Capítulo 1: El Recuerdo de un Joven Inocente

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La tierra, uno de los pocos puertos intergalácticos de donde zarpaban miles y miles de barcos espaciales al día. Los humanos habían logrado ir más allá de la simple luna y comenzaron a crecer como colonia lejos de su hogar. Planetas increíbles y variados por descubrir, cometas a la vuelta de la esquina y estrellas por doquier. Esa era la experiencia de poder subir a un navío intergaláctico, uno de los inventos más novedosos del siglo 23.

Como era de esperar, no tardo mucho para cuando algunos humanos comenzaron a usar este dispositivo de transporte único como método de robos. Los piratas espaciales dejaron de ser cuentos de ficción y se transformaron en una realidad. Algunos solo iban por ahí, robando cualquier otro navío sin protección que se encontrara por la zona, otros simplemente iban en busca de riquezas sin la necesidad de atacar a otros, buscaban tesoros en planetas inhóspitos para poder vivir.

No obstante, un grupo de piratas descubrió un poder absoluto en un planeta inhóspito, muy muy lejos del sistema solar. Una gran pierda preciosa de color verde que emitía un poder inimaginable. Junto a ella habían unas escrituras decían que, algún día, una persona digna de dicho poder nacerá para establecer un nuevo orden al mundo, los indignos que tocaran el poder de la piedra se sucumbirían en la mayor de las penas. El destino para quien dominara el poder absoluto era un reinado de maldad y el dolor. Aquellas personas que no eran dignas morían al instante de hacer contacto con dicha piedra, demostrando que quizás aquella leyenda terminaría siendo cierta.

Desde entonces, miles de piratas se embarcan en tal aventura sin importar los riesgos, únicamente con la esperanza de ser los portadores del poder para dominar toda la galaxia, bien sea bajo maldad o bondad.

Se dice que no existe la bondad en alguien que añora el poder pero ¿Es eso cierto del todo?


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-¡Aiden! ¡Apresúrate! - Una voz de un hombre de al menos 50 años llamo la atención del joven que se había quedado en medio de la habitación. El hombre era delgado, alto con una cabellera negra opaca corta. Tenía una piel blanca con el papel y sus ojos eran de un matiz marrón claro. - ¡No hay tiempo de jugar! ¡Debemos salir de aquí cuanto antes! - El joven se despertó de su ensimismamiento y recordó la situación en la que se encontraba.

Fuera de su hogar, se escuchaban retumbos que golpeaban cada cierto tiempo, cañones de energía asediaban la casa del joven, estos provenían de un barco intergaláctico cercano. Aquellos disparos los habrían destruido de no ser por el escudo especial que tenía la casa. Unos cuantos escombros cayeron del techo recordándole al joven que no había mucho tiempo antes de que aquel campo cediera por completo.

Aiden era un chico de 17 de piel de color avellanada, no muy alto, con su cabello envuelto en rizos finos del color de la madera, junto unas cuantas pecas en el puente de la nariz. Sus ojos azules denotaban un sinfín de ideas increíbles para el mundo, a pesar de ser una persona tímida, quería ser reconocido en un futuro. Este buscaba objetos de valor por toda su habitación que no permitiría que se fundieran por aquellos disparos. Entre el montón de objetos había una vieja caja que parecía ser de madera, esta reproducía un holograma que mostraba el majestuoso barco de su madre. Aiden vio un segundo aquel objeto y luego volvió la mirada hacia la ventana. La distancia entre el barco que los atacaba y la casa no era de más de un kilómetro de distancia, estarían ahí en breve. Pero lo que más le llamo la atención era que aquella embarcación ya la había visto.

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