Terapia de grupo

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Me he encariñado con los personajes de este OS, espero que vosotros también lo hagáis. Disfrutad ✨💞

Normalmente cuando un adolescente busca un trabajo que le permita dejar de gorronear a sus padres constantemente, uno suele acabar de dependiente en alguna tienda

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Normalmente cuando un adolescente busca un trabajo que le permita dejar de gorronear a sus padres constantemente, uno suele acabar de dependiente en alguna tienda. En el peor de los casos, puedes acabar de cajero en un supermercado o de camarero en algún café de moda que solo busca caras jóvenes con las que ganarse una buena imagen. Sí, de hecho, esos trabajos suenan bastante bien para alguien con nula experiencia laboral que solo quiere algo de dinero.

Pero a Denki las cosas nunca le salían como él planeaba, claro que no. Y sin saber cómo, su búsqueda de trabajo acabó con él pidiendo ayuda a los amigos de sus padres, quienes movieron los hilos. Y una cosa derivó a otra y pues... ahora es el recepcionista en un consultorio psicológico. Todo un poco curioso, ¿verdad? La vida de Denki nunca había sido muy normal.

Resulta que la anterior recepcionista se encontraba de baja por maternidad y, en vista de que Kaminari solo buscada un trabajo de unos meses, el dueño del consultorio pensó que no estaría mal si él ocupaba el puesto de la mujer (obviamente cobrando la mitad que cobraba ella). De hecho, ella lo había dejado todo tan ordenado que Kaminari solo tenía que sentarse en la silla, atender las llamadas, apuntar las citas o recados importantes para su jefe en la agenda y dar conversación a todas las personas que durante el día pasaban por la consulta y perdían algunos minutos sentados en la sala de espera a su turno. Esa era su parte favorita.

A lo largo de la tarde, Denki podía contar al rededor de cinco o cuatro personas que se sentaban en esos sillones que se encuentran cerca de donde él hace su trabajo. Todas las personas que pasaban por allí eran tan curiosas, que más de una vez sus ojos se desviaban de más del teclado en el que respondía algunos correos para pasar a observar a la persona que en ese momento esperaba paciente su turno con el psicólogo.

Por ejemplo a ese señor que aparecía por la puerta los lunes y miércoles a eso de las seis de la tarde. "El señor del orden" (así fue como Denki le apodó), siempre llegaba tres minutos exactos antes de su hora y se sentaba en el silloncito de la derecha, justo después de haber ordenado al milímetro las revistas de la pequeña mesita. Vestía tan arreglado que kaminari pensaba que era alguien muy estirado, pero en realidad resultó ser una persona muy agradable que le empezó a dar conversación a las pocas semanas de que él empezara su trabajo allí.

También había una persona muy parecida a ese señor los martes. Era una mujer de mediana edad (seguramente madre, supuso Denki) que se sentaba en la sala y ordenaba las revistas. Ella en cambio no lo hacía de manera obsesiva, sino con algo de caos. Como cuando estás tan nervioso que no sabes quedarte quieto por más de unos segundos. Denki siempre le ofrecía a ella alguna bebida mientras esperaba y procuraba darle conversación con una sonrisa amable para que el rato de espera se le hiciera menos pesado.

Kaminari había aprendido a ser más empático. Escuchaba problemas, sabía cómo tratar a las personas que cada día visitaban la consulta y siempre tenía una especie de luz dispuesta a alumbrar a todo el que entrara por la puerta. "La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas palabras bondadosas", había dicho Sigmund Freud. Pues bien, Denki estaba dispuesto a dar lo mejor de sí para que cada persona que visitara la consulta al menos saliera con una agradable sensación.

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