Siempre estuve atento al transcurrir del tiempo, pero este parecía empeñarse a cambiar mi perspectiva de la vida, ahora me rodeaba gente maravillosa, pero aún mi corazón seguía resquebrajado y en busca del amor, aquel sentimiento puro y desinteresado, que posiblemente estaba más cerca de lo que podía imaginar. En el fondo sabía que podría tratarse del amor familiar, mi madre y mi hermana eran el factor principal para tomar conciencia, aunque si hablaba de mi situación sentimental, esta lucía aún más precaria que la fe de un ateo, mi corazón parecía estar en una urna de cristal, tan vulnerable al desprecio que prefería ocultarlo en lo más profundo de la oscuridad sin hacerlo brillar o mostrarlo a la luz. Me era casi imposible confrontar al destino, porque cruel y despiadado, planeaba darme una lección de vida, que aún mi intelecto no alcanzaba a descifrar. Era como estar viviendo un deja vú, como si hubiera experimentado una situación ya vivida en un momento de vida nuevo.
Mi mente aún seguía merodeando por ese pasaje tan absurdo del cual desconocía su inicio, pero llegaba a una conclusión sin haber logrado un final siquiera, porque aún despierto parecía estar inmerso.
Vertiginosamente bajé de la cama y me acerqué a la ventana que alumbraba perfectamente la habitación. La lluvia seguía incesante y los rayos fragorosos seguían una potencia detonante, mi irritación logró que mis nervios fundieran las pocas neuronas que mantenía activas y daban coherencia a mis pensamientos.
Inesperadamente unos ruidos extraños asistieron en ese mismo segundo, parecían manar al fondo del pasillo que comunicaba las habitaciones con el viejo ático. El temor comenzaba a apropiarse y esos sonidos que provenían de la oscuridad eran cada vez más estridentes. Caminé con sigilo e intempestivamente supuse que alguien más se encontraba en la casa, pero no se trataba de mi madre o mi hermana, era alguien más, puesto que los ruidos eran ocasionados por su descuido, alguien ajeno a la familia que intentaba hurtar los objetos que por años habíamos resguardado y que no poseían importancia alguna para los desconocidos. Tomé un bate de beisbol que por más de una década guardaba tras la puerta de mi habitación, el mismo que había utilizado cuando por primera vez había asistido a la práctica recién cumplidos los seis años. Mis pies hacían pequeños crujidos y las plastas de lodo dejaban marcas por el piso de la habitación, opté por despojarme de ellos y caminar descalzo, mis calcetines blancos hicieron contacto con el frio del suelo. Mis pisadas eran tan silenciosas que no se percibían con el sonido de las gotas de lluvia, pero era tanta la adrenalina que circulaba por mi cuerpo que podía sentir la taquicardia que esto me ocasionaba.
Paso a paso crucé entre la oscuridad del pasillo hasta topar con la puerta que daba al ático, de manera que cada segundo se hacía más pesada mi cabeza y mi cabello se humedecía de sudor llegando hasta la parte superior de mi frente, recorriendo mi cara y deslizándose hasta caer al suelo.
Mis bellos comenzaron a erizarse, era una sensación verdaderamente espeluznante, estaba claro que mi encuentro con el posible asaltante podía llegar a perjudicarme, quizá era mejor dejar que robara todo aunque dejara la casa completamente limpia y sin ningún mueble.
Y ¿si llamo a la policía?_ pensé de momento_ sonaría demasiado exagerado, porque podría tratarse de solo alucinaciones mías, de tonterías de jóvenes y alarmar a una estación completa de vigías bastaría para que los vecinos no dejaran de murmurar a mis espaldas.
Siendo realista me importaba poco, pero prefería evitar habladurías que perjudicaran a Elisa o tal vez a mí en un futuro, repercutiendo en mi imagen. Aunque para mí, las apariencias eran lo de menos. Me armé de valor y fue así como toqué la manivela de la puerta, presioné y abrí apresuradamente, aún no llegaba hasta el enemigo lo que me hacia imaginar su apariencia como una sombra robusta y de una altura descomunal. De pronto mi mente recibió una descarga y un pensamiento me hizo meditar las cosas. ¿Qué tal si se trataba de varios vándalos y no de uno solo? o ¿podría tratarse de un fantasma alojado ahí y estaba viviendo una experiencia con el más allá como siempre quise hacerlo?, o quizá estaba yendo demasiado lejos y tan solo la fuerte lluvia había quebrado la única ventana y las ráfagas de viento estaban ocasionando alboroto en la parte superior de la casa. De cualquier manera me encontraba solo y la única forma que tenía de enterarme era observando el panorama por mí mismo. Las escaleras eran imponentes y la puerta del desván lucía como de casa de terror de película de Hollywood.
Lancé mi pie hacia el primer escalón, un pequeño calambre hizo temblar los músculos que revisten la tibia y el peroné mientras precisaba colocándolo sobre el primer peldaño. Deslicé mi pie seguido de un pequeño movimiento de brazos colocando mis puños juntos en el bate, logré contener mis nervios y subir escalón por escalón hasta la parte superior, donde daba el escalón 6 para ser exacto, aquel que conducía a la entrada del ático.
Estaba completamente atemorizado el miedo había tocado a la puerta y esperaba una reacción de mi parte.
Medité tan solo un segundo y todo pareció transfigurarse oscuro, pero fue una potente ráfaga de viento que azotó la puerta, deslizándome de regreso. Fue un golpe tan compacto que mis costillas apenas alcanzaban a precisar sensación de dolor. Esa fuerza sobrenatural me atemorizó por completo, lo que me hizo suponer que las fuerzas terrenales eran mínimas al tipo de fuerza que habitaba en la casa.
De inmediato corrí de nuevo hacia la habitación y cerré la puerta. La sensación era frustrante en toda la extensión de la palabra y en cada una de sus letras. Tomé mi teléfono celular que aún guardaba en la sudadera y me percaté de que la batería del equipo móvil había muerto por completo, mi desesperación por encontrar una solución rápida a lo que acontecía, reprimía mis neuronas y evitaban el flujo de ideas en mi cabeza. El miedo se apropiaba de mí y era poco posible que mis venas se encontraran cubiertas aún de sangre, mi piel lucía con un tono violeta y mis labios comenzaban a tomar un tono más oscuro. Pasé de nuevo por la ventana de la habitación y fije mí vista hacia mi boca encontrando en el reflejo del vidrio que ésta parecía estar bajo cero por las bocanadas de vapor que exhalaba, si no se trataba de mi temperatura corporal seguro la habitación había tomado forma de refrigerador.
Ahí dentro los minutos parecían alargarse más de lo normal y mi piel se tornaba mortífera, estaba atónito y mi respiración agitada pedía ayuda por la situación en la que me encontraba. El silencio era parte de mi vida y mi compañía. Los rayos de la incesante lluvia continuaban, de hecho un estruendo me hizo sacudir el cuerpo y fue ahí que sentí la sangre llegar a los talones, y esa fuerte ráfaga punzante circulaba en mi interior. De tal manera que esto indicaba que aún seguía con vida.
¡Qué miedo!
Esa era la palabra que describía mi sentir, todo parecía lucir sumamente alarmante, de esos miedos que te quitan el aliento y te hacen temblar de un lado al otro. Lo desconocido estaba tocando mi vida, realmente no sabía cómo enfrentar la situación, no era cobardía o quizá lo era pero no lo aceptaba. Era tan cobarde que podía armar una guerra y huir de ella aún siendo el precursor. Por mi mente solo pasaba la imagen de la película Titanic y en ella recreaba la escena del hundimiento, en esta recreación el capitán huía y dejaba solo a su barco pues sentía frío y pavor...
Así de desprotegido comencé a sentirme y aunque decía tener las agallas, ser extremadamente valiente, en verdad mentía y me mentía a mi mismo que era lo peor del caso...
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Ultramundo
ParanormalTad, es un joven que enfrenta una situación paranormal, inmerso en una extraña realidad. La confusión que se genera del conflicto emocional que sufre, lo hace discrepar entre la vida y la muerte.