Mage Slayer

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EN ALGUNA PARTE DE LOS CONTINENTES DEL SUR... PUEBLO DE LOS MINOTAUROS.


Había sido un buen funeral.

La atmósfera se mantuvo siempre a la altura de la solemnidad requerida, los actos ceremoniosos del entierro fueron llevados a cabo con el más alto grado de honor, e incluso el chamán que ofició los ritos había derramado unas cuantas lágrimas genuinas al momento de dar paso a la sepultura.

El ex jugador de Yggdrasil, conocido como El Sabio Minotauro Fanfarrón: había muerto. Sus restos ahora descansaban debajo de una pila de rocas de diez metros de alto, tal como lo dictaba la tradición del pueblo minotauro.

Aquél extraordinario ser que hacía muchos años había llegado desde otro mundo, que en vida había sido un individuo de carácter amable y accesible, y que había traído consigo invaluables aportes y propiciado grandes avances en la tecnología del Nuevo Mundo... al fin podía descansar en paz.

La muerte había recolectado su alma mientras dormía. El peso de los siglos le había traído repercusiones en el cuerpo, y a pesar de que la magia de regeneración le había impedido quedarse ciego y sordo, su vitalidad había terminado por agotarse con el paso del tiempo.

Su legado, no obstante; sería recordado por siempre. Sus hazañas como libertador de pueblos, sus enseñanzas como un hombre de ciencias, y sobre todo su liderazgo ejemplar, con el que siempre demostró anteponer el bien de los demás por encima del suyo propio.

Gracias a él, el pueblo minotauro había llegado a ser más próspero y seguro que nunca.

Apartados de los conflictos del resto del mundo, a los minotauros no les atañían los eventos que estaban desarrollándose en los reinos humanos del continente del norte.

Conocían la existencia del Rey Hechicero Ainz Ooal Gown, gracias a los rumores que algunos comerciantes y marinos les traían de tanto en tanto a sus territorios, pero no tenían intención de inmiscuirse en sus asuntos ni en los de ningún otro imperio o nación.

Eran un pueblo pacífico, y difícilmente sus ciudades podrían ser consideradas atractivas para los conquistadores, dado que siempre habían tenido especial cuidado en ocultar bien sus recursos y conocimientos.

Sin embargo, eso no significaba que fueran un pueblo indefenso.

Para empezar, estaban rodeados por otras naciones de demihumanos. Al Sur, en las faldas y en lo alto de una cadena montañosa, las arpías y los grifos se encargaban de proteger sus rutas y ríos en esa región.

Al Este, los licántropos y otros hombres bestia dominaban el bosque que delimitaba sus territorios.

Mientras que al Norte y al Oeste, la reina sirena y los druidas marinos vigilaban los accesos y perímetros del pueblo minotauro gracias a la bahía que delimitaba su costa.

Si a todo eso se le sumaban los sistemas de seguridad que el Sabio Minotauro había establecido en su territorio, eso colocaba al pueblo minotauro como una de las naciones con las defensas más férreas e inexpugnables de todo el mundo.

Aun la Teocracia Slane, con su fastuoso despliegue de Escrituras y sus numerosos ejércitos apoyados con mejoras mágicas; se metería en serios problemas si llegara a declararle la guerra a los minotauros.

Así y todo, en la actualidad muy pocos de los minotauros que existían eran conscientes de que la gloria de su pueblo no siempre había existido. Las nuevas generaciones daban por sentado que su raza era privilegiada por decreto de los dioses, no por los esfuerzos de un solo individuo.

Overlord: Asesino de MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora