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—Sube.
Gon extendió su pequeña mano fuera de la gran ventana y Killua la sostuvo para apoyarse a subir a través de ella.
La lluvia no debía tardar en hacer presencia y azotar sobre el hogar de Gon y, al enterarse del pronóstico, el joven niño de pieles blancas cual porcelana escapó de su casa y corrió hacia él.
Pasase lo que pasase, él siempre llegaba ahí para disfrutar las tardes lluviosas y acaudaladas con Gon, a pesar que los castigos y regaños que sufría de su propia familia por realizar aquello fueran constantes y al parecer incambiables en su comportamiento; Para Killua, en su mente habían miles de millones de razones por las que deseaba no estar ahí por su propio bien y en cambio, dejar que Gon llenará su vida de colores desde los ocho años.
Finalmente atravesó la ventana y se dió la tarea de sentarse en el suelo, dejando a un lado en la pared del ático su patineta la cual cargaba en su brazo al entrar.
Gon procedió a cerrar la ventana, la cuál impuso resistencia por la fuerza del viento exterior que comenzaba a tener más presencia conforme las nubes grises llenaban el firmamento, casi pareciendo que se comían el cielo que originalmente estaba de color azul celeste.
Soltó un suspiro y tomó asiento en el suelo de madera junto a Killua, quien tenía mirada cansada.
Algo no era como otros días en esa tarde para Killua.
—¿Estás bien? —Con aparente preocupación se le vió cuestionando a Gon mientras observó como Killua parecía perdido y pensativo. Temía muy en el fondo que hubiera tenido otro mal día en el que sus padres le habían hecho algo malo, o incluso peor aún, su terrible hermano Illumi.
—Estoy bien. —respondió descansando su cabeza bajo el ancho y blanco marco de la ventana, donde con su mano rebusco en su bolsillo izquierdo algo. Sacó su pequeña mano de ahí entonces envolviendo con sus finos dedos dos paletas sabor cereza, las cuales tenían una envoltura blanca, pero que en su papel dejaba entrever el verdadero color del dulce que estaba guardado.
Le extendió la palma de la mano a Gon para que tomara sólo una y la restante la consumiera él -Toma -Lo miró directamente con un rostro entonces más relajado.
La gran y hermosa mirada color miel del chico de cabellos negros se iluminó casi al instante por el detalle y con su mano tomó el dulce con rapidez. Para luego fingir una rabieta:
