Ansiedad.

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En inevitable -no- pensar, a mí se me es inevitable.

Pienso todo el tiempo. Constantemente. Y cuándo lo hago, mi mente no se detiene ni un minuto en ello, haciendo que yo me ahogue en ese sentimiento frustrante.

Pienso en todo aquello que podría pasar y en lo que no, pienso en mi ahora, en más adelante y... No sé, me da miedo pensar más allá.
El futuro incierto da pánico. ¿Y cómo no? si nunca sabes que puede pasar.

Y mediante todo ese caos que se produce en mi mente, mis ánimos bajan tan rápido que ya ni me sorprende.

Tengo ganas de gritar; pero no lo hago, tengo ganas de desquitarme; pero no lo hago, tengo ganas de llorar; pero lo reprimo... Entonces me quedo ahí, quieta, con todos ese tornado de emociones amenazando con destruir todo a su paso, otra vez.

Intento calmarme, intento desesperadamente decirme a mí misma que esto pasara, pero no lo logro. No logro calmar ese miedo que se cuela por mi cuerpo, el hormigueo que corre por mis manos, la rabia que lucho por contener, las lágrimas que pican por salir... Me quedo ahí, reprimiendolo todo, cómo siempre, diciéndome que todo estará bien, me quedo ahí, combatiendo contra mi misma. Irónico.

Y como si no me bastase todo ese lío, me pregunto, una vez más; ¿Qué será de mí?

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