Princesa Rhosyn.
Quisiera poder decir que mi mente se hallaba abrumada por tantos pensamientos que la rodeaban, que apenas podía pasar cinco minutos pensando en algo para luego pasar a lo siguiente y que estaba siendo sensata cuando intentaba encontrar una solución a problemas en los cuales ni siquiera estaba pensando.
Mi mente estaba en blanco aún teniendo muchas cosas en las que podría estar pensando. Y no sabía por qué, tampoco me abrumaba pero sí tenía una sensación extraña que crecía cada vez más.
Ninabrik ―el enano de cabellera grisácea oscura― había comenzado a comportarse mejor conmigo, sospechaba que tenía que ver con la intromisión de Buscatrufas ―el lindo hurón parlante―, quien muy amablemente fue el primero en arrodillarse frente a mí cuando notó el escudo que representaba a mi pueblo en el mango de mi espada.
Ellos nos dieron asilo, al muchacho inconsciente y a mí. El amable hurón me ayudó a subirlo a su cama y le vendé la cabeza, puesto que tenía algo de sangre saliendo de una pequeña herida. Él aún estaba inconsciente y yo estaba cuidándolo, pasándole algún que otro paño frío por el rostro.
Pero no estaba inmersa en su cuidado porque a unos metros míos, sobre la mesa de la casita, descansaba el antiguo cuerno de la Reina Susan. Y yo no podía dejar de observarlo. Entonces, de la nada, la historia de los cuatro reyes de antaño se me vino a la mente.
Había escuchado historias sobre ellos, pero nunca imaginaba que fueran ciertas hasta que tuve la oportunidad de tener el cuerno que alguna vez le perteneció a la Reina Susan justo frente a mis ojos. Ese artefacto tendría una antigüedad de mil trescientos años o quizá más, y sólo era un mito hasta que lo vi, hasta que lo tomé entre mis manos indignas. Lo reconocí de inmediato. Mi padre me había instruido tan bien acerca de los cuatro reyes de antaño que me fue muy fácil reconocer uno de los artefactos sagrados. Y lo supe en cuanto lo vi, supe que era obra del destino. Él los llamó, porque los necesitaba.
Narnia los necesitaba.
Mientras pensaba en ello, el muchacho sobre la cama comenzó a despertar. Me sentía bien por ello, había pasado una noche en vela cuidándolo y esperando que nada le sucediera, pues necesitaba respuestas. Quería saber cómo obtuvo el cuerno de la Reina Susan y qué es exactamente.
No parecía ser un narniano en lo absoluto.
―Señor... ¿está usted bien? ―Pregunté en un tono de voz bajo, no queriendo abrumar al muchacho que apenas estaba despertando.
―Sin ánimos de ofender, señorita, pero no creo verme tan mayor como para que me trate de señor. ―Masculló, llevándose una de sus manos a la cabeza y abriendo lentamente los ojos para observarme.
―Mis disculpas, entonces. ¿Cómo preferiría usted que lo llamara? ―Le contesté, intentando que no se notara la inapropiada sonrisa que estaba por surgir de mis labios.
No recordaba haber tratado alguna vez con un muchacho así, es decir, algo inapropiado pero gracioso al mismo tiempo.
―Me gustaría hacer mis presentaciones pero en éste deplorable estado pero primero... ―Dejó sus palabras en el aire, mientras se sentaba sobre la cama y tocaba su frente. El muchacho deslizó la venda hacia arriba, sacándosela―. Asumo que ha sido obra suya.
―Una noche en vela por un muchacho sin nombre. No menosprecie mi vendaje.
―No lo estoy menospreciado, señorita. Mis más profundas disculpas si acaso eso es lo que he dado a entender. ―Dijo él, con una media sonrisa sobre sus labios que me pareció algo juguetona y sin duda algo inapropiada.
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❝𝙏𝙝𝙚 𝙉𝙤𝙧𝙩𝙝 𝙄𝙨𝙡𝙖𝙣𝙙𝙨' 𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣❞ [𝙋𝙚𝙩𝙚𝙧 𝙋𝙚𝙫𝙚𝙣𝙨𝙞𝙚]
FanfictionLa Princesa Rhosyn Cromwell es la Heredera al trono de las Islas del Norte, pero un día su reino es atacado y su padre asesinado por telmarinos. Dastan, su mano derecha, la ayuda a huír hacia Narnia para buscar ayuda en el pueblo narniano y usar el...