Estrellas de Papel

Serendipia

Había sido mucho más fácil que encontrar una aguja en un pajar. Por que quien busca tarde o temprano encuentra y él había regresado a ese nostálgico mundo para buscar respuestas y en el momento menos esperado, lo encontró.

Después de su conversación con Seijirou Kikuoka y Argo "The Rat" en aquella cafetería en Ginza, su regreso a Underworld fue inminente. Casi inevitable. La situación actual de aquel mundo podría dar respuesta a algunos inexplicables sucesos que ocurrían en UR. Sin embargo, no todas las respuestas que buscaban eran sobre eso, sino también sobre lo que había ocurrido hacia unos días. En Underworld.

Alguien del exterior había logrado entrar en el mundo humano pasando totalmente desapercibido. Kikuoka le había contado todo lo que sabía, detalle a detalle, pero... nada parecía tener sentido. ¿Cómo había entrado? ¿Cómo había logrado evadir la seguridad de RATH? ¿A qué había ido? ¿Qué es lo que buscaba? Y lo más importante, ¿cómo había logrado salir de allí sin dejar rastro?

Kirito estaba casi seguro de que se trataba de la misma persona que le dio a Alice la dirección IP para entrar a Underworld. También sabía que él, o ella, tenía algo que ver con el incidente de UR y lo más aterrador, que podía estar relacionado con el fantasma de Akihiko Kayaba. ¿O acaso era él mismo Kayaba quién le estaba causando tantos problemas?

Sin duda, su viaje era necesario e importante, por eso se esforzaría para encontrar algo que le diera respuestas. Así que ahí estaban, en aquella gran torre blanca ubicada en el centro de Centoria. En Catedral Central, la base de la Orden de los Integrity Pilots.

Si bien Underworld había cambiado durante doscientos años, no solo desde el punto de vista del idioma sino también de su cultura, aquella torre que atravesaba el cielo azul seguía siendo la misma. Y aunque sus innumerables recuerdos se dispararon, despertando en él una fobia que pensó que había olvidado, decidió ingresar al recinto con ayuda de aquellas jóvenes caballeros que habían conocido.

Obviamente, los ciudadanos que habitaban esa vieja torre se habían reunido para darles la bienvenida. Él y Asuna seguían siendo "The Star King" y "The Star Queen", respectivamente. Era difícil de imaginar qué clase de conmoción había causado su regreso. Seguramente, los ciudadanos pensaban que se trataba de sus reencarnaciones. Y si algo podían notar en sus rostros, además de incertidumbre, era felicidad. En verdad, los residentes de Underworld estaban felices por su regreso y los miraban con cariño sincero. Eso era parte del legado que habían dejado treinta años atrás, antes de su "aparente" muerte, y era una prueba más de que habían protegido ese mundo durante doscientos años.

Y mientras más avanzaban, más gente comenzaba a rodearlos. Y no es que fuera precisamente una multitud, pero si eran más personas de las que Kirito acostumbraba a tratar. Además, la ola de preguntas no se había hecho esperar, provocando que comenzara a desesperarse.

Parecía que "The Star King" había hecho y decretado muchas cosas. Cosas que ciertamente no recordaba y que solo hacían que su dolor de cabeza aumentara. Y a pesar de necesitar tanto esas respuestas e información, la única idea coherente que cruzaba por su cabeza en esos momentos era que tenía que escapar.

Y debía hacerlo solo. Pues Asuna, aunque incómoda, lucía deslumbrante saludando a los aprendices de Catedral Central. Ella era una diosa. En toda la extensión de la palabra. Su sonrisa perfecta y, como siempre, su belleza mantenía atónitos e hipnotizados a sus espectadores.

De igual forma, la fuerza de Alice y la increíble leyenda, que todos recordaban sobre la antigua guerra de los dos mundos, era suficiente para que los nuevos caballeros estuviesen emocionados por su regreso.

Ellos eran los mensajeros que habían surgido del pasado y que abrirían el camino hacia el futuro. Sin embargo, Kirito aún necesitaba concebir lo que estaba escuchando. Necesitaba respirar. Y necesitaba hacerlo en ese momento.