A veces suelo preguntarme cómo llegue a este punto, en qué me convertí, y por qué el Alex de 17 años no es lo mismo que el Alex de 8.
Quizá todo se destruyó cuando la vi por primera vez, con aquella sonrisa que juraba ser el peor de los huracanes, o cuando aquellas personas que decían ser mis amigos me incitaban a probar drogas, tal vez fueron las voces en mi cabeza las que me llevaron al punto de quiebre aquella noche fría de diciembre.Todo parecía ir bien, la música sonaba en cada rincón de la casa, el alcohol no escaseaba, aquel polvo blanco que me hacía creer que todo estaba bien tampoco, y entonces la vi, con una sonrisa maligna mientras le bailaba a mi ex mejor amigo, disfrutando de verme en un completo estado de autodestrucción.
No la puedo culpar por mis errores, pero todo empezó en esa sonrisa, mi ruina lleva su nombre marcado a fuego.-No deberías dejar que te afecte lo que esa perra hace Alex- Zara me acarició el brazo en un intento de seducirme.
-No la llames así- Y le gruñí, como si un perro fuera, y en algún punto creo que lo era, un perro que no se alejaba de su dueña, aunque esta lo maltratará, podía destruirme y yo volvería a sus pies, una y otra vez.
-Deberías empezar a quererte un poco más si no quieres acabar en la mierda, aunque temo decirte que quizá hace rato estés en ella- La morena me miro con cara de asco y se marcho de allí moviendo exageradamente sus caderas en un intento desesperado para que le prestarán atención, que se joda, no iba a tener mi atención, por lo menos no esa noche.
Recuerdo haber bebido hasta que mi vista se volvió doble, consumí más de lo normal en esa fiesta, y cuando quise irme a casa, todo pareció dar un giro, y mis ojos celestes pasaron a ser rojos, y mi cerebro había dejado de funcionar, parecía que mi cuerpo lo poseía el mismísimo diablo.
En mi mente resuena todavía el sonido de sus gemidos, y como sus pieles chocaban, la sangre me hervía de la adrenalina, mi cuerpo era un volcán a punto de estallar, y no iba a salvarse nadie de mi erupción.-ALEX SOLTALO- Gritos se escuchaban en el segundo piso de aquella mansión, sangre manchaba el piso y las manos de aquel niño de 17 años, mientras una rubia semidesnuda lloraba pidiendo que pare, que iba a cometer un crimen. Pero nada lo detuvo, ni siquiera oyó las sirenas de la policía, no tuvo tiempo de huir cuando de repente, todo se tornó negro y cayó inconsciente sobre el cuerpo desfigurado de un moreno, que parecía haber dejado de respirar.
Esa noche fue el comienzo de su condena, la sonrisa de una rubia despampanante el detonante de la peor de sus tormentas.
Si esa noche se hubiera ido a casa, la historia sería otra, quizá casi tuvo que matar a alguien para poder vivir, pero su familia no corrió con la misma suerte ese nueve de diciembre.
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Two ghost
RomanceDos almas perdidas se encuentran camino al infierno. Y estarán dispuestos a quemarlo todo por salir de allí. Junior y Alex se conocen en un correccional de menores, son chicos con vidas difíciles y malas decisiones. ¿Acaso el amor te puede salvar d...