XVI. Cuidando del regalo

61 14 41
                                    


Pov. Zach

Estaba demasiado cansado, Adley no habló en todo el camino hasta el departamento, eran cerca de las nueve de la noche cuando ya estuvimos en el.

Al entrar él avanzó largo hasta la hermosa terraza que se divisaba tras grandes ventanales, corrió las cortinas y una vista maravillosa vista de la torre Eiffel se apreciaba a lo lejos.

—Si gustas podemos abrirla— dije a sus espaldas, un «por favor» pronunció bastante bajo.

Abrí los ventanales y la brisa de la noche nos envolvió
»El departamento es grande y muy cómodo, tiene tres habitaciones, por si deseas usar una— expuse, como estaba raro, lo mas probable era que decida tener su espacio, pero no descarte el hacer una broma —o compartimos dormitorio para que me cuides.

Sonrió y me miro de frente y al verme que estaba bromeando negó con la cabeza.
—Eres un hombre bastante grande que sabe como cuidarse, no necesitas niñera— respondió con mis palabras dichas a Patrick siguiendo la broma.

—Extrañaba esa actitud tuya, ¿Qué te está pasando? ¿Por qué estás tan callado y distante?. Si hice algo que te incomodo, dime por favor.

»Tu has sido incondicional conmigo y no me gustaría saber que mi actitud a veces irritable te afecte.

El suspiró y siguió con las manos en el barandal mirando el paisaje.
—Estoy creciendo Zach, eso es lo que me está pasando— se volteó y me miró — Hacía cosas de grande, pero era un niño y como le dijiste a Patrick, hasta ahora me di cuenta que crecí y soy un hombre.

—No entiendo, ¿Te molestó que te llamara de esa manera?— No entendía nada, desde que lo conozco es un hombre, a veces actúa como niño mimado, pero es un hombre.

—Para nada, no es eso. Están sucediendo muchos cambios en mi vida, que me gritan para hacerme entender que no soy más un niño y que debo empezar a enfrentar con prudencia y madurez cada uno de esos cambios.

—¿Puedo conocer de esos cambios?— la seriedad era inusual en él, nuestras miradas estaban fijas la una en la otro, su rostro estaba enrojecido pero no desvío su vista como en los últimos días.

—Puedes— asintió e hizo una larga pausa para continuar —Pero aun no, estoy tratando de asimilar estos cambios para creerlos, y luego te los contaré. ¿De acuerdo?

—De acuerdo, la verdad no se que decirte, recuerda que estoy un poco oxidado en esto de ser amigo, pero estoy poniendo todo de mi parte en comportarme como uno. Y lo único que tengo claro es que deseo estar aquí para ti, siempre que me necesites.

El sonrió y yo devolví la sonrisa, volvió su mirada a la torre y suspiró.
—Bueno amigo, tendré muy en cuenta tus palabras, y agradezco que sea conmigo con quien te estés dando la oportunidad de volver a creer en la amistad.

—Me has enseñado tanto sobre eso estas semanas, que me fue imposible no darle una oportunidad a la amistad, solo ver como tus amigos sin dudar están para mi, solo por ti, eso me dice que eres muy especial y la verdad deseo conservarte cerca mientras me lo permitas.

Avanzó hasta los ventanales de regreso al interior del departamento, y cuando creí que no iba a responder se dio media vuelta y hablo.

—Por ahora no tan cerca, tomaremos distintas habitaciones— dijo en su habitual rostro de niño mimado —Ahora si no es mucho pedir, ordenemos algo de comer, estoy muriendo de hambre.

La emoción al ver otra vez su actitud, no la pude contener y reduje la distancia y lo envolví en un abrazo, al principio se tensó y luego se relajo.

Un Choque Con El Amor  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora