Por mucho que se trate de ocultar
Lo que está destinado a suceder, sucederá.El sol estaba cayendo ya en un horizonte de tonos rojizos y Daxher la motivaba a avanzar entre la multitud a lo que Lillyane intentaba a pasos torpes seguirle ganándose la mirada de muchos a su andar. Era un largo y estrecho callejón adornado de varios puestos comerciales que en la media tarde se abarrotaba de personas demandando productos que necesitaban.
«¡Frutas frescas, venga y pruebe!¡Lo último de la cosecha!¡Hermosas joyas fuera de lo común, venga y compre para la señorita!¡Recién traídos de la capital, los más modernos diseños!» Eran los pregones que se escuchaban. Lillya observaba por el rabillo del ojo con la cabeza gacha todo su alrrededor; desde el inicio de las verduras y frutas, reconociendo algunas, pasando después su mirada por puestos donde exhibían distintos tipos de bisutería de variados colores y texturas hasta culminar en un establecimiento en el que vendían algo parecido a souvenirs o eso pensó ella.
Lograron salir de allí dejando atrás el bullicio de las personas y entrando en otros callejones más desolados acelerando ambos el recorrido. Después de estar un tiempo cruzando calles y metiéndose por angostos rincones alejándose cada vez más de la ciudad llegó la anhelada esperanza a los pulmones de ésta al toparse con una pequeña casa que en un primer momento se le hizo familiar pero dejó ese pensamiento en segundo plano para escuchar a Daxher que le estaba hablando.
—No te quedes mirándola y entra. Es pequeña pero es la mejor opción—manifestó abriendo la puerta con una llave plateada-por lo menos éste sería el último lugar que esos estultos pensarían en buscar—masculló lo último con un poco de suficiencia—Bueno si es que sus cerebros les da para poder pensar.
Lillya obedeció y se introdujo en la morada quitándose la molesta capa que le había obstaculizado gran parte de su visión en el trayecto para luego observar con detenimiento el recinto. Tal vez por fuera pareciese pequeña, pero por dentro se veía como la casa de los abuelos a los que visitas los fines de semana; cada cosa en su lugar, una chimenea apagada y encima una pintura de dos niños pequeños de cabello oscuro y ojos azules enmarcada en la pared. Dos sofás al lado de la chimenea y atrás un mueble marrón largo que carecía de espaldar. El suelo, paredes e incluso el techo era de una madera oscura pero que transmitía tranquilidad, tal como la casa de los abuelos. Por donde quieras que lo mires ese hogar desprendía calidez.
El sonido de la puerta cerrándose la sobresaltó y le hizo apartar su vista para mirar a Daxher quien se encontraba con los ojos cerrados apoyado en la puerta. A pesar de que Lillya no comprendía muy bien su situación sabía que eso tres chicos se habían propuesto a ayudarla aún sin conocerla.
—Gracias por ayudarme y..
—No creas que lo hago por ti—la detuvo abriendo sus ojos eléctricos para encararla—quiero que sepas que si no fuera por Isla seguirías tirada por la tierra por la que te encontramos.
—Aún así, gracias por no seguir esa idea—le hizo saber aguantándose las ganas de decirle algo tras lo mencionado pero entendió su posición en aquel momento de que no podía reclamar. Él sólo la ignoró y se sentó en uno de los sofás de la sala.
—Sólo es cuestión de esperar a que lleguen Deran y Isla para ver que debemos hacer contigo ahora que sabemos que los guardias del castillo ya conocen de tu existencia.
Lillyane decidió imitarlo y se deslizó en el otro sofá individual quedando frente a éste que no le quitaba el ojo de encima, aumentando cada vez más su nerviosismo. Un silencio incómodo invadió la sala hasta que reparó de nuevo su vista en el techo con la intención de entablar una conversación.
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El Diario de Ixion
FantasyUn mundo, el cual sufrió la dicha de una guerra sólo por el dominio del mismo. Un dios que logró con todas sus fuerzas volver a crear un nuevo orden, pero no fue suficiente. Porque las razas nunca olvidan y no importa cuánto tiempo pase, esos senti...