27. Copo de nieve

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—¡Vamos, dormilona! ¡Arriba!

—¡Eso, despierta, Sialuk!

—¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Qué queréis? —Aturdida, se da la vuelta en la cama frotándose los ojos antes de pestañear y procesar que hay más de cinco personas en su habitación.

—¡Te casas! ¡Sorpresa! —exclama su madre.

—¿De qué estás hablando?

—Sialuk, levántate. Ahora. O me veré obligado a tirarte encima un vaso de agua helada. —Alzo la mano con la que sostengo el vaso—. Lo siento, pero tu abuela me ha encomendado esta gratificante tarea. —Me encojo de hombros con resignación.

Me mira como si estuviese loco. La entiendo, pobrecilla, la entiendo. La vida a veces es así, imprevisible; todo el tiempo pasan cosas que no hemos planificado y, en muchos casos, se convierten en la pimienta necesaria dentro de la monótona crema sin sal del día a día.

Sialuk sigue medio atontada cuando Naaja le repite que debe darse prisa y meterse en la ducha antes de vestirse. Dos mujeres la cogen de los brazos y la ayudan a incorporarse en la cama. Ella me mira como si fuese ese faro que la salvará de chocar contra las escarpadas rocas. Pero no. No soy ningún faro, eso está claro. Le sonrío.

—¡Feliz día de tu boda!

—¡No, esto no puede estar pasando! Es una broma, ¿verdad? Babushka, ¡dime que no ha sido idea tuya o te juro que…! —Los presentes nos echamos a reír cuando empieza a balbucear—. Oh, Dios, oh… ¡No puedo creer que esté ocurriendo! ¿Voy a casarme? ¿Hoy? ¿Ahora?

Su madre mira el reloj que cuelga de la pared.

—En unas dos horas, cariño.

No hace falta decir nada más para que Sialuk se ponga en pie de un salto mientras suelta tacos y maldiciones por lo bajo y su abuela disfruta de lo lindo del espectáculo y ríe entre dientes llevándose una mano a la boca. Se encierra en el baño dando un portazo y la oímos gritar a través de la puerta.

—Nada mejor para no dar las cosas por sentadas que desbaratar los planes más minuciosos —opina Naaja sonriente—. Vamos, Siqiniq, ayúdame a extender la capa en la cama para que la vea en cuanto salga.

Obedezco encantado. Los demás están colocando fuera el altar tallado en madera con rosas malvas engarzadas, que se alzará en medio de la nieve frente a un camino cubierto de pétalos del mismo color. Las amigas de la familia le han regalado a Sialuk una capa preciosa, de color blanco, con capucha, y de una tela tan suave que resbala entre los dedos; por dentro está cubierta de pelo y es tan calentita que dan ganas de envolverse en ella y no soltarla.

Una vez la dejamos sobre la cama, al lado del vestido y las joyas familiares que se pondrá, me ausento un momento con la excusa de ver cómo le van las cosas a Seth.

Subo a la habitación donde él está y llamo con los nudillos antes de entrar.

Está guapísimo.

El negro del traje contrasta con sus ojos claros y con el cabello rubio. Está intentando hacerse el nudo de la corbata y parece nervioso. Shownu está frente a él, diciéndole que debería pasar la tela que tiene en la mano derecha por el hueco entre los otros dos extremos. Se equivoca. Me coloco frente a Seth y le quito la corbata.

—Déjame a mí —digo.

—Gracias a Dios. —Expulsa el aire contenido—. Llevamos como quince minutos intentándolo. Desactivar una bomba atómica es más sencillo.

Shownu se ríe a mi espalda y me mira mientras hago un nudo perfecto. He visto tantas veces repetir este gesto en Matthew que me lo sé de memoria. Le sacudo los hombros, aunque apenas tiene una pelusa, y después sonrío y lo abrazo con tal ímpetu que por poco lo ahogo.

SHOWKI 🐻❣️🐹 // Ad1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora