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Mi cuerpo pesaba. Quería abrir los ojos, mover las manos, gritar, pedir ayuda, correr pero no podia hacer nada, sólo respirar. Estaba consumida en una oscuridad total. Escuchaba chirridos, y notaba cómo el suelo o la superficie dónde me encontraba se movía. Me estaba moviendo. Pasaron minutos, y aun seguía en ese estado. Poco a poco me di cuenta de que una luz se encendía sobre mí. La oscuridad se fue ilumimando. Negro. Gris oscuro. Gris. Gris claro. Blanco.

Tenía los ojos abiertos, podía notar cómo pestañeaba por el exceso de luz. Mis ojos ardían. Poco a poco me acostumbré a la luz. Por fin me podía mover. Lo había conseguido.

Estaba tumbada en una cama con sábanas blancas. ‘Un momento’ pensé, ‘No estoy en mi habitación, las sábanas son blancas, no amarillentas.’

¿Donde estaba? Y lo más importante, ¿qué había pasado?

Me levanté y me senté en la cómoda cama. Levanté la vista de la cama para dirigirla a la habitación.

Había ventanas bastante largas con cortinas, lo que me recordó al complejo.

La cama estaba situada en una esquina de la enorme habitación, concretamente, en la esquina derecha. En frente, estaba la puerta. Pequeña, de hierro, gris.

Había un gran escritorio pegado a un pequeño armario en la otra pared, paralela a la cama. Era una habitación pequeña, pero practica.

Me levanté despacio, porque todo aquel sitio me daba vueltas.

No lo pensé dos veces y me fui directa a un espejo que había en un hueco libre en la pared al lado de la puerta.

Tenía un camisón blanco, el pelo recogido en una coleta algo deshecha.

Me fui al armario para poder cambiarme, con suerte habría algo de ropa.

Y así era. Cogí unos pantalones negros bastante ajustados. Se puede decir que son los pantalones más ajustado que me he puesto en mi vida.

También encontré un jersey azul cielo, no era muy gordo ya que estábamos en verano.

Encontré unas botas de mi talla negras, y unos calcetines, así que no dudé en ponermelos.

Me miré en el espejo. No me reconocía. Esta ropa hacia que mi cuerpo fuera más esbelto. Era raro, pero me gustaba.

Me rehice la coleta deshecha que tenía y sin pensarlo dos veces salí de aquella habitación.

Abrí la puerta y había un largo y estrecho pasillo con unos grandes ventanales.

No había cortinas así que pude ver el paisaje. Montañas, todo era verde.

Me estaba moviendo, bueno, yo no, pero veía cómo todo aquel paisaje se movía. Era raro.

Decidí seguir aquel enorme pasillo hasta llegar a otra puerta como la de la habitación en la que estaba. La abrí y vi una especie de comedor.

Era pequeño y alargado, como todas las habitaciones que había visto en este lugar.

Había una persona de pies mirando la ventana. Me acerque.

-¿Mark? -Dije algo dudosa.

-¿Shaileen?-Dijo con los ojos algo rojos.

Asenti.

-Pero llámame Sia. -Asintió.

-¿Estás bien? -Le pregunté acercandome a él.

-Si, tranquila. -Dijo, pero sabía que no era así.

De un momento a otro estábamos abrazados y diciéndonos cosas al oído. Parece raro, porque nunca he hablado con él, pero este es uno de los momentos en los que menos importa es eso.

-¿Sabes dónde estamos? -Dije.

-No. Pero hoy es 4 de julio. -Dijo señalando un calendario.

Me tense de sólo pensar que hoy era 4 de julio. Algo malo iba a pasar.

Invencible- Bradley Simpson ciencia ficción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora