Prologo

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Intento concentrarme en algo que llama mi atención a lo lejos entre la multitud de arboles, aun inconsciente de qué es lo que me atrae del frió paisaje de pinos cadavéricos y raíces viejas lo suficiente como para perderme en mi misma,  pero me rindo ya que me es imposible prestar atención a una sola cosa cuando por mi cabeza se pasean flamantes tantas. Continúo observando el bosque, pero no consigo dejar mi vista fija en un punto preciso; solamente me pierdo en el grisáceo color atmosférico contrastado por pequeñas motas café de esta época del año. Es primavera, pero parece que el encanto propio de esa estación nunca se manifiesta en el distrito 7, que siempre está frío o húmedo. La primavera es una de las pocas temporadas en las que no morimos de frío y aún así hay frío.

Lo odiaba.

Cambio de postura, levantándome del suelo y sacudiendo el polvo que llevo encima para ahora sentarme sobre un tronco hueco, posicionando el hacha entre mis piernas. Lo mejor sería relajarme por las pocas horas antes de la cosecha y, aunque cierro los ojos y me propongo olvidar este día y todo sobre Los Juegos , me resulta inadmisible.

Aun con los ojos cerrados, la escaza luz que logro distinguir es alterada volviéndolo todo oscuridad. Casi inmediatamente, alguien deja salir un suspiro detrás de mi y suelta palabras en tono algo autoritario. Me agito un poco y abro mis ojos sujetando el hacha con fuerza, pero me limito a lanzar un bufido cuando descubro quien es.

-Por favor, Mason. ¿Compadeciéndote de ti misma?  Te creía mucho mas... Perspicaz que eso. - Abro y cierro rápidamente mis ojos para apartar el letargo de ellos y veo a  Lenin colocar su arma en el suelo mientras sacude el polvo del tronco y se sienta a mi lado. 

-¿Miedo a manchar tu inmaculado traje blanco, Señor Agente de la Paz?

-Nunca entenderé eso de "Agentes de la Paz". Nuestros métodos evitan a toda costa el pacifismo, ¿no lo crees?

Ahora si no podré concentrarme.

Retomo mi dialogo de miradas con el bosque en el que parece ser el quien lleva la delantera, al hipnotizarme con el vaivén de las motas de polvo que la brisa levanta o con las hojas que tira al suelo de forma casi imperceptible. A lo lejos, suena la voz de Lenin, pero lo siento demasiado distante y no presto atención a lo que dice.

Se da cuenta de que me hallo perdida en el infinito y decide buscar lo que yo veo por unos cuantos segundos tornando su visión algo analítica, incluso tallando sus ojos con sus puños en un intento con descubrir que me llama tanto la atención. Al cabo de unos segundos, parpadea varias veces y fija su mirada en el suelo. 

-¿Que crees que veo?- Digo con un tono nostálgico mientras apoyo mis manos en el mango del hacha. Aun segura de que el no había descubierto nada- ya que siquiera yo lo había hecho-, decido preguntar si el ve algo que yo no logro comprender. Quizá solamente me hallaba asustada y buscaba consuelo en la tranquilidad del paisaje del bosque; así que comprendo perfectamente su lastima hacia mi: Una desdichada y desafortunada adolescente sola del distrito 7 con una alta probabilidad de morir decapitada. 

No quería su lastima.

Me resultaba repugnante el interés hipócrita con el que siempre intentaba consolarme.

-No vi nada en el bosque, creo. Pero veo algo en ti y estoy seguro de que no saldrás escogida Mason. En cualquier caso ganarías si eso sucediera.-Lenin levanta su casco y clava su mirada en mi. Acto seguido me rodea con sus brazos y coloca su barbilla en mi hombro, aunque pongo mis manos en su pecho y lo alejo lentamente hasta casi empujarlo fuera del tronco. Quizá  no es un gran amigo y me resulten repugnantes muchas de sus costumbres, pero es lo mas cercano a eso que tengo y aún así prefiero que hayan dos metros de distancia entre ambos. No se podía confiar en un Agente de la Paz. 

Los Juegos Del Hambre: Johanna MasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora