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El niño bendecido

Kim Namjoon nació un 12 de septiembre en alguna parte de Ilsan, Corea del sur. Parientes completamente desconocidos y borrados de su historial; se crio en el Hogar de monjas mas cercano a su nacimiento. 

Si, al igual que muchos a su alrededor, Namjoon no era muy diferente de todos. Pero de alguna manera destacaba. Aprendió a leer a los 4 años, y articulaba oraciones complejas para tan corta edad; disfrutaba de libros, rompecabezas y juegos de cubos, no hacia desastres y no corría por doquier. Estaba en su mundo. 

Y así duro bastante tiempo. Estudio el jardín de niños cuando tenia 4 años y medio; Un año y medio después Namjoon comenzó la primaria a los 6. Fue ahí cuando comenzó. 

Inicio como escuchar ruidos o sentir presiones en el aire en algunos lugares del hogar de monjas, de la Iglesia del padre Kim o del cementerio que se encontraba a espaldas de ambos. Escalo. Rápidamente paso a escuchar murmuros, palabras o llamados; correr hasta la cocina pensando que la Madre Yeon le llamaba solo para darse cuenta que no, o ver sombras de reojo en las esquinas, principalmente en las que iban al sótano y a la zona de castigo. 

Después llego a ser brusco. Podía sentir el calor o el frio que emitían al acercarse y después pequeños roces en su hombro, cara, cabello o pies. Namjoon le pediría a la Madre Park que por favor rezara con él todas las noches, pero ella solo diría "Ya eres un niño grande e inteligente, Joonie. Tu sabes rezar por ti mismo."  Y saldría, apagando las luces de la habitación y cerrando la puerta, donde detrás de esta estaría de pie la extraña sombra. 

Namjoon después podría oírlos claramente y podría entablar conversaciones con ellos. Hablarían sobre bastantes cosas, pero ellos siempre querrían usar su cuerpo. 

Fue cuando llego el día donde Namjoon lo conoció. Faltando algunos meses para sus 7 años. 

— Niños, ahora todos laven sus platos, laven sus manos y salgan afuera. Hoy vendrá el padre Kim a verlos. — Anuncio la madre Yeon. Ciertamente no era la mujer mas amigable. Tenia un horrible carácter, pero nunca se dirigía a ellos con una mala boca al menos que se metieran en problemas. — Namjoon tu apresúrate y lava los platos que usaron las madres. Una vez acabes, podrás salir afuera. Asegúrate de hacerlo rápido antes de que el Padre Kim se de cuenta que no estas con los demás. — Y con eso cerro la puerta de la cafetería. 

El pequeño Namjoon tomo sus platos mirando con indiferencia la puerta siendo cerrada. El menor bufo, sin decir una sola palabra como era de costumbre, incluso sus compañeros hacían señas para hablar con el. Todos creían que era mudo. Era mejor de esa manera, de hecho. 

Recorrió las 8 bancas y limpio con un trapo viejo las mesas, coloco los bancos debajo de estas y con eso, la cafetería estaba hecha. Llevo su plato y los otros cuatro de las madres que los cuidaban al lavabo dentro del pequeño cuarto al que llamaban cocina. Era pequeño y blanco. Si él fuera una Monja, también evitaría estar ahí dentro. Para él, esta aun era grande por lo que no le causaba tanta claustrofobia. 

Tomo un banco que se guardaba debajo del lavabo, exclusivamente para los niños que lavaran los platos al final del día. Normalmente Namjoon lo hacia, pero cuando se apresuraba a comer podía evitarlo, aun cuando tuviera dolor de estomago después de eso. Lo coloco en el frente del lavabo y se subió a este, tomando los guantes de limpieza a un lado de este y fregando con tranquilidad los platos sucios. 

Sin ningún ruido alrededor mas que el chocar de los platos y cucharas y el agua caer, era imposible confundir el banco que se arrastro en la cafetería. El menor se detuvo mirando fijamente a la pared frente a él. El ambiente normalmente caía cuando cosas como estas ocurrían, pero al parecer la temperatura seguía igual como antes. Namjoon encendió el grifo de nuevo y continuo fregando. Múltiples ruidos similares hicieron eco en la cafetería y Namjoon giro la cabeza, su atención ahora en lo que sea que hacia esos ruidos.