6.- Amigos no

919 155 47
                                    

Un puntapié en el tobillo por debajo de la mesa y una mirada fulminante apareció frente a Killua. Kurapika estaba avergonzado y furioso. Tsubone se dió cuenta de inmediato, así que decidió retirarse antes.

— En realidad, ahora que son un matrimonio pueden hacer lo que quieran siempre y cuando permanezcan dentro del castillo y sigan las actividades diarias como de costumbre, lo demás lo deciden ustedes, si no quieren hablarse o hacer contacto físico, no están obligados. — Explicó ella de la manera más sutil que se le permitía — Los dejaré solos el resto del día para que se sigan conociendo, por la tarde tendremos la primera cena familiar junto al señor Kurapika, deben estar a tiempo aquí, eso es antes del anochecer, cuando el sol se ponga, hasta entonces. — La mujer abandona el comedor prolongando un silencio entre los recién casados hasta el momento en que cerró las puertas.

Tan solo quedaron ambos mirándose las caras de manera desafiante.

— ¿Cómo te atreves a preguntar eso? — Regañó Kurapika mostrando un ligero sonrojo, esas palabras quedarían grabadas en su memoria por mucho tiempo.

— ¿Quieres hacerlo conmigo? — volvió a repetirlo el principe albino sin importarle la reacción de su compañero.

— Claro. Que. No. — Restregó palabra por palabra perdiendo la paciencia con aquél maleducado.

— Pues yo tampoco. — Apoyó Killua y siguió comiendo como si nada. Sin embargo, el rubio no probaba ni un bocado, todo le parecía extraño.

La mesa tenía un tendido de cubiertos tan elegante, sabía cómo usar cada utensilio pero le molestaba que Killua estuviese comiendo con las manos como si nada de eso le importara, definitivamente necesitaba aprender modales o quizás ya lo sabía pero lo hacía a propósito para molestarlo.

— ¡hm! ¡Cof, cof! — tocía el joven albino al atragantarse con la comida haciendo que las sirvientas corrieran a ayudarlo. Que príncipe más idiota y terco, pero al menos era gracioso a su estilo.

— Así que en resumen, podríamos ser sólo amigos. — Murmuró Kurapika sonriendo después de que Killua fuera obligado a tomar los cubiertos de manera correcta para evitar otro intento suicida comiendo mal.

— ¿Amigos? — La palabra le había sonado tan extraña que dirigió sus ojos a Kurapika, aunque el rubio asentía, Killua necesitaba una explicación más detallada de aquella palabra.

— ¿Eso es como algún tipo de esclavo?

— ¿Qué? — Kurapika quedó perplejo al darse cuenta de que Killua no mentía, sabía notar algunos movimientos faciales para detectar mentiras, de hecho Killua tenía expresiones muy auténticas e ingenuas. — ¿Nunca has tenido un amigo?

— ¿Qué es eso?

— Una persona con la que compartes momentos gratos y recuerdos divertidos, alguien en quién puedes confiar y contarle lo que quieras, con quien puedes ser tú mismo.

Killua se paralizó con esa descripción, un recuerdo tormentoso llegó a su cabeza y rápidamente tomó una servilleta, se limpio los labios y salió de ahí dejando a Kurapika con la palabra en la boca. Al menos hasta llegar a la puerta donde se quedó un segundo para dar una respuesta con tono grave y serio.

— No quiero ser tu amigo.

Kurapika perdió el apetito después de escuchar eso, si no podían ser ni siquiera amigos, jamás entablaría una buena relación y tendrían problemas futuros, movía con una cuchara la sopa frente a él, confundido y triste por no tener oportunidad de expresarse con el único chico de su edad con el cuál debía compartir aparentemente el resto de sus días.

— No entristesca por eso, joven Kurapika. El amo Killua jamás tuvo amigos. — Dijo Canari, quién había visto todo cuando iba entrando por la puerta de servicio para llevarles el postre, dejó al lado de él un delicioso pastel de chocolate, el favorito del principe Killua.

— ¿Enserio? — Preguntó Kurapika incrédulo, ¿cómo podía ser eso? una persona como él al menos debería saber lo que significa tener un amigo.

— No nos permiten decir esto. — Aclaró Canari susurrando mientras disimulaba servirle café con crema en una taza — El amo Killua una vez tuvo un amigo, pero su hermano Illumi...

Canari se detuvo antes de seguir hablando, ya no estaba segura si decir aquello.

— ¿Illumi? ¿qué hizo el hermano de Killua con su amigo? — Indagó el Kuruta ahora interesado en el tema. — "Killua fingió no saber de lo que yo hablaba cuando en realidad entendía bien, ¿porqué?" — Pensó preocupado.

— Lo ejecutaron. — respondió Canari casi en un susurro imperceptible, lo suficientemente alto para que Kurapika lo escuchara y a la vez se le enchinara la piel. — Los Zoldycks no sólo son guerreros, señor Kurapika, son asesinos.

Había sentido cómo la sangre se le iba a los talones, se removió sobre el asiento presionando su taza de café, le dió un sorbo y apenas probó el pastel.

— Terminé, ¿ya me puedo retirar?

— Sí, joven Kurapika. — Permitió Canari ofreciéndole un pañuelo con el que limpio sus labios y con el corazón latiendo rápidamente se dirigió a la salida, no sin antes hacer un ademán con la mano llamando a Canari.

Ella lo acompañó a los jardines del castillo, repletos de rosales de todos los colores y flores silvestres ordenadas por filas, hasta ellas tenían un orden en el cuál crecer.

— El rey Silva no le permite a Killua tener amigos, toda su vida ha sido preparado para convertirse en el próximo gobernante del reino y su infancia ha sido estrictamente controlada por normas y leyes, creo que... está resentido con su padre. — Canari cubrió su boca con ese último comentario que más bien era una opinión personal, lo cuál tampoco se les permitía a los sirvientes — No debí decir eso...

Kurapika se sintió agradecido con la información que le dió aquella chica, le ofreció una sonrisa por ayudarlo a comprender mejor a su ahora esposo.

— Sus palabras están seguras conmigo, señorita Canari, gracias por mostrarme los jardines reales. Volveré a mi habitación.

Tras despedirse de Canari, entró de nuevo al castillo y se dirigió a la primera torre donde estaba la habitación de Killua y ahora también de él.

Respiró profundamente antes de entrar, preparándose para intentar nuevamente entablar una conversación sin ser rechazado, estaba dispuesto a intentarlo por bien de ambos ahora que sabía que Killua no era simplemente un niño emberrinchado.

— Killua, quiero disculparme por... ¿¡Porqué estás desnudo!?

Que vivan los noviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora