Atraco

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La mano me suda sobre el frío metal de la pistola en el bolsillo, bajo la máscara de payaso mi piel exhala nerviosismo, pero sobre todo eso, me mantengo impasible, un movimiento en falso y acabaré matando a alguien, no quiero que muera nadie, al menos a mis manos, es un atraco sin violencia, o al menos eso intentamos, pero conozco a Simmons desde que éramos pequeños, un movimiento extraño y se enfadará, siendo muy posible que dispare a alguien.

Miro el reloj ante las puertas de entrada, observo cómo las manecillas se mueven mucho más lento de lo normal, siento como si todo fuese más lento, es normal al estar nervioso, el atraco en sí no me pone nervioso, sino el arma de mi bolsillo, el poder que tiene, la capacidad para matar es lo que me pone nervioso.

- ¡Nos han dado las doce! - grita Simmons, nuestra señal de que ya hemos acabado.

Corro hacia la parte trasera, siempre observando a los rehenes, observando que no hagan ningún movimiento brusco, que no alerten a la policía, y salgo corriendo una vez me encuentro con la puerta detrás de mí.

- ¡Venga, vamos! - me grita Simmons, agitando la mano con la pistola en ella.

- Están sin vigilancia, ¿es eso seguro?

- ¡Eso da igual! O es que piensas...

Sonríe de forma perversa y sale por la puerta que le lleva a la entrada.

Lo sigo para ver cómo de su pistola comienzan a salir los disparos, una, dos, tres, cuatro... Hasta ocho veces, dejando ocho cadáveres en el suelo, uno por bala, con heridas sangrantes, la mayor parte de ellos en la cabeza.

Una mujer grita tras la ola de disparos, que han parado porque se había quedado sin balas, si no sé muy bien que dispararía hasta acabar con todos ellos.

Simmons me agarra del brazo y me saca la mano del bolsillo, con el arma en ella, dirigiéndola a la cabeza de la mujer, que me mira suplicante, llorando, con los ojos llenos de lágrimas.

- Venga, te daré el placer de matarla - dice él, sonriendo.

Miro a la mujer de nuevo, llorando y con la mano y el brazo temblorosos.

- ¿Por qué haces esto Simmons? - pregunto, apartando el brazo.

Él se ríe.

- ¡Si has sido tú el que lo ha propuesto! ¡No te hagas ahora el bueno!

Vuelve a colocar su mano en mi brazo y lo levanta suavemente, apuntando con mi arma al centro de la frente de la mujer.

- Venga, ¡dispara! - exclama.

Niego con la cabeza, apartando la mirada.

- ¡Venga! ¡Estoy esperando! - grita.

Cierro los ojos y aprieto el gatillo, escuchando el posterior sonido del disparo.

Abro los ojos y veo cómo el cadáver de la mujer se desploma en el suelo con un agujero de bala en la cabeza del que brota sangre.

Se escuchan las sirenas de los coches patrulla en el exterior y Simmons tira de mí.

- ¡Reacciona gilipollas! ¡Ha llegado la policía! - me grita.

No puedo reaccionar, he matado a la mujer, y no es a la única, he matado también al bebé que llevaba dentro, los he asesinado a los dos, ahora soy un asesino.

Me tropiezo con algo y me caigo al suelo.

Simmons se da cuenta y se gira, dispuesto a levantarme, pero se detiene al escuchar cómo la policía rompe la puerta de cristal del banco.

Sangre ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora