C A P | O 1

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— Y dime... ¿Qué te trajo a Londres? —inquiere el señor de lentes con seriedad.

Lo observo analizando cada rasgo facial de su rostro, soy consciente de lo dejé atrás, pero ya no puedo seguir en el mismo lugar. Necesito un cambio, y ésta es mi mejor opción.

— Quería un cambio de aires —respondo, como si fuese algo tan sencillo de resumir.

Necesito este puesto, sobretodo si pretendo poder estudiar la universidad aquí. Esto es todo lo que tengo, y todo lo que puedo conseguir.
El pelínegro baja la mirada a su cuaderno rayado, -por lo que veo es bastante anticuado- y apunta un par de cosas que no logro distinguir.

—No tienes permitido fumar, ni tomar en horario laboral. Los libros tienen que ser limpiados, acomodados y en excelente estado a toda hora y por último, tienes que llegar a tiempo.

Le sonrío agradecida y nos estrechamos la mano. Aquí inicia mi vida.


Los dormitorios no son tan malos. Alex me deposita de manera semanal, y eso hace todo esto aún más sencillo. Hace unas horas vine a dejar mis cosas al cuarto, la puerta está entreabierta por lo que asumo que mi compañera debe estar aquí. 

Doy un toque en la puerta de madera antes de ingresar y veo a una mujer de espaldas viendo mis cuadros con fotografías encima de mi cama. Ella suelta un pequeño grito al percatarse de mi existencia llevándose una mano al pecho.

—Me asustaste.
—Perdona, vi la puerta abierta y...
—No, perdóname a mí. No tienes ni una noche aquí y he estado husmeando tus cosas, lo lamento —sus ojos verdes me transmiten confianza, por lo que simplemente le sonrío.— . Soy Anne.
—Mía —contesto dejando los documentos de bienvenida de los dormitorios encima de mi escritorio.— ¿Eres de primer año?
—No, penúltimo. Aunque tú si que tienes cara de ser de primero —se echa a reír
—No, soy de segundo.

Eso parece sorprenderla.

—Oh, ¿te has cambiado de dormitorio? No te había visto antes.

—No, me cambié de universidad —simplificó, porque igual me cambié de ciudad, país... básicamente todo.

—Ah, entiendo — y ahí está. El silencio incómodo.


Por el transcurso del tiempo siguiente, me pongo a acomodar mis cosas y organizar lo que estaré haciendo mañana. Solía escribir en un diario, hasta que realmente vivía con el miedo de que alguien lo leyera.

Así que simplemente tomo nota de mi horario, y organizo las cosas que tengo que hacer. Ir a control escolar y entregar mis documentos finales, es verdaderamente complicado cambiarse de universidad.


—Dime qué es lo que quieres que haga y te prometo que lo hago —dice el chico de ojos verdes.

—Entiende, esto no se trata de ti... me has lastimado demasiado —musito en un hilo de voz sintiendo mis piernas temblar y mi corazón queriendo salirse de mi pecho.

—Mia, por favor... no te puedo perder.


Me despierto agitada, miro hacia el reloj encima del buró... son las 6 de la mañana. Es la quinta vez que sueño con ese chico... no tengo idea de quién sea aunque los sueños son demasiados reales, como si fuesen recuerdos.

Los pasillos universitarios son bastante agradables, amplios y con muchísimas áreas verdes. Parece sacado de una película adolescente, y las personas se ven muy involucradas en sí mismas.

Las estrellas no mientenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora