Dos

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Cuatro y cuarto de la tarde, alumbrada la habitación por el todavía bochornoso calor de los últimos días de agosto. Una joven de edad y estatura relativamente cortas, poseedora de cabellos alisados de un rubio ceniza, sentada en una silla. Ante ella; su escritorio repleto de libros con salpicaduras de óleo, un ordenador y una caja pintada de azul y verde. "M&S" eran las iniciales escritas en mayúscula sobre ella.

Tenía el mar pintado en la mirada, ahora mismo turbulento y agitado. Ese agua estaba a punto de desbordarse de sus ojos.

«Me cuesta tanto olvidarte...» susurré en un intento de retener una lágrima.

Apreté la caja de cartón con las yemas de mis dedos, sintiendo su tacto.

No tendría que haberme quedado con ella. Nunca fue una buena idea, debí de haberla rechazado, tendría que habérsela quedado él.

La observé, temerosa, pese al saber con exactitud lo que iba a encontrar dentro de ella. Inspiré y exhalé con fuerza, sintiendo un inevitable escalofrío recorrer toda mi espalda. Joder. Tragué con fuerza. Hoy, 4 de septiembre, el pasado iba a llamar a la puerta de nuevo.

Levanté tímidamente la tapa, dejando escapar una fragancia todavía retenida entre esas cuatro paredes de grueso papel. Inspiré con agridulce gusto. Miles de atardeceres eternos y de abrazos sin ropa se me vinieron a la cabeza de nuevo. Agrio verano.

Me atreví a sumergir mi mirada al fondo de aquella caja. Una base de confetti verde repleta de mini-barritas de Snickers y de caramelos duros. Encima de ellos había una taza blanca con una melancólica referencia a "Bajo la Misma Estrella" Sonreí ligeramente. Dentro de ella estaba todavía metido aquel collar, enredado entre sus propias cadenas. Colgaba de su extremo un pequeño corazón, bañado en purpurina turquesa. Todavía me acordaba de él. Me lo regaló en aquella feria primaveral.

—Uh, este collar combina perfectamente con tus ojos. Te lo compro.

Miré hacia otro lado, tratando de ocultar el rojo de mis mejillas—Me gusta, pero ya sabes que la purpurina no es lo mío.

Sonrió socarrón—¿Cómo que no? A ver, ven aquí. Verás como tengo razón—Abrochó el colgante alrededor de mi cuello y me observó, achinando ligeramente sus ojos de reptil—Te queda muy bien.

—¿De verdad?

—¿Alguna vez te mentiría yo?—susurró acercándose a mis labios.

En un extremo de la caja había un sobre con una docena de fotos dentro. Muy bien, esto iba a ser la masacre de mi corazón parte dos. Agité los dedos, nerviosa y con un repentino dolor estomacal. ¿De verdad tenía que hacer esto? ¿Me iba a servir de algo?

Miré por la ventana, ya casi estaba anocheciendo. Sí, tenía que hacerlo. Había que deshacerse de ello, de una vez por todas. Quemar el pasado sin quemarme a mí.

Saqué del sobre una de las primeras fotos. La primera foto: éramos uno, aunque apareciésemos los dos (o eso quise pensar en su momento) Michael era el que estaba sacando la foto, y yo, tímida ante la cámara, posaba con una ligera sonrisa. Ante nosotros había una botella de Coca-Cola vacía con una pajita azul dentro y una lata de Nestea. Inspiré, sintiendo un vacío en lo más hondo de mí. Di la vuelta a la foto y leí «Vamos a Mirarnos—Rels B» 

Madrid sur. Cinco y cuarto de la tarde del 18 de mayo pasado, exageradamente cálido. El sol atravesaba las cristaleras de aquella popular y amplia cafetería. En ellas se habían visto reflejadas todo tipo de miradas: melancólicas, curiosas y...hasta coquetas. Entre ellas, la mía. Me topaba casi todos los días con ellas, desde hacía tres meses.  

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