Como los cabellos de una muñeca, yo soy uno de tantos. Cuando estamos todos reunidos podemos sobresalir, vernos bien, hacer un gran trabajo en equipo, pero si alguien me arrancará todo el trabajo no se vendría abajo, no se notaría la ausencia de un simple cabello, si lo reemplazas tampoco se nota la diferencia. Es una alegoría tonta ¿Cómo es que empecé con esto? Quizás es porque agregar el cabello es mi parte menos favorita en todo el proceso, pero el resultado es quizás mi favorito.
Mi abuela solía decirme que, antes de mudarse con nosotros, mi padre le contaba sobre mí y me describía como un muchachillo distanciado. Quizás si me viera ahora diría que soy un hombre distanciado, pues crecer no hizo gran diferencia, a veces es como si la edad no hiciera gran diferencia en nada realmente. Lo único que me hizo convertirme en un hombre fue que mi familia me creyera listo para comenzar en el negocio familiar, me tenían esa confianza, que yo sería igual de bueno que ellos. En una familia donde el deber ya es tradición es un poco difícil salir de esas cosas que los demás hacen, a veces, si naces con suerte, tú mismo desarrollas por tu cuenta un amor por esas mismas cosas.
Mi madre y mi abuela eran costureras, mi padre y mis tíos fabricaban juguetes, pequeños carritos de madera, casas de muñecas, los muebles para estas, incluso cuando escaseaba el material hacían alcancías. Casi cada uno de entre mis tíos y mi padre tenían una cierta especialidad, la especialidad de mi padre, aunque la oculto por mucho tiempo de sus hermanos, fue hacer muñecas. Al principio eran simples muñecas de trapo, luego mi madre por juego suyo les hacía pequeños vestidos, a mi padre le gustaba esa idea del pequeño trabajo en equipo. Sin ofenderme a mí, ellos siempre habían querido una pequeña niña a la cual vestir, y no es que fuesen infelices conmigo, al contrario, mi madre se cumplió esos caprichos conmigo, pero su especialidad eran los vestidos, y a mi padre también se le iluminaban un poco los ojos cuando ambos vestían juntos a una muñeca de trapo. Es por eso que eventualmente mi padre buscó más. Evolucionó de poco a poco, primero compraba muñecas de porcelana y las vestía de cero, a veces las maquillaba un poco o les cambiaba el maquillaje de sus rostros, luego fue aprendiendo más y más, conoció algunos que serían sus colegas en el ámbito, hasta que finalmente hizo una muñeca que era apenas un poco más baja que yo, en ese entonces yo tenía doce años, y aunque era algo alto para mi edad mi padre intento hacerla exactamente de mi altura, falló en las proporciones, pero eso no hizo que fuera mala muñeca, de hecho entre juegos decíamos que esa muñeca era mi hermana menor. Fue la primera de tantas.
He de admitir que al principio me inquietaba un poco, mi padre la dejaba sentada en un rincón de la cocina, al estar cerca está de su oficina, en ocasiones me tomaba desprevenido y sentía yo que sus ojos de porcelana me seguían. Tuve que comenzar a hablarle de poco a poco para sentir que era algo normal, primero era algo "¿Y tú que haces ahí?", luego un "Me has pegado otro susto" hasta un "¿Qué vas a beber hoy?", me gustaba imaginar en mi cabeza que tipo de cosas habría respondido, mentiría si dijera que no me hubiese gustado haber tenido una hermana menor, pero tal cosa nunca pudo pasar. Mi madre nunca pudo tener otro hijo, o eso dijo al principio, de hecho siempre dijo que lo mío había sido cosa de suerte, algo que según los médicos no había probabilidad, uno de pocos. Poco después me enteré que tan solo ella y mi padre no lo habían intentado de nuevo, no habían sentido esa necesidad realmente, ambos habían llegado a una edad avanzada, para cuando yo nací incluso ya era un poco tarde. Cuando me enteré de eso volví a ser uno de tantos, y estuvo bien.
Mi padre eventualmente comenzó a aceptar el ser fabricante de muñecas como su trabajo principal, sus hermanos lo apoyaron, incluso le celebraron el estar abriéndose paso en este mundillo. Él y mi madre me enseñaban casi cada cosa que aprendían poco después de sentir que lo entendían lo suficiente como para explicármelo. A los trece años ya ayudaba a mi madre a coser los vestidos para las muñecas, a veces me dejaba vestirlas todas por mi cuenta, a los catorce entendía cómo hacerlas, pero no me atrevía a hacer una por mi cuenta. Mi padre, queriendo que siguiera esta pequeña y curiosa pasión, me dijo emocionado que le habían hecho un pedido importante y quería que le ayudará con ello. Quien lo había pedido solicitaba dos muñecas, las medidas eran un poco específicas, no fue hasta que me encontré haciendo el vestido que me di cuenta de las proporciones reales, se sentía como si hiciera los vestidos para una persona, una quizás de mi edad. Mi padre, por su cuenta, se encargaba del resto de la muñeca, aunque no fui participe directo de la producción pude ver cada cosa que hacía; Cuando aplicaba la pintura a los ojos yo estuve ahí, cuando le modelaba los labios la vi también, cuando mi padre diseñaba sus manos y comparaba las dimensiones de estas con las suyas y las mías fue extraño, pero hermoso. Todo el proceso de aquellas dos muñecas fue el proceso más íntimo que alguna vez tuvimos mi padre y yo, y el vestirlas, para mí, fue quizás el momento más íntimo de mi juventud. Recuerdo la mañana en que mi padre se preparó para llevarlas a su nuevo hogar, estaba tan emocionado, podía notarlo, eventualmente me emocione con él, tanto que quise acompañarlo, pero tuve que encargarme del negocio en su ausencia. Me prometió que me contaría cada detalle cuando volviera, le pidió a mi madre que tuviera la cena lista antes de las ocho y a mi abuela que preparará mucha bebida caliente.
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Love Letter to (your) Dolls.
Short StoryCarta de Amor a (tus) Muñecas. Julian Duval, un fabricante de muñecas, intenta encontrar éxito en su limitado mercado.