dos.

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La luz clara del sol de la mañana empieza a colarse por mis ventanas siendo levemente apaciguado por mis cortinas blancas. Mi vista se había ido acostumbrado a la luz a medida que el sol salia lentamente al amanecer, aún así frotó mis ojos irritados, el no poder dormir incluso cuando tienes sueño es de lo peor, no descansas bien y por ende tu cuerpo sigue cansado; mis ojos se cierran sin poder controlarlos debido al cansancio, logré pasar lo que quedaba de la madrugada gracias a videos y algunos juegos en mi teléfono, bendita sea la tecnología.

Después de leer unos mensajes, coloco mi celular en la mesita de noche al lado de mi cama, me siento en el borde de la misma estirando mis manos en el aire arqueando la espalda.

Luego de unos sengundos de observar al suelo cuestionando mi existencia -lo típico que nos pasa en las mañanas a todos-, me levanto en silencio y con lentitud camino hacia el baño, las mañanas no suelen ser tediosas para mi pero el no poder dormir como se debe me está pasando factura. Sigo mi camino hasta la ducha, ya estando adentro abro el grifo y el agua fría golpea mi piel, suelto un pequeño chillido y mi cuerpo tiembla, odio el agua fría pero me ayuda a despertarme.

Luego de unos minutos termino de hacer lo que necesito y salgo del baño con una bata cubriendome.

Me visto con un jean negro, una blusa de tiritas lila con un parche de mariposa en el medio del pecho y zapatos negros. Luego camino al espejo y notó mis ojeras más oscuras de lo normal y claro, mi piel pálida no ayuda a disimularlas. Me maquillo solo un poco, esta vez tratando de tapar lo más que puedo mis ojeras pero aún así se notan; peinó muy bien mi cabello por unos minutos, no me gusta que este desordenado, al final lo recojo en una bien peinada cola de caballo y reviso la hora en mi celular.

— ¡Anna —se escuchó la voz de mi madre desde el piso de abajo—, tu desayuno se enfría!

— ¡Ya voy! —respondo y rápidamente tomo mi mochila metiendo el celular dentro y una chaqueta de jean del perchero en mi puerta y camino escaleras abajo hacia la cocina.

Al entrar a ésta un olor a café recién hecho me recibe. Me siento frente a la barra de mármol y mi madre se acerca con una sonrisa cálida y un plato en la mano, al llegar hasta a mi me da un beso en la frente y deja el plato de cereales coloridos frente a mi.

— Buenos días mi niña.

— Buenos días mami —sonrió abiertamente. — ¿Qué tal dormiste?

— Bien, cielo y por tus ojeras se nota que tu no tanto — ambas reímos.

— Si Ma, sabes que es imposible para mi dormir antes de el primer día de vuelta a clases o cualquier cosa que me emocione —Mentí, restando importancia a la verdadera causa de mi desveló.

Ella me da una sonrisa de boca cerrada mientras se escuchan unos pasos acercándose— Bueno al menos estás emocionada.

— Buenos días, ángeles —Un hombre de estatura promedio con una camisa de cuadros azulez entra a la cocina y da un pequeño beso en mi mejilla y luego a mamá, quien coloca otros dos platos en los asientos después de mi.

— Buenos días, Mattie — Contestamos mamá y yo al unísono, llevando otra cucharada de mi desayuno a mi boca.

El entra a la cocina sirviendo en dos tazas café, para luego volver y sentarse a mi lado, coloca una taza al lado de cada plato de huevos revueltos y pan recién tostado.

— Es el mejor saludo del mundo, no lo pueden negar —Afirma con una gran sonrisa en su rostro Matt, mi segundo padre desde pequeña.

— Estoy de acuerdo, anima un poco la mañanas —Respondo.

Pesadillas [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora