Chapter 2

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Eran ya las 3 de la tarde, pero él sentía que eran las 8 por lo bajo. En esas pocas horas había ido al parque para alimentar a los patos como los demás ancianos (pero no le pareció divertido por más de 5 minutos), había comido algodón de azúcar, había dado una caminata por las calles remodeladas, se había hecho una caricatura con un artista callejero, había jugado damas con otros ancianos que estaban jugando cerca de una plaza, se había columpiado en el mismo parque y ahora estaba sentado en el césped comiendo un helado.

En 7 horas se había divertido más que en los últimos 7 meses, es que habían sido una difíciles 7 meses. Sacudió la cabeza para evitar ese pensamiento, ¡Hoy es un día feliz!, no era día de pensar en cosas tristes como en los días anteriores... hoy era diferente.

Se levantó del suelo, y decidió ir a ver una película, luego fue a ver exposiciones de arte, luego fue a un centro para ancianos donde sabía que bailaban, pero no pudo hacerlo cuando el baile era en parejas... eso era triste y hoy no era un día de tristeza.

"Felicidad, eso es hoy. No te pongas triste. No hoy" se dijo a sí mismo, pero la opresión que sentía en su pecho se hacía cada vez más grande. Suspiró y el peso del universo volvió a colocarse en sus hombros. "Supongo que ya no puedo evitarlo más...", y pensado esto se dirigió a la florería de costumbre, compró las petunias de costumbre y se dirigió al paradero de costumbre donde tomaba el transporte de costumbre que lo iba a dejar al lugar de costumbre.

Se demoró menos en llegar esta vez, maldijo en silencio su mala suerte. Se bajó del transporte de costumbre y miró las antiguas rejas altas que miraba, una vez al mes, como de costumbre.

-ya creía que se estaba demorando más que de costumbre...- le dijo Tom, el conserje que como de costumbre estaba con el rastrillo al otro lado de la reja.

-costumbre... que curiosa palabra ha elegido usted- mencionó murmurando mientras estiraba la mano que no sostenía las petunias en dirección al conserje. El conserje le dió una carta la cual era parecida a las otras 7 cartas que ya le había dado.

-saludos a Ethel...-murmuró el conserje, más bien su amigo de toda la vida, con una triste mirada en el rostro.

-por supuesto, Tom- susurró, luego volvió su cabeza hacia su dirección y con paso lento, pero decidido empezó a seguir el sendero que sus pies parecía conocer de memoria.

Al llegar, no puso las petunias en el florero como de costumbre, sino que miró la carta y leyó el dorso de esta "Esta si leela". Curioso. Ethel lo conocía muy bien, y se debió haber imaginado que él no estaba leyendo ninguna de las cartas que le había dejado... era muy difícil para él.

Temblando, se sentó en el suelo ya que sentía que sus débiles piernas no podrían sostenerlo más y cambió las flores que había traído del mes pasado por las relucientes y olorosas petunias que tenía en su mano.

-Hola Ethel, me despidieron de la empresa...- comentó mientras hacía el mismo ritual que hacía todos los meses -hoy tuve un día estupendo, ojalá pudieras...- suspiró y miró la carta que yacía en su regazo. La tomó y con los dedos temblando hizo algo que no era costumbre, abrió la carta.

CostumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora