"Te vi solo una vez y suficiente fue para sentirme sola en un mundo cruel. Lo pude comprender cuando pasado el mes, tu rostro no logré desaparecer. Delirio por sentir tu piel. Insomnio sin tomar café. No pido un atardecer, lo único que quiero es volverte a ver".
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Juliana mordió su labio inferior tan fuerte que casi pudo sentir el gusto ferroso de la sangre regándose sútilmente por sus labios, que afortunadamente estaban pintados de un rojo igual de intenso, algo que no era para nada común en ella. El coche acababa de detenerse y, con ello, también se asentaron todas las dudas que tenía respecto a esa noche en la boca de su estómago, estrujándolo con fervor.
Si antes no había estado segura de asistir a esa fiesta, ahora que estaba frente al ostentoso sitio donde se llevaría a cabo, mucho menos. Rodrigo le había advertido que era una celebración lujosa en un sitio muy exclusivo. Pero no se habría imaginado aquello ni en un millón de años. Estaba, literalmente, en la entrada de una enorme mansión con altas columnas de mármol irguiéndose casi hasta el cielo, desde su perspectiva. Una gigantesca puerta de roble en la que desembocaban unas largas escalinatas del mismo material que las columnas, que se mezclaba a la perfección con los interminables ventanales que terminaban por decorar el frente de la casa.
Tragó grueso y respiró profundamente, soltando el aire en una larga bocanada. Cerró los ojos por un momento, intentando recordar el momento exacto en que había pensado que hacerle caso a su amigo había sido una buena idea, en vez de quedarse como cada viernes en su casa con su cómoda pijama, en su aún más confortable sofá, viendo por enésima vez Marley y yo, envuelta en una suave cobija y con deliciosas palomitas con chile.
Un repentino portazo la regresó a la realidad, encontrándose sola dentro del coche mientras veía a Rodrigo recorrer la pequeña distancia entre el asiento del conductor que acababa de abandonar y el punto exacto donde el valet parking lo esperaba para tomar sus llaves. Un segundo más tarde, otro de los empleados abrió su puerta, extendiéndole la mano para ayudarla a bajar.
Juliana nunca había tenido mucho, pero tampoco podía decir que la había pasado mal en la vida. Su mamá y su papá eran dueños de un pequeño hostal en Sayulita, el pueblito donde había nacido y crecido. Su niñez y adolescencia las había pasado en la playa y en las pequeñas y pintorescas calles de la ciudad. No había necesitado más que eso. Al acabar la escuela, se había mudado con Rodrigo a la Ciudad de México para estudiar veterinaria, algo con lo que había soñado toda la vida. Con lo poco que sus padres habían conseguido ahorrar, y las propinas que ella misma había acumulado trabajando de mesera en el hostal desde chamaca, había sido más que suficiente para pagar unos meses de renta y el inicio de su colegiatura. Afortunadamente, una vieja amiga de su mamá no había dudado en darle trabajo en su fonda cuando llegó a la gran ciudad, y con mucho esfuerzo había logrado mantenerse sin mayores problemas, ni grandes lujos, los primeros años.
Ahora, a punto de iniciar sus prácticas profesionales, había conseguido unos meses atrás un puesto de recepcionista en un importante centro veterinario, por recomendación de uno de sus profesores. Y ganaba bien, no podía negarlo. Lo suficiente como para costear el vestido que llevaba puesto en ese momento, pero que para nada se sentía como ella.
Claro, vestía muy formal para su trabajo, pero jamás una pieza como esa. Rodrigo la había llevado de compras esa misma tarde e insistido en que comprara esa prenda. Y en realidad, ella no se negó demasiado, porque le había gustado mucho. Negro, sencillo, corto pero no lo suficiente para ser vulgar. Tenía un pequeño agregado de tela de gasa semitransparente que caía desde el costado derecho de su cintura, añadiendo ese extra que lo hacía diferente. Y un escote un poco más arriesgado de lo que estaba acostumbrada. Pero se veía bien. Sin embargo, no era así como se sentía.
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El Juego de las Llaves
FanfictionJuliana asiste engañada a una fiesta con su mejor amigo, sin imaginar que en el lugar donde una de las principales reglas es no enamorarse, encontrará a la mujer de su vida: Valentina. Inspirado muy vagamente en la serie El Juego de las Llaves, y pa...