18.- Renuncia

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— Ahora comprendo muchas cosas — hablaba en voz baja, y su único oyente permaneció en silencio a unos pasos de distancia, acompañándolo en su habitación mientras lo llamaban para determinar su castigo. — los ojos de Kurapika se vuelven rojos cuando enfurece o se emociona de manera extrema... — empuñaba sus manos con la mirada al suelo, incapaz de mantenerse en pie, por lo tanto, se había inclinado al borde de la cama — lo lastimé mientras me miraba a los ojos con tanto odio... como si yo hubiera sido el culpable de su desgracia... — sollozaba con un nudo en la garganta — me partió el alma... 

Kalluto era quien lo escuchaba en ese momento, logró escabullirse y estar a su lado en ese momento, no encontraba las palabras de consolación adecuadas para su hermano mayor, pero su sola presencia servía de apoyo. Killua lloraba recordando esos ojos escarlata brillantes llenos de placer volverse rojo sangre en una misma noche.

El castillo era vigilado por las fuertes tropas comandadas por Illumi Zoldyck. Al amanecer del siguiente día, Killua tuvo una audiencia frente a toda su familia para hablar de su futuro como rey.

— Renuncio. — determinó secamente ganándose las reacciones negativas y de sorpresa por parte de todos los presentes. — Yo no voy a ser el rey. Me rehúso a gobernar un pueblo bajo la sombra de la tiranía, cedo mi lugar al siguiente en la cadena.

— ¡¡No puedes renunciar a la corona!! ¡hemos esperado muchos años para elegirte y criarte! ¡es una decisión irresponsable! — gritó Kikyo Zoldyck temblando de angustia.

— Conoces las leyes, Killua. — habló Silva con toda serenidad — Renunciar a tu legado es rechazar la sangre de nuestra familia. Si estás haciendo esto por ese Kuruta, olvídalo, no es importante para el crecimiento de nuestro reino.

— ¿No es importante? — se burló Killua con sarcasmo — destruyeron a su familia, lo obligaron a casarse conmigo y ahora lo destierran al desierto a morir allí ¿sólo porque no es importante? ¡ES LA SEGUNDA VEZ QUE ME HACEN ESTO! ¿¡CUANTO MÁS VAN A SEGUIR MANEJANDO MI VIDA!? ¡DECIDIENDO LO QUE DEBO SENTIR!

— Porque naciste únicamente para convertirte en rey y me encargaré de cualquier distracción que impida tu destino. — contestó Silva cruzado de brazos empezando a perder los estribos.

— ¡¿Cómo puedes decir eso?! o es que ¿acaso ustedes desgraciados fueron los asesinos del clan Kuruta!? — juzgó Killua dedicándole a todos en la audiencia una mirada de odio que no pudieron tolerarle.

— Es la última vez que le hablas así al rey de la montaña. — dijo Silva con voz ronca e imponente, levantándose del trono.

— Silva, por favor, ten piedad, es tu hijo. — suplicó Kikyo en un murmuro, temblando al ver lo furioso que estaba su esposo.

— No pondré en riesgo el futuro de nuestra nación por los caprichos de un irresponsable que aún no comprende el significado de su nacimiento. — dijo el rey señalando a su hijo con el dedo índice, ordenándole sin titubeos — Envainarás tu espada y te unirás a la guerra contra Kakin.

— ¿Lo mandarás al frente de las tropas conmigo? — interrumpió Illumi.

— No. Irá en tu lugar. — aclaró Silva logrando la reacción de sorpresa de parte de sus demás hijos.

— ¡Padre! ¡Lo matarán! — se exaltó Kalluto preocupado por su hermano.

— Es preferible que tener a un cobarde sentimental como dirigente de nuestras tierras.— sentenció Silva duramente — Si eso sucede, Illumi tomará su lugar como él ha tomado el suyo.

— Pero padre — Illumi intentó protestar en vano.

— Es mi última palabra. — finalizó dando por concluida la audiencia.

Killua tenía un nudo en la garganta, se alejó del salón echo fuego de ira y resentimiento, sintiéndose acorralado y manipulado nuevamente, no había logrado nada, no había avanzado, todo seguía igual.

A partir de ese fatídico día, las tropas vigilaban el castillo a toda hora, sobre todo, la segunda torre donde se alojaba un destrozado príncipe, su habitación estaba hecha un desastre, rompió y destruyó todo hasta cansarse, no sabía cómo calmar la fuerte ansiedad que lo obligaba a querer salir a buscar a Kurapika y huir lejos de aquél destino cruel.

Era una lástima, mientras Killua deseaba verlo lo antes posible, la distancia indiscutiblemente los había separado.

— Ah... — dió un pequeño quejido al despertar entumecido de todo el cuerpo — mi... mi cabeza... — movió los mechones rubios de su frente para acomodarlos y dejar que sus ojos encandilados por el sol asimilaran el lugar en el que se encontraba, perdido en medio de un inmenso desierto — ¿cómo terminé aquí? ¿qué pasó?

Buscaba con la mirada señales de alguna montaña, algún océano, alguna planta, a lo largo del horizonte tan sólo podía apreciar el brillo del sol iluminando la mañana, aumentando la temperatura a cada minuto.

Observó su vestimenta y se dió cuenta que llevaba puesto el mismo traje de la fiesta, todos los recuerdos volvieron a su mente, desde los buenos y más placenteros, hasta los malos que jamás habría querido recordar.

— Los Zoldyck... — murmuró avistando un cielo cubierto en rojo sangre, resultado de sus pupilas llenas de odio. — mataron a mi clan.

Que vivan los noviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora