Capítulo 5: Moléculas (Molecules - Hayley Kiyoko)

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"So what should I do? All that's left is molecules of you. Tried to rearrange. Did you feel that everything was strange?".

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Valentina estaba sentada en la negra butaca de plástico en el pasillo, moviendo sus piernitas que colgaban, lejos del suelo. Si mirada estaba fijada en sus zapatos rojos, esos que había rogado una y otra vez a su papá para que le comprara e insistido hasta el cansancio en que se los pusiera esa tarde. Eran brillantes, con una pequeña hebilla plateada en un costado. Combinaban a la perfección con su vestido blanco con volados, que tenía unas pequeñas fresas decorándolo.


Alzó la cabeza, observando una vez más el extraño cuadro que colgaba de la pared de enfrente. En él, un hombre alto y grande, un una larga barba, estaba sentado sobre unas rocas junto a un barco que parecía diminuto a su lado. Torció un poco el cuello, intentando verlo desde otro ángulo. No podía comprenderlo. Su papá también tenía un bote, uno muy bonito al que había llamado Elena, como su mamá. Y estaba en un lugar donde había muchos otros botes haciéndole compañía. Pero todos, absolutamente todos, eran mucho más grandes que ella e incluso que los adultos. ¿Cómo era posible que ese señor fuera más grande que un barco?


- ¿Vale? - La voz de su papá la distrajo de su minucioso análisis, haciéndola voltear la cabeza hacia la izquierda, justo para encontrar a León asomándose en la puerta de la habitación que habían visitado diariamente los pasados meses.


Valentina le sonrió y su papá la imitó, aunque no era de sus sonrisas favoritas. Esa que le regalaba muchas veces en ese mismo barco, cuando iban con toda la familia a navegar. O también la que mostraba en el desayuno cuando su mamá le quitaba el teléfono porque era la hora familiar y no podía estar trabajando. Hacía mucho tiempo que no veía una de esas sonrisas en el rostro de su papá. Pero no importaba, ella sonreiría por los dos hasta que él volviera a hacerlo.


- Ven, mi cielo. Mami quiere hablar contigo - La sonrisa en su rostro se expandió al instante. El momento que había estado esperando se acercaba y estaba lista para lucir sus hermosos zapatos ante su mamá.


De un salto se bajó de la silla, aterrizando con gracia sobre el piso para correr hasta tomar la mano de León, quien la guió al interior del cuarto en silencio.


Su mamá estaba recostada en la cama, pero casi sentada, y su rostro se iluminó por completo al ver a Valentina caminando hacia ella.


- Hola, mi chiquita - La saludó mientras ella se soltaba del agarre de su papá para caminar los últimos pasos hasta la cama.


Como hacía siempre que la visitaba, se trepó a la silla hasta quedar lo más cerca posible de Elena, quien se movió un poco para que Valentina pudiera darle un beso en la mejilla.


- ¿Cómo estás, mi amor? -  A pesar del obvio deterioro que Helena había sufrido en los últimos meses, Valentina se sorprendía de siempre encontrar una amable sonrisa, un cálido tono en su voz y ese brillo peculiar en sus ojos que eran iguales a los suyos.


- Muy bien, mami. Papi me compró mis zapatos nuevos para enseñártelos, mira - Respondió, alejándose un poco y sentándose por completo en la silla para que su mamá pudiera apreciarlos.


- Son hermosos, mi amor - Dijo sonriendo, para luego acariciar el rostro de Valentina con dulzura.


León las dejó solas en ese momento, algo que no solía hacer cuando visitaban a Elena, pero que Valentina agradeció porque adoraba pasar tiempo a solas con su mamá. Era lo que más extrañaba de tenerla en la casa, el tiempo de Vale y Elena. Cuando su papá estaba en la oficina y sus hermanos en la escuela o con sus amigos, ellas dos disfrutaban de la casa. Cocinaban, jugaban, leían. O más bien, Elena le leía a Valentina. Era una niña muy inquieta y las actividades tan calmas no eran su fuerte.


El Juego de las LlavesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora