• Día 3 •

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Cuando Akaashi despertó la mañana siguiente, el brazo de Bokuto se encontraba enroscado a través de su cintura

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Cuando Akaashi despertó la mañana siguiente, el brazo de Bokuto se encontraba enroscado a través de su cintura.

La cabeza le palpitaba como si fuera un segundo corazón. Recordaba algunos fogonazos de la noche anterior, pero no demasiado —sin embargo, el dolor en la cadera y el ardor en las zonas más bajas del cuerpo le confirmaban que sus pocos recuerdos no estaban del todo errados.

La noche anterior habían tenido sexo con Bokuto como si no hubiera un mañana.

Sí, no es que aquello fuera alguna novedad. Llevaban meses en ese extraño limbo de amigos solitarios con derechos; ni siquiera podía recordar en qué momento fue que todo se alocó entre los dos, pero lo importante era que allí estaban los dos.

Se dio la vuelta para poder observar a Bokuto con más detenimiento. Sus largas pestañas oscuras contrastaban con los mechones grises en su cabello —los cuales comenzaba a teñir cada vez más con el paso de los años. No tenía muchas dudas de que pronto abandonaría su cabello bicolor.

Akaashi acarició su rostro dormido con los nudillos. Bokuto dormitaba con cuidado como si fuera un bebé —el pelo se le arremolinaba a un solo costado de la cabeza, y de su boca entreabierta salía un suave silbido que podría confundir con un ronquido muy suave.

La enorme mano de Bokuto todavía yacía en la curva de su cadera. Akaashi se mordisqueó el labio inferior, porque aquel roce de sus yemas con la piel todavía caliente le hacía revivir los chispazos de la noche anterior que no era capaz de recordar del todo.

¿Para qué iba a negarlo? Akaashi deseaba poder revivir un poco más de esa intensidad estando completamente sobrio.

Giró a medias para quedar boca arriba en la cama, la mano de Bokuto ahora sobre su estómago desnudo. Su borrosa visión se enfocó en la oscuridad del cuarto —pese a que debía ser ya media mañana del domingo, no se filtraba más que una mínima luz entre las persianas de la habitación.

Recordaba que bebieron unas extrañas mezclas de licores que Bokuto compró de camino al apartamento de Akaashi, quien no tenía mucha comida para ofrecerle como cena y acabaron compartiendo unas viejas hamburguesas vegetarianas que encontró en el fondo de su congelador.

El estómago casi vacío hizo estragos en conjunto con los licores. No pasó mucho tiempo hasta que los dos salieron al balcón del octavo piso en que vivía para cantar canciones de ABBA a los gritos.

Bailaron hasta que los músculos de Akaashi pidieron clemencia, y hasta que sus mejillas dolieron de tanto que reía a carcajadas de las payadas de un Bokuto todo borracho. Fue aquella risotada la que consiguió que el otro, ahora en el suelo tras haberse resbalado, tirara de su muñeca para que ambos se revolcaran sobre las frías baldosas con manos cálidas que tironeaban de la tela que cubría sus pieles.

Akaashi reía ante la torpeza de Bokuto que no lograba descifrar como desabotonar una camisa, y casi arrancó uno de los botones del cuello si no fuera porque Akaashi tomó las riendas de aquello. Quitar la vieja musculosa de Bokuto fue tan sencillo como cerrar los ojos en la cama tras un agotador día de trabajo.

BokuAka NSFW Week 2020 - [HAIKYUU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora