Capítulo 4

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Impulsos.

Es impresionante cuando nos ponemos a pensar, en la forma en la que un impulso nos aprisiona. Son pequeños segundos en los que una idea nos entra en lo más profundo de nuestro cerebro, y se queda para jamás salir.

Hasta el claro momento en que el que no hay vuelta atrás. Donde lo hecho hecho está.

Detestaba esa frase.

¿Que no daríamos por tener el poder de cambiar una sola cosa que pudimos hacer en un pasado?

Es una pregunta... Sencilla, podría decirse. Daríamos dinero, diamantes, e incluso podríamos llegar al duro avismo de prometer nuestra propia alma.

Pero al momento de cobrar, en ese momento entiendes el costo. Entiendes por fin que lo hecho hecho está, y que ni con tu alma lo lograrás remediar.

Entendí que ni con mi alma sería capaz de pagar o acallar esas fuertes apuñaladas a mi corazón, que por el momento solamente eran mentales...

Por el fuerte cerrar de mis puños, y el ardor en mis palmas, sabía que aún estaba ahí, viva. Pero lo único que lograba ver era una devastadora oscuridad.

Sentía mis pesados párpados sobre los ojos, los cuales no era capaz de mover. Ni mis brazos, mucho menos mis piernas. Perdí el completo manejo de mi  cuerpo.

Dentro de la oscuridad, no sentía ningún parecido a la calma. Pero por lo menos no sentía dolor.

Que irónica era mi idea de alivio.

Como un consejo que me dio una ex amiga, al solo tener oscuridad al rededor mío, la mejor manera de procesarlo era imaginarte  a ti, bagando entre esta.

Y ahí estaba, con mi piel pálida, los ojos azules como el dicho cielo, mi cabello negro azabache suelto volando por el aire que quien sabe de donde salió; y mi largo cuerpo delgado.

Caminando entre tanta oscuridad, sin ningún rumbo.

A lo lejos veía una luz demasiado intensa creando contraste con la negrura. En todas partes se decía que no debías acercarte a la luz, te pedían que te quedaras con ellos.

Pero conmigo no había nadie para rogarmelo. Y claro, mi icónica curiosidad me llamaba.

Me fui acercando y en cuanto la atravesé, dislumbré aquella carretera, donde nuestro auto volcó. Ahí lo vi parado, dándome la espalda.

Temerosa, me acerqué hacia él, teniendo miedo de estar en el medio de una carretera desolada donde quien notaría a dos adolescentes medio muertos.

Al tocar su hombro, se fue moviendo lentamente hacia mí, y al voltearse por completo pude ver su rostro perfecto, sus ojos oscuros hermosos.

Pero mis ojos me obligaron a parpadear y en ese microsegundo, su perfecta piel cambió. Habían yagaduras en su rostros, donde emanaba sangre en cantidades alarmantes. Su labio estaba roto y una gran abertura me saludaba en la esquina de su cabeza.

Cuando abrió la boca, solo derramó sangre como una cascada.

El repentino cambió me hizo tropezar y caí hacia atrás. Escuché el sonido de frenos proveniente de un auto, al mismo tiempo que una mano me tomó por debajo de los brazos, sacándome del camino.

Golpeé mi cabeza contra el césped que crecía a un lado de la carretera. Me quejé mientras me levantaba.

Veía el auto volcarse, atónita. Los vidrios reventando y nuestros débiles cuerpos siendo meneados.

Volteé, con fuertes ganas de vomitar para no observar el trágico accidente.
Ahí lo vi, de nuevo en estado perfecto, viéndome preocupado.

-¿Estás bien? - preguntó. De mi boca no salían palabras por más que mi cerebro lo ordenara.
Acarició con amor mi mejilla.- te dije que no te quedarías Emma. No lo permitiré

-Quiero irme contigo - mis ojos lagrimearon- llévame, por favor

-No Emma, no lo haré.

-Klake

-Prometo estar contigo, en todo momento- prometió. Me pregunté mentalmente cómo lo haría, ya que estaríamos separados si él no permitía que me quedara.

-No puedes hacerme esto - aparté su mano de mi cara, y me levanté con brusquedad- ¡no puedes dejarme Klake! ¡No puedes prometer estar conmigo! ¡¡Tú ya no estarás!! ¡Moriste! Y yo soy la que se queda con este dolor en el pecho - me acercaba a él, presa de mis lágrimas.

Me veía con una culpa enorme en los ojos. Cerré los ojos con furia al sentir ese dolor, en mi estómago, un dolor punzante y profundo. Caí al césped de nuevo retorciendome.

Klake se arrodilló junto a mi, y escuchaba unos susurro provenientes de él, de los cuales entendí palabras como

-tú... Soy... Dejarte ... Por favor... ¡Despierta!

Y con esas palabras mis ojos se abrieron. Al ver de nuevo una oscura realidad, me espanté, temiendo de lo que mi mente podría jugarme.

Histérica y agotada, grité. De terror, de dolor y confusión. Sentí manos suaves tomarme con fuerza, llamándome. La luz se encendió y logré ver en donde estaba.

Me encontraba en una habitación de hospital, pintada de blanco, con decoraciones azules.
El punzante dolor seguía en mi abdomen, así que bajé la mirada. La bata de hospital que me vestía, era menchada de sangre. Mi propia sangre.

Escuché la voz de mi madre a un lado mío, pero no logré escuchar sus palabras.

Me pareció que llamaba a alguien quien pudiera ayudarnos con la herida re abierta en mi.

Una enfermera llegó a nuestro lado al cabo de unos segundos, a curarme. Veía a mi madre con los ojos cansados viéndome. No recordaba lo ocurrido.

-Mamá... - susurré, confundida

-¿Lo habías intentado antes? - salió sin titubeos de su boca

-¿Qué cosa? Yo...

-¡Suicidarte Emma! , ¿qué más?- quedé inmóvil al escuchar sus palabras - ¿No recuerdas que ocurrió?- negué

Suspiró. Parecía asustada, asustada de mí.

-Tomaste la navaja de Jack- sus ojos no se movían de los míos- y tú... Intentaste apuñarte el corazón.

Contestando a su pregunta internamente. No.
Jamás sería capaz de intentarlo.

Y yo misma me auto corregí, diciendo que jamás era una palabra demasiado fuerte, al igual que un para siempre.

-Jack se atravesó, logró bajar tu mano pero no quitarte la navaja... Le cortaste una vena y te enterraste la navaja en el abdomen. Tuvieron que operarte, y por más morfina que te pusieran, no parabas de gritar "no me puedes hacer esto"

Se quedó callada, contemplando mis ojos, como con temor a que se cerraran. Mis mente estaba vacía, con cierto temor de no recordar lo que había ocurrido.

Pensaba en esa escena en mi cabeza, donde vi a Klake, tan hermoso como siempre, y de repente como si estuviera muerto

Como sí...

Así podría ser el resto de mis días, mi mente jugando conmigo y tentandome a hacer cosas como las que había relatado mi madre.

Y es que es típico la forma en la que el corazón te hace alucinar, con algo que sabe que ya no está.



-Analía 🔮

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⏰ Última actualización: Nov 18, 2020 ⏰

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