Mentiras

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Un mes después del accidente entendí todo. Siempre me preguntaba, ¿Por qué te habías ido? ¿Cómo habías podido dejarme? ¿Cómo pudiste ser tan injusto? La realidad es que siempre esperaba que las respondas, siempre las gritaba al aire y anhelaba que desde algún sitio me gritases la respuesta, pero nunca lo hiciste.

Tocaron timbre al mediodía, mamá estaba preparando el almuerzo y yo estaba haciendo tarea de geometría, aunque realmente solo dibujaba figuras intentando pensar en otra cosa. No quise ir, pero mi madre insistió tanto que, si no hubiese sido por la sorpresa, hubiera creído que todo lo había tramado ella.

Abrí la puerta lentamente y dos hombres vestidos de uniforme me observaban con el semblante serio. Eran policías, o detectives. La verdad en este pueblo los uniformes eran casi idénticos.

—Hola—saludó uno de ellos mientras extendía su mano—. Mi nombre es Gybson y él es Peterson. Vinimos a hablar sobre Sean Johnson.

Ese día no tenía ganas de hablar de vos. No quería nombrarte. No quería recordarte. Queria gritarles que se vayan, queria empujarlo pero sabía que mi madre nunca lo hubiera permitido. Así que abrí un poco más la puerta y hable.

—Pasen—musite.

Mi madre se asomó por la puerta de la cocina y se sorprendió. Llevaba un delantal todo manchado. Limpió una de sus manos en este y con una cálida sonrisa le obsequio esta a ambos oficiales.

—¿Qué se les ofrece? ¿Les puedo traer algo para beber? —preguntó nerviosa. Luego de hacer las típicas preguntas de anfitriona, se largó a la cocina, pero no sin antes echarme una mirada profunda. Ella sabía que dolía.

Uno de los oficiales se acomodó en su asiento y me miró por un largo rato, como si estuviera observando cada movimiento. Me sentía incomoda, como si con solo parpadear pudieran sacar una conclusión sobre mí.

—¿Qué tan cercana era a Sean Johnson? —habló su compañero mientras sujetaba una lapicera y un cuaderno.

—Bastante—susurre. La voz de pronto no me salía—, se podría decir que pasaba mucho tiempo con él—agregue.

Ambos oficiales asintieron al unísono con la cabeza. El oficial Gybson anotó en su cuaderno algo y volvió a observarme con ojos intrigantes.

—¿Crees que Johnson estuvo actuando raro últimamente?

Sabia la respuesta a la perfección, pero no quería decirlo. No confiaba en nadie desde tu muerte.

—No. No recuerdo haber notado nada—mentí. Esta vez no asintieron, solo me observaron lentamente como si supieran, de alguna forma, que mis palabras recientes eran la mentira más grande de mi vida.

Los oficiales se observaron entre ellos, Gybson asintió lentamente y ambos se pararon a la vez.

—Muy bien, eso es todo. Es la única pregunta que tenemos hasta el momento—anunció Peterson mientras se acercaba a la puerta. Mi madre salió de la cocina para despedirlos—Nos veremos otra vez, señorita Montgomery. 

Sabía que esa última frase era una leve amenaza. No se habían creído ni una de mis palabras y con razón, siempre fui muy mala mintiendo. No te cansabas de repetírmelo.

Subí a mi habitación luego de comer y lentamente me deslicé por la pared hasta llegar al piso. Ojalá estuvieras aquí, Sean. Ojalá fueras vos el que tuviera que someterse a un interrogatorio, seguramente te ganarías el corazón de ambos oficiales y ambos se despedirían de ti con un "Sentimos mucho tu perdida, cualquier cosa que necesites puedes contactarnos". Seguramente te los hubieras cruzado en la calle y hubieran parado a saludarte mientras te contaban el nuevo caso que se presentaba en la ciudad. Seguramente te hubieran preferido a ti antes que a mí.

Yo te hubiera preferido ante todo el planeta.

Cartas a un amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora