Era un día triste, la tarde empezba a acabar para dar lugar a una de las oscuras y frías noches de invierno en las que solo apetece quedarte en casa arropada en el sofá con un chocolate caliente y viendo la tele.
Caminaba sola por las calles de mi ciudad intentando responder a mil preguntas que se me pasaban por la cabeza y que desde mi punto de vista, no tenían respuesta alguna. Preguntas sobre mi vida, sobre mi familia y mis amigos desde que me mude aquí, hace tan solo un par de meses. Llegue a casa y mi madre estaba haciendo la cena. Me dirigí a mi cuarto pensando en meterme entre las cálidas sabanas de mi nueva cama. No cené, no estaba de humor, ni tenía gana de comer nada, ya que estaba muy deprimida sin saber casi porque.
Mi madre entró a mi cuarto a la media hora, cuando ella terminó de cenar.
Me pregunto que haber que me pasaba, que desde hacia unas semanas ya no era la misma y que parecía que había perdido las ganas de vivir. Yo meditaba todas estas cosas en mi cabeza y me daba cuenta de que desde la mudanza nada era lo mismo. Había perdido a mis amigos y a mi familia y tenia que rehacer mi vida de la mejor manera posible, aunque me estaba resultando muy difícil y cada vez me encontraba peor. Mi madre se marchó de mi habitación dejandome sola. Comencé a pensar y a pensar en mil maneras para relacionarme con mas gente pero nada. Mi mente estaba completamente en blanco y era el claro reflejo de mi tristeza mas profunda
Ya se acababa el curso y empezarían la navidades. Quería volver con mi familia y pasar esos dias en los que me las pasaba tan bien, tan entretenida y no pensar en los problemas que tenía. Necesitaba cariño ya que aquí no tenía ninguna relación social màs que con mi madre. Mi padre murió cuando yo tenía 14 años. Algo murió en mi. Daría todo porque volviese a estar aquí, conmigo. Esto influye en como relacionarme, ya no confió en las personas y no tengo el mismo humor y esa pizca de locura que anteriormente tenía. Quería ser de esas chicas que no les importaba nada lo que dijesen los demas de ella y así poder relacionarme sin ningún temor de lo que dijesen de mi si no caía bien. Ya era hora en mis 17 años de vida poder afrontar este problema.
Llamaron al timbre y baje corriendo a abrir la puerta pensando que era el paquete que había pedido días atrás, cosa que no fue así. Se encontraba en frente mia un chico de pelo marrón, con ojos color miel y muy atractivo, traía puesto un pantalón negro de chándal corto y una camiseta blanca que le hacia relucir esos músculos tan trabajados.¿Acado no tenía frío? Estabamos en puro diciembre.
No sabía que hacer en este momento, se me hacía tan raro que apareciese un chico así en mi casa...
-Quién eres?-Pregunte con un hilo de voz
-Perdona, no te he oído, ¿Qué has dicho?-Rió
Me aclaré la garganta.
-Que quien eres?-Dije en un tono bastante alto.
-Soy Dean, encantado.-Se hacerlo a darme dos besos, pero me aparte y rió
-No te voy a comer-sonrió-Quería presentarme amablemente.
-Está bien, no hace falta que me des dos besos-sonreí falsamente.
-Bueno, he venido porque me a llegado un paquete a mi casa en esta dirección, muy listo el repartidor no sería para ver que no era esa la direccion que ponía en el paquete-Rodó los ojos y expresó una pequeña sonrisa.
-Pues mucha razón tienes.- Reí
-Que sonrisa mas bonita tienes rubia-Se fue acercando ami hasta pocos centimetros de mi cara.
-Eem..-Me fui hacia atrás mientras notaba como me ardían las mejillas. No pensaba levantar la cabeza hasta que no se me pasara.
-Bueno rubia, te dejo aquí el paquete.-Señalo la mesa cerca de la puerta donde dejaba las llaves colgadas.-Se acercó a mi y me dio dos besos
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Nada va a ser lo mismo
Teen FictionDanielle es una chica que tiene un carácter bastante difícil y con la muerte de su papá aun es mas difícil compartir una conversación con ella. No es muy confiada y no se abre fácilmente, es muy tímida. Hasta que un día todo cambiará, y dará vuelta...