Capítulo 11

18 4 0
                                    


ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas +18, abuso físico y psicológico que podrían resultar  perturbadores. 

Román Bianchi

Unos días antes de la masacre

Las personas siempre cuestionaban mi poder sobre sus vidas, también mi fuerza y mi honor... Para ellos no era más que el bastardo que llegó al poder sin honor ni gloria, pero eso nunca volvería a pasar, yo me encargaría de que me respetaran y me vieran como un líder digno de su confianza, ya nunca más sería comparado con mi padre o con el idiota de Matteo, ellos quedarían en el pasado y solo mi nombre sería alabado por la legendaria cosa nostra.

—¿Me extrañaste? —pregunté a la mujer que se encontraba desnuda y de rodillas en la cama.

Ella no dijo nada, solamente me observó como si yo fuera el peor monstruo del mundo.

—Vamos Jen, no me mires como si yo te hubiera obligado a estar conmigo —murmuré, mientras me acercaba a ella. —, los dos sabemos que lo disfrutaste mucho más de lo que admites.

—Eres un cerdo —musitó Jen, su voz era apagada y débil, lo cual no era extraño, después de todo ella se había entregado a mí siendo una mujer casada y eso no le gustaría nada al bastardo obsesivo de su marido.

Acaricié su mejilla suavemente, Jen era una mujer hermosa, joven y exótica, su aspecto asiático era toda una novedad y simplemente no podía dejar de acariciar su suave y pálida piel, sus ojos castaños llorosos me excitaban tanto que perdía el control y cada vez que la tenía de rodillas me ganaba la tentación de jalar su lacio cabello negro que le caía más abajo de los hombros, pero sin duda mi parte favorita era apartar el flequillo de su frente cuando me corría en su cara, ella era un sueño, toda una fantasía para mí. Llevé mi mano hasta sus labios y la hice abrir la boca, sentí como toda ella se estremecía ante mi toque y eso me llenó de una inmensa emoción, ella disfrutaba esto tanto como yo.

—Abre la boca —dije, me aparté de ella y llevé mis manos hasta mi pantalón liberando mi muy excitada polla, estaba deseoso de enterrarme profundamente en su garganta y ver como sus ojos se llenaban de lágrimas por mi tamaño.

Volví la mirada hasta ella, no podía creer como ella siendo tan bella había llegado a ser la esposa del asqueroso líder de la Yakuza, ese hijo de perra no tenía nada de atractivo, por tanto no se merecía una mujer como Jen. Acaricié sus labios que aún mantenía presionados en una línea de disgusto, sus ojos estaban llenos de lágrimas, que por supuesto eran su manera de tentarme, ella sabía cuanto me provocaba que se hiciera la difícil. Sonreí en su dirección y me dirigí al cajón de la mesita de noche, saqué la cámara de video y volví hasta ella.

—¿Crees que es hora de mandarle otro regalo a tu esposo? —Pregunté, Jen negó frenéticamente y esta vez no intentó reprimir las lágrimas, simplemente las dejó fluir como pequeños riachuelos por sus mejillas. — Descuida, esta vez no serán fotografías de ti atada a una silla, eso lo preocuparía, yo quiero que el sienta que estas disfrutando tu estadía conmigo.

Con mi mano libre recorrí sus hombros hasta llegar a sus pechos desnudos, ella no dejaba de temblar ante mi toque, sin embargo, seguía sin decir nada. Deslicé mi mano por su abdomen plano hasta llegar a su coño, ella no tenía señales de excitación, estaba completamente seca, pero eso lo cambiaría inmediatamente, aparté mi mano y llevé dos dedos a mi boca y los mojé, luego con movimientos lentos froté su clítoris.

—¿No quieres que sepa que disfrutas estando con un verdadero hombre? ¿No quieres que sepa que eres una puta infiel? —murmuré mientras frotaba más rápido su pequeño capullo de placer.

Imperfecto OrgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora