Capítulo 6

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Vero bebía de su café mientras la mente se le vaciaba lentamente

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Vero bebía de su café mientras la mente se le vaciaba lentamente. Tras cada sorbo una de sus preocupaciones se iba... bueno, se escondían un poco para darle un poco de paz; eso es más exacto.

Tomó otra gota de maracuyá del platito frente a ella y antes de comerlo intentó pensar en si de hecho ya era una adicta como el pastelero le había pronosticado.

Hoy era el día en que los lirios debían llegar a casa de Montse y dado que Vero era incapaz de tocar uno y mantenerlo con vida, le pidió a Zoe que los comprase en una de las florerías vecinas a la suya y las llevara ella personalmente a la dirección correcta. Luego de dejar el encargo hecho caminó —no tomó el metro pese a que el recorrido no era precisamente corto— hasta Los pasteles de Noah solo por las gotitas de maracuyá en su mente. Era temprano pero por fortuna la pastelería ya estaba abierta y con los postres recién sacados del horno listos para ser vendidos.

Se ubicó en una de las mesas esquineras con la intención de estar sola por un buen rato; de lo que sucediera con los lirios dependería el futuro de su florería y en todo caso, de ella misma. Bebió otro sorbo de café y con el rabillo del ojo advirtió que una conocida figura entraba a la cafetería.

Zoe vestía un pantalón azul que combinaba con su bufanda; el verano era caluroso pero Zoe acompañaba su bufanda con una blusa sin mangas así que seguía fresca pese a todo. Llevaba en sus manos el ramo más lindo de lirios que pudo conseguir y no vio a Vero de inmediato. Saludó con familiaridad a la chica que atendía tras el mostrador y sin reparo alguno se metió por la puerta del fondo, la que solo permitía a personal del local.

Vero empezó a pensar en explicaciones pero no necesitó mucho tiempo pues casi al instante en que Zoe entró, salió riendo con el pastelero detrás, quien cargaba una bandeja con algo que Vero no alcanzó a detallar.

—Necesito armamento pesado —escuchó Vero de la voz Zoe.

—¿Conociste a alguien especial? —le preguntó el pastelero con familiaridad.

Zoe giró la cabeza antes de responder y reparó en Vero. Le sonrió al reconocerla y el pastelero también desvió la mirada a ella. Vero saludó con su mano, recordando entonces que Zoe le había mencionado que a veces hacía turnos en una pastelería del sector repostero.

El local estaba casi vacío, salvo por Vero y un anciano en una mesa lejana, así que no vio problema en hablar en voz alta desde su lugar en vez de acercarse a ellos.

—¿Es acá donde trabajas, Zoe?

—¡Sí! Que casualidad. ¿Qué haces acá? Esta pastelería está lejos de tu casa.

Vero miró su platito con solo una gota de maracuyá restante y se encogió de hombros, arrugando la frente de forma casi culpable.

—Vine a comer esto.

—¡Eres la del error garrafal! —exclamó Noah, reconociéndola. Luego se escuchó a sí mismo y se encogió en su lugar—. Lo siento, es que no sé tu nombre.

Las flores de Vero •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora