Liberación

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Shion y Mavia se habían retrasado un día completo. Tercia no estaba tan lejos, pero el bosque era inmenso, perderse fue muy sencillo.

Algunas horas después, Shion divisó una estructura. Desde donde estaban parecía una torre un poco maltratada, pero con una arquitectura muy particular. No era algo que hubieran visto antes en esas tierras. Curiosos y aventureros como eran, no dudaron en acercarse a investigar, olvidando por completo la prisa que llevaban y el tiempo que ya habían perdido.

Abriéndose paso entre las cerradas ramas y las raíces que sobresalían del suelo, lograron acercarse lo suficiente para distinguir lo que aquella estructura era realmente. No era exactamente una torre, sino más bien una serpenteante columna que giraba sobre sí misma y se curvaba al final. No tenía puertas ni ventanas, ni siquiera una ranura o una grieta, no parecía ser de piedra o de metal.

—¿Cómo habrá llegado algo como esto aquí? —Sin poder resistir el impulso natural que invade a cualquier curioso, Shion no tuvo mejor idea que tocar la misteriosa obra. Cuando la palma de su mano entró en contacto con ella, toda la estructura se estremeció. Ambos aventureros retrocedieron mientras observaban cómo la columna comenzaba a desenroscarse y hundirse en la tierra. Cuando sólo faltaban unos metros para hundirse por completo, se detuvo formando un arco perfecto.

—¿Terminó? —susurró Mavia, temiendo que al levantar la voz alguna otra cosa sucediera.

—No lo sé, tal vez.

Luego de unos segundos esperando que algo extraordinario pasara, intentaron volver a acercarse, pero bastó que dieran un paso para que todo el suelo empezara a temblar. Desde el arco, miles y miles de diminutas criaturas empezaron a surgir, una tras otra sin cesar, rodeando por completo a los dos amigos. Totalmente perplejos, atinaron a poner espalda con espalda y desenvainar sus espadas, listos para protegerse mutuamente de lo que sea que estuvieran a punto de enfrentar.

—Son muchos, pero diminutos, no deberían costarnos trabajo —afirmó Mavia con toda confianza.

—Alcanza con que podamos abrirnos camino, señorita. Evitemos una masacre innecesaria.

—No podría estar más de acuerdo.

Los pequeños enemigos dejaron de brotar de la tierra y empezaron a apilarse unos sobres otros, fundiéndose entre sí. Al cabo de unos segundos, el enemigo se había hecho más alto que un árbol y tan ancho como la cola de un Dragón. De los miles y diminutos seres, habían sido creados docenas de fuertes gigantes, haciendo que ambos jóvenes se pregunten si realmente sería tan fácil como pensaron.

—Mavia —susurró Shion preocupado—. ¿Qué hacemos ahora?

—Tranquilo, he derribado cosas más grandes que ellos.

Dijo aquello para calmar a Shion, pero lo que pensaba es que eran docenas de gigantes cuya especie no conocía. No sabía qué podían hacer o a qué eran vulnerables. Mavia adoraba las peleas y había nacido para tenerlas, pero odiaba cuando la tomaban desprevenida.

—¿A qué habéis venido, tercianos? ¿No os hemos enseñado la lección? —exclamó el gigante que estaba al frente. Era el más alto de todos ellos.

—¿Tercianos? ¡No somos tercianos! —gritó Shion a la vez que se abalanzaba contra el gigante. Sin embargo, Mavia lo detuvo sujetándolo del brazo y lo obligó a retroceder hasta estar detrás de ella.

—Quédate atrás Shion, acabaré con esto rápido.

—Señorita, yo la ayudaré a... —Alcanzó una mirada para hacerle saber a Shion que debía callarse y quedarse atrás.

La Maldición de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora