"Bailemos"

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No quería salir, era vergonzoso y ridículo, sin mencionar horroroso. 
El vestido caía en suaves ondas blancas y terminaba con un bordado plateado con flores. Era el vestido de novia que todo chica soñaría, menos yo. El sólo pensar que me casaría en un mes más me producía nauseas, hacia que la respiración se me cortara y que todo me diera vuelta. Aún seguía un poco enferma, estuve en cama por una enfermedad respiratoria aunque no fue nada grave. Eso sólo sirvió para que el viejo Harry volviera. 
A veces me preguntaba que pasaba por su cabeza, un día estaba bien y al otro no. No me atrevía a preguntárselo, tal vez fuera demasiado obvio y yo no me diera cuenta y de ser así él nunca me perdonaría el habérselo preguntado. 
Di una pequeña vuelta, admirando el vestido y junté valor. Tenía que salir del probador en algún momento de mi vida. Abrí un poco la puerta y las vi allí: Maartu, quien daría el veredicto final, Abi, Fati, Sol, mi madre, Holly, Lilly y Anne. Todas juntas llenaban el espacio dado para esperar y ver el vestido. 
Salí sin mirarlas, no quería ver sus expresiones. Pero las vi de todas formas, ya que el lugar estaba rodeado de espejos.
—¡Jenna, no lo puedo creer! ¡Mírate! —mi madre fue la primera en gritar. Se acercó a mí corriendo y antes de darme cuenta de lo que hacía, el flash de la cámara me cegó. Sacó más de veinte fotos.
Maartu caminó alrededor de mí, examinando cada detalle del vestido mientras Fati me hablaba sobre las combinaciones que podrían hacer con los vestidos de dama de honor. No quería ofenderla ni bajar su ánimo, peor estas cosas me traían sin cuidado. No importaba la tela o el diseño de un vestido, a final de cuentas me casaría igual con Harry de la misma forma en que lo haría en China que en Francia.
—Este es el indicado —sentenció Maartu. Todas estuvieron de acuerdo. Pidieron mi opinión, no las contradije y les di en el gusto.
Anne me ayudó a sacarme el vestido sin arrugarlo, y las demás fueron a ver los de dama de honor mientras mi madre pagaba. 
—¿En serio te gusta el vestido, Jenna? ¿O sólo dijiste que sí para no probarte otro? —Anne era muy perceptiva. Reí bajo, dándole a entender que tenía razón.
Negó con la cabeza y su mirada se ensombreció un poco.
—Jenna, yo te quiero tanto como a mis hijos, pero no puedo soportar ver que tú no quieres a Harry tanto como lo hace él.
Me quedé en silencio con sus palabras, nunca antes me lo había dicho tan directamente. Siempre me decía lo mucho que me quería Harry y que por favor intentara dejarlo que me conquistara. Pero al parecer su paciencia, o tal vez su tolerancia, habían llegado a cero. Y la comprendía: si mi hijo estuviera enamorado de una idiota como yo, también hablaría con ella.
—Lo siento, Anne.
—No lo sientas, Tinker. Pero si las cosas siguen así y tú crees que nunca cambiarán, será mejor que detengas todo. No creo que Harry resista otro divorcio.
Estuve a punto de llorar. Recordé cuando Anne llegó junto a Harry y Emma, no traían maletas ni nada. Su padre los había abandonado y Anne se vio obligada a trabajar. 
No dejaría que Rizos reviviera eso.
—Si desde un principio nunca hubiera sentido algo por Harry, jamás hubiera dicho que sí. Y aquí me tienes, probándome un vestido de novia… —le respondí. Eso no la hizo sonreír, pero al menos dejó de mirarme como si fuera una villana.
Sus palabras me afectaron. Últimamente me confundía mucho, en especial desde el incidente con Sandy. No dejaba que Harry conversara demasiado con otras chicas como él no me dejaba acercarme a otros muchachos.
A quién engañaba, tenía que dejar de mentirme a mí misma. Sí lo quería. 
Ya lo había dicho muchas veces, también admitido, pero esta vez reconocía que lo quería en un porcentaje mayor a un cuarenta por ciento. Diría que llegaba a un noventa. Y eso era crítico.
Y sin embargo, me gustaba. Era agradable querer a alguien.
Cuando terminé de cambiarme de ropa, salí junto con Anne y mi madre nos dijo que debíamos ver los vestidos de damas de honor de las chicas y podríamos irnos. Excepto Maartu, quien iría a ver que el lugar donde se haría la boda fuera perfecto para el evento. 
Ese era otro tema que me gustaba. A pesar de que fuera secreto.
Harry me había dicho que como él no podía ver el vestido de novia hasta la boda, yo no podría ver el lugar donde la harían. Era una sorpresa. Me permitían elegir el color de las cosas, las servilletas, la lista de invitados y demás, pero como no me entusiasmaba la organización, dejaba eso en manos de Maartu y el gusto de Harry.
No presté mucha atención al color y a la textura que deberían tener los vestidos para que combinaran con el mío. Me puse a pensar en Harry y que se sentiría estar en su lugar. Pero me abrumé muy rápido y desistí.
Sólo me puse de acuerdo en que tenía que hacer algo para que los demás se dieran cuenta que esto no me daba lo mismo, que de verdad me importaba Harry.
Y tuve la solución frente a mis ojos después de dos horas en que las chicas se probaron vestidos. Cuando íbamos saliendo de la tienda, sobre el mesón que tenían en la recepción había folletos dedicados a actividades que hacían las parejas antes y después de casarse. Uno en particular llamó mi atención. 
No era el más indicado, sabía que no tenía ese talento y mucho menos Harry, pero tendríamos que hacerlo frente a todos y lo mejor sería no pasar una vergüenza y pisarnos los pies hasta que sangraran. Nos inscribiría en clases de baile.
Saqué un folleto del mesón y lo escondí en mi bolso. Mi madre fue a dejar a cada una de las chicas a su casa, a Maartu la vino a buscar Louis –a quien nombraba como su chofer personal- y después, finalmente, nos fuimos a casa a descansar. 
Escondimos el vestido en mi armario, cubierto por un protector para que no se ensuciara ni se lo comieran las polillas y cuando al fin me dejaron sola, no sin antes una mirada veloz de Anne que expresaba que nuestra conversación estaba pendiente, busqué mi celular y marqué el número que señalaba el folleto.
Acordé las horas por las tardes después de clases en los días en que Harry no trabajaba en la pastelería. Imaginaba el rostro que pondría, tenía dos opciones, alegrarse por poner de mi parte y dedicarme en la boda o enojarse otra vez por arreglar cosas sin su permiso. Cualquiera de las dos me servía, lo obligaría a ir aunque no quisiera.
En la noche, a la hora de cenar, Harry llegó tarde. Lo trajo Louis, quien también venía con Maartu, y ellos dos se quedaron a comer. No suponían ningún problema, Louis era muy divertido y alivianaba el ambiente en la mesa. Maartu habló sobre la gran producción que tenía para “nuestro día especial” y lo mucho que se estaba esforzando. Su cabello fosforescente me distraía y muchas veces Holly me dio un codazo para que no la mirara tan raro. 
Harry no habló mucho, se veía cansado y con ojeras y tampoco probó bocado. Más de una vez tosió y bebió desesperado agua. 
Lo había contagiado. Se notaba a kilómetros, sin mencionar que él me cuido mientras yo estuve en reposo. Fruncí el ceño, si Harry estaba enfermo eso significaba que no podría bailar o de la contrario se agotaría y podría empeorar. Hice una mueca, pensé que mi plan funcionaría, pero ya veía que las cosas nunca salían como lo esperaba.
Después de que Louis y Maartu se marcharan, obligué a Harry a acostarse. 
—Estoy bien, Jenna. Sólo necesito dormir un poco —me dijo cuando lo empujé para que cayera sobre su cama.
—Exacto, necesitas dormir. Yo te cuidaré esta noche y para mañana estarás mucho mejor.
—No creo que…
—Nada de peros, ahora cepíllate los dientes y ponte pijama —le ordené.
—Tú sabes que no ocupo pijama —me dijo, poniendo énfasis en el “no ocupo”.
—Y por eso mismo te enfermas, esta noche dormirás como una persona normal —con eso di por finalizada la discusión. 
Lo arropé con las mantas y me acosté encima de éstas, no me había vuelto a cambiar desde la pelea y tampoco tenía planes de volverlo hacer. Ya me había dado cuenta que no tendríamos problemas para dormir en la misma cama, así que aprovecharía el poco tiempo que me quedaba de libertad.
Aparté sus rizos de su rostro y lo observé hasta que el sueño le ganó. Le deposité un casto beso en los labios antes de cerrar los ojos también y sumergirme en un sueño profundo.

(…)

—¿Ya te sientes mejor? —le pregunté cuando bajó a desayunar por la mañana. Vestía su uniforme como siempre, desaliñado pero a la vez genial. Me sonrió y asintió con la cabeza, la verdad es que se veía mucho más descansado.
—Tus cuidados son muy efectivos —me dijo. Se sentó a mi lado y le pidió a Holly que le pasará la mantequilla, ella se la pasó sin soltar un libro que leía mientras tomaba té.
—No hice mucho, sólo me dormí a tu lado.
—A esos cuidados me refiero —aproveché el momento en que Holly no nos miraba y le di un beso. Cada vez que lo besaba una suavidad me llenaba y era tan cómoda la forma en que nuestros labios se acoplaban que ya no me resistía cuando él profundizaba el contacto.
—¡No, estoy desayunando! —nos separamos con la exclamación de Holly, quien tenía una mueca entre asco y risa en el rostro. Le lancé mi cuchara para que nos dejara en paz.
En la escuela, le conté a Mike mi plan de llevar a Harry a unas clases de baile. Le entusiasmo mucho la idea y dijo que le encantaría ver como nos caíamos y hacíamos el ridículo.
—Serán la pareja más cómica —me dijo en la clase de matemáticas.
Pasé todo el día con los nervios de punta, siempre estaba la posibilidad de que Harry se negara a asistir a las clases.
A la salida, cuando nos despedimos de los chicos, Harry se subió al auto y comencé a conducir.
—Jenna, esta no es la dirección hacia la casa —me dijo cuando tomé el desvío.
—Ya lo sé, es que te tengo una sorpresa.
Me detuve frente al edificio y cuando entramos, Harry ató cabos.
—Espera un segundo…. Esta es una academia de baile… ¿no me digas a que…?
—Tienes que admitirlo, ambos somos una aberración para la raza humana si de baile se trata, no querrás hacer el ridículo en nuestra boda, ¿verdad?
—Por supuesto que no.
Bueno, al menos no se negaba a tomar las clases. 
Subimos hasta el tercer piso y nos encontramos con cinco parejas más que esperaban a la maestra.
Nos quedamos apartados en un rincón, sentados en el suelo. Las demás parejas se veían muy unidas y cariñosas, además de preparadas para una clase. Nosotros íbamos con nuestros uniformes y seguro pensaban que éramos demasiado jóvenes para esto.
Una de las parejas se nos acercó. Tendrían alrededor de treinta años.
—Chicos, las clases de danza contemporánea son en el cuarto piso —nos dijo la mujer.
—Me alegro —le respondí. Harry ocultó la risa en mi hombro.
—Sólo decía, por si se equivocaron de piso —recalcó ella.
—No nos equivocamos, esta es la clase para novios, ¿cierto? 
—¿Cuántos años tienen? —preguntó atónito el hombre.
—Sólo son unos estudiantes —murmuró la mujer. Ya me habían aburrido, así que tomé de la mano a Harry y lo arrastré hasta el otro rincón, alejados de las demás parejas. Si todas se pondrían como aquella, lo mejor sería bailar y no sociabilizar.
La maestra llegó y nos explicó que aprenderíamos el vals básico para una boda. Era una mujer de cabello castaño, altura media y estilizada, dijo que la llamáramos Caroline.
Al principio nos enseñó los pasos, uno por uno y después nos hizo bailar.
—Niña, por Dios, no sabes mover tus pies sin tropezarte. Déjame a mí… —me dijo cuando Harry me afirmó de la cintura y le pisé los pies.
Me apartó de Harry y se puso en mi lugar. Eso no me gustó para nada.
Pegó su cuerpo al pecho de Harry y comenzó a bailar lentamente, casi con sensualidad.
—Eso no es vals, eso es tango —repliqué.
—No interrumpas, le estoy enseñando a tu novio —me dijo Caroline casi sin prestarme atención, estaba muy ocupada pasando sus manos por los hombros de Harry. Lo que me molestó más fue que él no hizo nada para quitársela de encima, o tal vez si lo intentó y no pudo.
Sin embargo, no lo soporté ni un segundo más en el momento en que ella bajó sus manos por la pierna de Harry. Eso sí que no. Nadie lo tocaba. Nadie.
Apagué la radio de una patada y todo el mundo se me quedo viendo. No me importó y liberé a Harry de las garras de esa víbora, si creía que Sandy me daba problemas, esta mujer me daba jaqueca.
Bajamos en silencio, no me importó haber pagado una clase completa sin siquiera pasar veinte minutos en ella.
—Jenna, te juro que trate de…
—Te creo —le interrumpí. Nos subimos al auto y él me observó un momento— ¿Qué sucede?
—¿Eso es todo? ¿No estás enfadada, no irás y la tirarás por la ventana?
—¡Por supuesto que quiero lanzarla! Es que estoy a un mes de cumplir la mayoría de edad y correría el riesgo de ir a prisión, así que lo mejor es evitar problemas… —Harry asintió con una sonrisa y miró por la ventana—… Aunque, si te vuelve a tocar de esa forma, juro que le arrancó esas extensiones baratas.
Al otro día llamé a la academia para que nos cambiaran a la profesora. Esa bruja jamás volvería a ver los ojos de Harry nunca más en su vida, de eso me encargaba yo

El hijo de la niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora