1: Lamento.

214 28 42
                                    

El frío suelo del baño era lo que Alejandro sentía desde que se echó a llorar ahí, hace mucho que lo hacía, desde que aprendió a vivir solo; sin compañero o algún amigo o familiar, ya que esas personas lo lastimaban a veces con sus palabras.

Tenía el cabello recogido en una cola, se lo había dejado crecer cuando tenía catorce, ahora tenía dieciocho y era largo, le llegaba a la mitad de su espalda.

Llevaba horas encerrado en su baño, se la había mantenido llorando a morir, sentía calor y frío por la cantidad de tristeza e inseguridades acomuladas en su cuerpo.

La razón de su estado deprimente: se sentía feo e inseguro.

Alejandro nunca aceptó su cara, su cuerpo, todo. Pensó que al ser gay iba a conseguir novio fácilmente, que tendría amigos de verdad y que iba a ser lindo, pero se equivocó y al tener su primera cita, unas cuatro palabras lo destruyeron más de lo que ya estaba, y esas palabras fueron: «Yo esperaba algo mejor».

Eso fue lo último que derramó el vaso, ¿por qué? Porque desde que era un niño le decían feo por su forma de vestirse o por su corte de pelo, y en la secundaria le dijeron nunca conseguiría a una persona que lo amase por su horrible cara.

Intentó ignorarlos por un tiempo, pero siempre le decían lo mismo que empezó a desmotivarse más y más hasta llegar al punto de no querer salir de casa y más cuándo aprendió a vivir solo.

Aún recuerda cuando lo golpearon hasta dejarlo inconsciente, cuando despertó vió que habían rayado su cara con marcadores permanentes, nunca antes le habían hecho tal atrocidad, la crueldad de los adolescentes era grande. Ese día lloró mucho y se sintió la persona más miserable y desvalida del mundo, nunca pensó que para ser feliz se requería de una cara bonita, un buen físico, bonita voz, talento o dinero en efectivo.

—¿Por qué nací feo...? —Susurró entre lágrimas, mirando hacía el techo del baño, Alejandro iba a la iglesia y le pedía a Dios una linda cara o alguien que lo amase, pero poco a poco perdió las esperanzas y la fé qué dejó de ir. Por su cabeza pasó la idea de que Dios no concede nada a los gays, otra razón para no ir a la iglesia.

Miró los azulejos de su baño, le dolían los ojos, no quería salir de allí, solo quería que la muerte entrara arrastrándose por debajo de la puerta para que se lo llevase y así no seguir así, pero parecía no cumplirse eso. La muerte lo hacía sufrir igual que todos.

Alejandro se había hecho un chico depresivo, en su trabajo mostraba una sonrisa falsa, aguantando las ganas de gritarle a las personas para que lo dejaran de observar, porqué se sentía desprotegido y acosado por las miradas penetrantes y analizadoras de las personas, parecían buscarle algún defecto, algún grano, cicatriz o mancha en el rostro o su cuerpo; en sus brazos específicamente.

En su hogar solo reinaba el silencio, no hablaba con sus vecinos y no tenía mascotas, prefería quedarse sin comer o dormir para morirse; pero le tenía miedo a la muerte. Siempre fue cobarde. Otro "defecto" de él.

Ya cansado de llorar se levantó y se limpió los ojos, caminó hacía el espejo y se miró su rostro, así pudo ver sus ojos rojos e hinchados por sus lágrimas.

—Soy feo... Soy una mierda de persona... Mi cara cara es horrible, mi cuerpo no es lindo ni perfecto ni trabajado... No sirvo ni para gay... —Gimió entre lágrimas, sintiendo una presión, un frío y vacío en su pecho. Se odiaba a sí mismo y mucho. Nunca sonreía o reía, siempre lo mismo cada día, semana, mes y año.

Lanzó un grito al espejo diciéndose las cosas más horribles para sí mismo, era masoquista.

Después de insultarse un rato al espejo, salió del baño y caminó con lentitud por el corredor oscuro, no le molestaba la oscuridad porque así no vería su reflejo en alguna parte de su casa, cómo las ventanas por ejemplo.

Llegó a la cocina y se preparó algo de comer, solo tomó un poco de cereal y leche, los puso en una taza y empezó a comer con lentitud. La comida parecía no tener sabor para él, a veces ni sabía si estaba comiendo.

Masticaba lentamente, sintió sus párpados pesados y duros, miró hacía el reloj de la cocina y vió que era tarde. Comió un poco más y dejó el resto, no tenía apetito, así que lo dejó sobre la mesa para las ratas o cualquier animal con hambre.

Se levantó de su asiento y caminó hacía su habitación, cuándo abrió la puerta se empezó a quitar el short y su franela, se paró frente a un espejo grande que siempre cubría con una manta, observó su cuerpo completo y lo comparó con el cuerpo de un anoréxico. Él no era anoréxico, pero parecía serlo por no comer adecuadamente.

Se tiró sobre su cama y se cubrió con las sábanas, empezando a llorar. Hace tiempo que soñaba con tener a alguien para que le hiciera compañía al dormir, tal vez hasta hacer el "amor", darse besos, mimarse y abrazarse; pero solo eran inventos de su cabeza. Espejismos y falsas pero lindas esperanzas que se daba a sí mismo.

Su teléfono vibró y solo lo miró, hace mucho que no entraba a sus redes sociales, eso lo ponía peor de lo que ya estaba. No quería saber nada de parejas lindas, chicas y chicos lindos o cualquier cosa que lo desmotivara. Ver personas juntas le causaba envidia y tristeza.

Alejandro dejó de abrazar al sentir miedo de ser lastimado, dejó de hablar por miedo a que se rieran de él por su forma de hablar, dejó de hacer tantas cosas que ya había perdido la cuenta. Parecía ser un cuerpo inerte que andaba por solo andar.

—Moriré solo... —Se lamentó—, nadie me de-desea por fe-feo...

Él daría lo que fueran por estar con alguien una noche, cualquier persona; aunque sea por unos minutos o segundos, pero parecía que nadie aceptaría andar con él.

Dejó de llorar y abrazó una almohada, imaginando que era una persona que lo amaba sin importar sus imperfecciones, que no lo juzgaba y que tampoco le insultaba.

Se quedó así durante un rato largo, se sentía tan mal que no podía conciliar el sueño. Pensaba en muchas cosas, cosas tontas y estúpidas de él mismo que su mente se sobrecalentaba hasta darle un dolor de cabeza.

Deseó que alguien lo ayudase a salir de su maldita y miserable vida, ya no quería vivir así, no aguantaría mucho tiempo.

Pasaron algunas horas y Alejandro cerró los ojos, quedando dormido con tristeza. Soñando con algo hermoso, una persona que no buscase una cara, sino sentimientos.

Mrs. Potato Head [Staxxby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora