Escrito número 6.

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Domingo; 5:40 p.m

Ella se dirigió al cuarto, estaba aún un poco enojada, quizás menos que antes, pues él la había hecho reír mientras cocinaban juntos.

Se sentó en la cama y él apareció en el umbral de la puerta, sus ojos verdes la observaron y por un momento a ella se le fue toda la inseguridad que sentía. Era insegura, su reflejo en el espejo se lo recordaba a cada momento, pero él siempre le marcaba lo linda que estaba, aquel día no había sido diferente.

El chico se acercó hasta quedar parado para que ella lo abrazara por la cintura, diciéndole cuan boba la tenía. Él sabía que ella aún se sentía mal, ella sabía que él lo sabía, por él parecía saber absolutamente todo de ella.

Días anteriores la chica había estado leyendo en su cuarto, olvidando unos papelitos de color rosa sobre la mesa de luz de este. Él los agarró y le pidió que lo soltara para poder tomar una lapicera.

Ella ni siquiera se enteró de lo que escribió en ellos, porque estaba prestando atención a la cercanía de su cuerpo y de cuánto le gustaba tenerlo así, cerquita.

-¿Qué me escribiste?- le preguntó cuando sintió que le pegaba los papelitos en sus cachetes.

-No sé- respondió- léelos.

Ella los sacó lentamente encontrando un “te amo”. Le llamó la atención, él le había dicho que no podría amar a nadie, que no se amaba ni a sí mismo, pero cuando le preguntó sobre ello, el chico fue a revisar la tarta que aún seguía en el horno, diciéndole que eso es lo que realmente sentía.

Fin.

Tardes de té y poesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora