Sister's ∞ MercY

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En un pueblo sombrío y pobre, todos los habitantes sufrían de hambre y escasez. Era tan triste y lúgubre la vida allí, que si llegase un político de nuestros días a ofrecer promesas desproporcionadas y estúpidas como siempre hacen esa clase de "líderes" los pobres habitantes aceptarían.

Pero un día les llegaría un precioso rayo de luz, en forma de una chica adorable y hermosa. Un ángel caído según muchos testimonios encontrados.

Una Hermana dulce y adorable, de piel blanca y cabellos negros, con una actitud muy tierna y comprensiva. Su nombre era Honoka Yukishiro, y usaba un precioso y brillante hábito blanco inmaculado con bordes hechos de hilo de oro. Llegó como un ángel, y edificó su iglesia en aquel poblado. Llenó a los habitantes de lindas promesas de felicidad y salvación, pero lo mejor fue su mayor oferta.

—Si desean prosperidad, sólo vengan a mi iglesia y veneren al Dios verdadero, quién adora el té— Sonreía ampliamente, teniendo una de esas sonrisas que uno no puede negarles nada a su dueño. Incrédulo, el primer granjero en escucharla dudó un momento, pero la dulce señorita logró convencerlo con dulces palabras.

Lo llevó a su pequeña capilla, un lugar brillante y sagrado que era tranquilizante por sí mismo. Honoka sirvió el té, fragante y con mucho humo, y se sentó a rezar en una fiesta de té con el confundido campesino. Rezaba constantemente entre sorbos de la bebida, invitando al hombre a hacer lo mismo.

Tras un sonoro "Amén" de la chica, pudo por fin entablar la conversación sobre los deseos del campesino. Por fin en casi 20 minutos.

—Bueno, caballero, ¿Qué desearía usted para su vida?¿Qué es lo que su corazón anhela? Por haber tomado parte en la celebración del Señor, nuestro Salvador le concederá lo que su corazón anhele— Explicó ella, manteniendo su adorable expresión dulce y compasiva, terminando su taza de té y sirviéndose más de la dichosa bebida— ¿Quiere un poco más de té?

El granjero contestó afirmativamente casi al instante, ya que pensó que Dios lo haría más dichoso si bebía más té. Una lógica algo tonta, pero estamos hablando de un anciano pueblerino que aceptó tomar el té de la tarde con una monja salida de la nada. No hay que esperar demasiado de su razonamiento en ese instante preciso. Además, ¿Hay que recordar lo desesperados que estarían los pobladores de esos terribles parajes? A estas alturas están rogando por algo así y las condiciones extrañas no importan.

—Yo desearía poder prosperar en el campo, Hermana, y tener buenas cosechas. Hace años que no consigo casi nada. Ni siquiera me da para poder alimentarme correctamente a mí mismo— Confesó, a lo que Honoka soltó una risita infantil. Bebió rápidamente el contenido de su humeante taza, y dió por terminada la reunión con su inalterable expresión de calma y amabilidad. Qué jovencita más peculiar...
—Vaya en paz, buen hombre, y vea como su deseo se cumple. ¡Dios lo bendiga!— Exclamó, persignandose lentamente para darle chance al anciano de imitarla, cosa que hizo con algo de torpeza. Tras dejarlo salir, el hombre fue a su campo nuevamente,  hallando la cosecha más abundante que podría ver jamás. Ni el agricultor de la reserva de un palacio real podría esperar tal cosecha. Estaba lloviendo mucho, casi las gotas de agua podrían golpearlo, y estaban creciendo las cosechas casi en segundos lo que tardarían normalmente 4 años en germinar.

—¡Es un milagro! ¡El té es milagroso!— Gritó alegremente, y corrió por el pueblo a pregonar sobre la piedad de la Hermana como intermediaria de Cristo y como había acabado con la sequía. Lo humano y lo divino pasaban únicamente por sus manos, exclamaba, y todo el pueblo quería ir por una fiesta de té con la Hermana. Era una absoluta prioridad.

—¡Queremos también un milagro! ¡Queremos nuestros deseos!— A las puertas de aquella capilla, las gentes desesperadas del pueblo se amontonaban como una especie de turba. Tantas personas desnutridas y pobres, tratando de tirar la puerta de la iglesia. Un espectáculo triste y hasta patético, del que deberían existir fotografías.
—¡Claro que sí! Adoro ver cómo las almas en pena cooperan, así todos podrán ir al cielo— Honoka abrió las puertas, parándose tras el púlpito para recibir sus solicitudes. Obviamente con su taza de té llena hasta arriba al lado de su mano. Todo el mundo se preguntaba por qué la monja gustaría tanto del té, pero la Hermana Honoka sólo dijo con una sonrisa sus razones.

Side VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora