de unos veinte años, de aspecto muy agradable caminaba con agobio creciente entre la gente, intentando abrirse paso educadamente entre las personas que se paraban para observar las luces navideñas o para conversar con conocidos. Miró el reloj. Aún iba bien de tiempo. Su novio había prometido reunirse con ella en un café céntrico para luego ir juntos al hotel. Y es que Rachel, que es como se llamaba la joven, no vivía en New York, sino en un pequeño pueblo llamado Lima.
Rachel llegó a la cafetería y se frotó las manos con regocijo al notar el calor del establecimiento y el olor de café recién hecho. Miró a su alrededor, pero su novio no había llegado aún, para variar. Se sentó en una de las pequeñas mesas para dos, dispersadas por todo el establecimiento y le pidió un café con leche a la camarera que se acercó.
Esperaba que no se retrasara mucho. Siempre estaba muy liado con todos sus negocios; reuniones, viajes, comidas y citas llenaban su agenda hasta los bordes. Demasiado trabajo, pensó la chica suspirando y jugueteando con la carta de postres que había encima de la mesa. Últimamente se veían menos, pero él le había prometido que eso cambiaría cuando vivieran en New York... Vivir en New York. Siempre había vivido en pueblos y allí, en una gran ciudad, se sentía como una hormiga obrera. Aunque no había más remedio si quería ver a Finn cada día.
- Buenas tardes, Rachel- dijo una voz modulada y cantarina detrás de ella.
La morena se giró inmediatamente y frunció el ceño. Delante de ella estaba una mujer de mediana edad, con un traje sastre impecable y sonriendo de manera afable.
- Oh no Sugar. No me digas que no puede venir- suspiró la joven
La mujer de más edad sonrió y se acomodó a su lado.
- Lo siento Rachel. Ha tenido un imprevisto. Un negocio muy bueno en Chicago, que va a hacer ganar mucho dinero a la empresa.
Sugar era la secretaria de su novio, Finn Hudson. Rachel solía decir medio en broma que tenía más relación con ella que con su novio, aunque era casi verdad. La morena bufó.
- La empresa ya tiene suficientes beneficios- dijo cruzando los brazos sobre el pecho- ¿Ni siquiera puede tomarse una semana libre para organizar nuestra boda? Que piensa ¿Educar a nuestros hijos por carta?
La otra mujer sonrió y posó una mano comprensiva sobre la de la chica.
- Venga Rachel. No te enfades. Finn me ha dicho que si quieres vuelvas a Lima y ya lo harán juntos la semana que viene
- Nos casamos dentro de tres semanas- dijo la morena- ¿Cómo pretende organizarlo la semana que viene?
Sugar asintió.
- Yo te ayudaré en todo lo que necesites... Aunque Finn confía en que tú podrás hacerlo bien
Rachel suspiró
- Me siento halagada-murmuró
- Al fin y al cabo no es tan importante...-la animó la mujer- la boda será fantástica hagas lo que hagas.
La chica la miró con el ceño fruncido y luego sonrió débilmente.
- Gracias Sugar.
La mujer hizo un gesto para quitar importancia y se levantó.
- Envíame un email si necesitas mi ayuda, ¿Eh?
Rachel asintió y se despidió de la mujer. Después de terminarse el café y pagar la cuenta salió a la calle, a intentar que el frío borrase un poco de la frustración que sentía. Aunque no podía entretenerse demasiado con frustraciones, tenía que organizar una boda para 350 invitados, ella sola y en una de sus tres semanas de vacaciones al año. En cuatro palabras: Fan-tás-ti-co.

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La Boda de Rachel
RomanceRachel se va a casar. Pero tiene que organizarlo todo sola. Alguien se ofrecerá a ayudarla y lo que va a salir de ahí va a ser todo menos lo que la morena imaginaba. Entre preparativos y citas organizadas por sus locas amigas el destino le tiene pre...