Junior

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Junior no recuerda un solo momento de su vida sin problemas, toda su vida se basó en peleas, drogas, alcohol y golpes. La calle fue su maestra, y llevaba las cicatrices de sus lecciones con orgullo.
Su madre lo abandonó cuando tenía sólo tres años, dejándolo a merced de un adicto y violento padre, rodeado de armas, hombres que lo hacían sentir como basura y caos. Fueron noches sin dormir, llorando por tener la panza vacía, días pidiéndole a Dios que lo llevara con él, que ya no quería vivir.

-Por favor señor, por favor, lo único que le pido es que me lleve con usted, aquí abajo es el infierno, y no hice nada por merecerlo, fui un niño bueno, lo juro- Un moreno de 6 años rezaba acostado en la cama, con sus ojitos llenos de lágrimas, implorando piedad. Cuando uno piensa en un nene de 6 años, piensa en cachetes llenos de chocolate, ropas manchadas con pintura, sonrisa cargada de inocencia. Pero no todos en este mundo nacen con el privilegio de una infancia feliz, algunos lloran de hambre todas las noches, y mientras unos piden un coche nuevo para navidad, otros ruegan un plato de comida. A Junior le tocó ser del segundo grupo, el de los marginados, olvidados por el sistema, victimas de padres que no debieron ser padres para empezar.
A los 8 cometió su primer delito, era un niño con hambre, que debió robar para probar el primer bocado en semanas, y cuando se quiso dar cuenta ya estaba en un correccional de menores, Junior nunca quiso robar, ni usar armas, él solo quería comer, pero a los jueces les importa una mierda.

-Arriba las manos, suelte el arma- Un policía le hablaba con voz tranquila, parecía casi acostumbrado a tratar con delincuentes menores como él.
Junior palideció, era la primera vez que lo atrapaban, en casi 10 años de hurto, había llegado al final de su suerte. Y aunque su instinto le gritaba que corriera, solo hizo lo que le pidió aquel rubio con placa, y eso lo trajo hasta aquí, a un centro de corrección de menores, pero sabía que le quedaba poco tiempo, faltaban solo 4 meses para cumplir la mayoría de edad, eso lo llevaría a un juicio y muy probablemente a la cárcel, pero todavía tenía la esperanza de que saldría de allí, y mejoraría su vida, ya no quería vivir así, había tenido suficiente.

-Junior, tienes nuevo compañero de habitación, espero que lo trates bien- El oficial de alto rango lo miraba del otro lado de la puerta, sabía que el moreno frente a él no merecía estar en ese lugar, que si el maldito sistema se hubiera preocupado antes sería un buen chico, estudioso y agradecido. Junior tenía las mejores notas del instituto, preguntaba todo, y quería estudiar abogacía al salir de allí, y eso lo ponía triste y lo enfurecía, porque el que lo acompañaría en esa pequeña habitación solo era un niño millonario que se creía que podía llevarse el mundo por delante. Los opuestos estaban a la vista de todos, no coincidían ni siquiera en un mechón de pelo.

Two ghost Donde viven las historias. Descúbrelo ahora