Muerte...

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La muy cerda le estaba haciendo una felación entre las burbujas de esos jabones carísimos que anuncié hace años y que tantas horas de rodaje y esfuerzo me llevaron. Kenny estaba un poco borracho y al ver mi cara se rió. No pude soportarlo. Pegué un grito enorme y le dije a la chica que abandonara mi casa de inmediato. No tendría más de veintiún años, la misma edad que tenía yo cuando Kenneth se enamoró de mí. En mi cabeza todo daba vueltas. Cuando la estudiante se hubo marchado el fuego empezó a recorrerme las venas. Yo quería amor. Quería cariño. Quería romanticismo y azúcar... y él respondía a mis esfuerzos con lujuria, celos y dolor. Estaba cansada y dolida. Cogí la botella de mi vino que se habían estado bebiendo y pensé en Woody Allen. Pensé en todas sus películas con final infeliz. ¿Así que al final la relidad puede ser tan estúpida y jodida como la ficción? ¿Entonces por qué no terminar la historia con un buen final, digno de mi director favorito? Rompí la botella en la cabeza de mi amor y con el crujido del cristal sobre su blandengue cerebro supe que había acabado con él. Sin embargo, cuando cayó aturdudo y moribundo sobre los bordes de la bañera decidí rematar la faena ahogándolo hasta que ninguna de sus articulaciones volviera a moverse. Hasta que cada milímetro de su infiel cuerpo estuviera realmente muerto

La barbie asesina~(corto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora