Capitulo cinco.

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El viento era frío. Correspondía perfectamente a una hermosa mañana. Las calles se encontraban llenas de personas desesperadas debido al la gran cantidad de trafico matutino que les impedían continuar con sus labores.

Las bocinas de los automovilistas se escuchaban a lo lejos, pues a pesar de ser época de vacaciones, mucha gente debía quedarse en casa para poder cumplir con sus actividades. Por una parte ella deseaba ser una mas de esas personas, sumergirse en sus tareas habituales que distrajeran su mente ligeramente lejos de César, quien luchaba incansablemente por quedarse en su vida y en su mente.

Aunque Helena se resistía a sus sentimientos, pensar en César le provocaba una sonrisa.

Su mañana en la plaza había sido tan tranquila que había guardado las pocas cosas que llevaba y había decidido marcharse a la playa a disfrutar de su hermoso esplendor, de sus sonidos, de la poca gente que había ahí y del agradable clima que su hermosa ciudad le regalaba.

Tomó de su mochila el libro que había tomado prestado de la biblioteca y se disponía a leerlo, para así poder lograr alejar su mente de cualquier distracción...aunque era prácticamente imposible.

Orgullo y prejuicio. Era un libro que había llegado a su vida desde su infancia. Su madre se lo había regalado desde que era pequeña y había sido la primera lectura que le había hecho enamorarse de los libros y encontrar en ellos tantos mensajes y aprendizajes...y ahora, tan joven y con tantos errores...

No podía mas, era un delirio tener que esperar hasta las tres de la tarde para poder esperar a César y poder platicar un rato con él, pues a pesar de que había hecho tiempo en la plaza fingiendo interés con las tiendas de ropa y otros artículos y disfrutaba de una mañana en la playa, las horas pasaban con lentitud...

¿Qué pensaría César en ese momento?

>>¿Un café grande y un pastel de queso?<< se imaginó Helena a César tomando una orden, provocando que ella se riera en voz alta.

César era un gran chico, a pesar de que lo conocía desde hace poco, le había demostrado ser un chico trabajador, entusiasta, determinado y con buenos valores, ya que era educado y se preocupaba mucho por su familia. Tenía las características del hombre perfecto, pero aun así para ella era prácticamente imposible entregar su confianza en el. Aún sentía que le hacía falta conocerlo un poco más.

Observó su reloj y vio que ya eran medio día, tomó su celular dispuesta para mandar un mensaje cuando empezó a sonar su celular. Era un mensaje de César.

"Un loquillo determinado que trabaja en mi cafetería favorita" dice:

¿Que sucede, Helenita? Ya tengo preparado un delicioso café capuchino y un rico pastel de queso con moras y fresas...y reservado para ti un sitio en tu sofá favorito.

Helena sonrió al leerlo. Era casi mágico como estaban sincronizados César y ella, inclusive para mandar un mensaje.

Tomó su celular y respondió:

"Hmm, espero que ese café y ese pastel de queso, no se desespere solo porque llegue un poco tarde. Estoy disfrutando de una hermosa mañana frente a la playa de esta hermosa ciudad, pero no puedo negar que mi café y mi pastel de moras me hacen falta."

Tomó su mochila y se dirigió a tomar el transporte que la llevaría frente a la cafetería, donde sabía perfectamente que César la esperaba.

La gente que viajaba en el autobús, iban ocupados concentrados en sus deberes. Un señor con gabardina, leía concentrado su celular, mientras que una señora a su lado, regañaba a su hijo que llevaba cargando. Cuatro lugares más lejanos, iban dos jóvenes discutiendo a cerca del examen que tendrían esa tarde, el chico que llevaba en frente observaba el panorama mientras escuchaba su música en sus auriculares. Cada uno llevando un motivo por el cual ser felices y ninguno compartía la felicidad que ella sentía en esos momentos, gracias al simple hecho de saber que existía alguien que deseaba poder compartir su tiempo a su lado.

Un caótico amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora