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El tiempo pasaba más lento de lo normal para estos dos hermanos desde que los encerraron en aquella habitación.
Estaba amaneciendo y sonó el molesto despertador que apagó el colombiano con pereza, de verdad que no tenía ni los más mínimos animos de levantarse, y no lo iba a admitir, pero donde estaba se sentía bastante cómodo.
¿Cómo no iba a estar cómodo? Si estaba junto con Venezuela, ambos acurrucados bajo las sábanas, abrazándose para mantenerse calentitos. Estaban durmiendo sabroso y ninguno de los dos tenía ganas de bajarse de la cama.
Era tan agradable estar así que de hecho, a pesar de no estarlo, el venezolano fingió seguir dormido y no haber escuchado el despertador para no tener que levantarse.
Colombia, que se lo creyó, después de apagar el despertador se acurrucó otra vez, abrazando nuevamente a su contrario, viendole y cerrando lentamente sus ojos hasta volver a quedarse cási totalmente dormido.
Tenían días sin dormir tan bien, y no iban a desaprovechar esa oportunidad para seguir descansando, además, no habían sentido tanta tranquilidad con el otro cerca desde hacía unos cuantos años, a pesar de que sus peleas hallan empezado tan sólo unos pocos meses atrás.
Pero como nada es perfecto, la puerta de la habitación fué abierta bruscamente, asustando a ambos quienes voltearon a ver quién era.
-Oh ¿Estaban dormidos?- preguntó el ecuatoriano, dándose cuenta de lo tonta que fué su pregunta segundos después de haberla hecho.
Los otros chicos sólo miraron al menor de los tres con el seño fruncido, ¿Qué acaso no era obvio? Y ahora, por no arruinar su orgullo, tendrían que levantarse fingiendo no estar concientes de que se abrazaban para dormir.
O al menos eso se suponía que harían ambos, pero al venezolano le importó un pepino y se volvió a acurrucar como estaba ignorando la presencia del ecuatoriano para seguir durmiendo, no iba a dejar que le arruinaran la mañana tan fácil.
Colombia, extrañado ante las acciones del chocolatero, no supo qué hacer, ya que se había preparado mentalmente para un insulto por parte de suya, y en vez de eso no recibió nada, ni siquiera un empujón.
Ecuador también tardó en procesar el hecho de que ninguno de sus dos hermanos había empezado aún la pelea mañanera que se habían malacostumbrado a tener generalmente.
-Uhm... Venezuela...- Musitó el colombiano mirando al nombrado, como recordándole que, al parecer, se “odiaban” y ahora tendrían que pelar.
-Cierra la jeta si no quieres que te la parta de un solo coñazo, Colombia- Respondió el venezolano sin abrir los ojos ni moverse de donde estaba.
El ecuatoriano sólo los miró extrañado unos segundos, no entendía la situación, pero prefería dejarlo así y no preguntar nada al respecto, así que salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él, y bajó a la sala, donde se encontraba España.