Las escaleras se sentían más largas de lo usual, hace mucho no pisaba estas escaleras, pero las conocía de toda la vida.
Estas escaleras habían visto a mi madre embarazada de Pierre, luego de Arabela y de mí, estas escaleras me vieron crecer.
Y estas escaleras presenciaron muchos malos momentos, por eso sabía lo que me encontraría al subir las escaleras, por eso no quería estar aquí.
Aunque lo tratara no podía evitarlo, tal vez esta vez sería diferente.
Una silueta pasó corriendo a mi lado, me pasó de largo, como si no me viera, de hecho no me veía.
Una sonrisa iluminaba su rostro ¿hace cuánto no sonreía de esa manera?
- ¡Oh! ¡Bella mía! - gritó con voz cantarina, mi voz había cambiado tanto desde ese momento.
Subió, subí las escaleras a toda velocidad y mi pierna derecha resbaló ocasionando que mi rodilla se golpeara con las escaleras, pero no importaba, una risita escapó de la chica ante su propia torpeza.
No subas quise decirle, no abras la puerta, no alces la vista pero la chica nunca obedecía.
- ¿Bella? - pregunto, inocente, entusiasmada.
Algo impulso mis pies y cruce la estancia principal, abrí la puerta de entrada y sali.
Pero no me recibió la calle, nunca podía alejarme, entonces el pasillo de las habitaciones estaba enfrente de mí, y desde mi lugar pude verme tocar a la puerta de mi hermana.
- Ey, Ara, ábreme la puerta, debo contarte algo de tu enamorado - otra vez las palabras salieron con un tono cantarino, arrastrando la a, pensando que podía ser feliz.
Pero la puerta no se abrió, hubo silencio dentro del cuarto, vi su ceño fruncirse, desconcertada.
Se puso de puntillas para alcanzar un estante no muy alto y deslizar la mano por la superficie hasta que un tintineo se escuchó y ella bajo sus talones al suelo, empezó a tararear una canción de Sebastián Yatra mientras miraba las llaves y seleccionaba la correcta.
Me acerque lo más rápido posible y me interpuse entre ella y la puerta, pero no me miró, para ella era invisible, su mano traspasó mi cuerpo, el cual no era real e introdujo la llave en la cerradura.
Sentí impotencia cuando giro la llave y abrió la puerta.
Cuando saco la llave esta se cayó al suelo y se agacho para recogerla sin estudiar la habitación.
- No mires - le dije, pero no me escucharía, nunca me escuchaba - No mires ¡No mires! - y a pesar de los gritos que ella no podía escuchar alzó la mirada con las llaves entre sus dedos.
Entonces quedó estática, con su mirada, con su dulce mirada observando un punto en la habitación enfrente de ella.
Sus ojitos se cristalizaron y por consecuencia los míos también, sus labios soltaron un sollozo antes de levantarse y correr a su hermana.
Desapareció de mi mi vista pero yo sabía que tomaría unas tijeras y cortaría la soga que rodeaba su cuello.
- No, no, no, no, no, no, - susurró con dolor, entonces di media vuelta para verla en el suelo, con la cabeza de su hermana sobre su regazo, sus manos acariciando su pelo, las lágrimas corriendo por sus pómulos mientras negaba una y otra vez.
-Bella...bella...bella...despi...erta - susurro con la voz rota, con su dolor invadiendo el lugar.
Quise acercarme, abrazarla, pero yo era invisible para ella, mis rodillas colapsaron y caí al suelo.
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Ella era bella, él una bestia
Ficção AdolescenteAmaia Edevaine, cabello oscuro, ojos castaño, estatura promedio, hija menor, con un hermano y una gemela... Una gemela que está muerta. Solo tenía 15 años cuando encontró a Arabela con un vestido blanco y una soga en el cuello mientras sus pies colg...