8. La no Elegida y la santa promiscua

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-¡Es hora de despertar bella durmiente!-exclamó mi compañera de cuarto

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-¡Es hora de despertar bella durmiente!-exclamó mi compañera de cuarto.

Ese grito me hizo despertar aturdida, asustada y confundida.

-*Ándante a la cresta Grace, déjame dormir.-refunfuñe.

-Adeline, cariño, ya tenemos que ir a trabajar.

Un momento, Grace siempre respondía con groserías, nunca con un "cariño". Abrí los ojos y en la penumbra vi a una chica de cabello castaño. Esa definitivamente no era Grace. Entonces lo recordé, ya no estaba en el orfanato, estaba en el castillo y mi compañera de cuarto ya no era mi mejor amiga Grace, si no que era una mucama unos pocos años mayor que ella, llamada Lucila.

Abrí un poquito la cortina de la ventana al lado de mi cama y solo vi la oscuridad de la noche.

-Lucy, ni siquiera ha amanecido.-refunfuñe somnolienta.

-Lo se, son las 5 AM, lo siento.-respondió Lucy-Tenemos que estar listos para atender a la familia real desde las 5:30, así que vístete y acompáñame a desayunar.

Me estiré doblando mi cuerpo y haciendo que todos los huesos de mi espalda tronaran. Me alisté, me puse el uniforme y coloqué un poco de maquillaje bajo mis ojos, no era algo que hiciera usualmente pero tenía unas ojeras inmensas que me hacían parecer una muerta viviente. Odiaba las mañanas.

Lucy me guio hacia la cocina/comedor. En el castillo había un ala que era prácticamente un edificio separado, solamente destinado para los trabajadores como los guardias, cocineros, cuidadores, criados y mucamas. En el ala para empleados, había un habitación inmensa que funcionaba como área común para cocinar y comer nuestras comidas. Yo saqué un delicioso pedazo de pan que había por encima y fui a comer lo más alejada de todos que pude, como buena asocial que era.

El resto del día fue aburrido y solitario. Me asignaron al área encargada de lavandería, otros mucamos y mucamas iban sacando la ropa, toallas, manteles y en general todas las telas que estuvieran sucias y las iban dejando en grandes cestos repartidos por el castillo. Mi deber era llevar los cestos a la lavandería ¿No suena difícil verdad? Pues para mi tampoco sonaba difícil, hasta que me di cuenta de dos cosas:

1.Los cestos estaban repleto y eran verdaderamente enormes ¿Cómo mierda usaban tanta ropa cuando eran tan pocas personas? Al parecer usaban un conjunto para desayunar, otro para la merienda, otro para la cena y así. Putos ricos.

2.Los cestos estaban escondidos. Los cestos los iban dejando en lugares escondidos del castillo para evitar que estén a la vista, porque ¿cómo se les podría ocurrir que el principe Austin viera ropa sucia? ¡Qué atroz, oye! Y para más remate, debía llevarlos por pasillos secretos hacia la lavandería para que nadie de la familia real viera la ropa sucia, y esos pasillos hacían el viaje con los pesados cestos, innecesariamente largo y cansados, solo porque la idea de que los putos reyes vieran sus propios calzoncillos con mierda, era como un sacrilegio.

La no Elegida y la luna de sangre (Libro 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora