Capítulo 7

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Vero miraba el esqueleto de lo que había sido su tienda y se replanteaba qué haría ahora con su existencia

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Vero miraba el esqueleto de lo que había sido su tienda y se replanteaba qué haría ahora con su existencia.

Habían pasado ya cuatro días desde que descubrió que ni la intención cumplida de los lirios arreglaría algo y ya no tenía más opciones. No iba a comunicarse más con Henry porque había deducido que el problema con sus flores ya no tenía nada que ver con él, era lo más lógico dado que incluso con las cosas arregladas con Montse, todo seguía igual.

Faltaban solo diez días para que la renta de su local se cumpliera y cada hora era una cuenta regresiva que le decía cuándo debía renunciar por completo a su pasión de la vida. Si no podía tocar las flores, debería soltar su florería y buscar un trabajo que no tuviera nada que ver con plantas. Eso le dolía. Las estanterías ya vacías y limpias parecían mirarla de lejos y sonreírle con tristeza, como si les doliera la pronta separación pero no tanto como para impedirlo.

—Necesito saber qué hacer —dijo en voz alta. El sonido rebotó en las paredes vacías y sonó lúgubre—. No puedo solucionar un problema si no sé cuál es el problema.

Ya ni siquiera había flores muertas en su local así que no esperaba tampoco señal alguna de parte de ellas. Tomó su bolso y prefirió salir de ahí; llamó a Zoe esperando que tuviera un rato libre para ella y quedaron de verse en la pastelería de Noah, un punto medio entre la florería y el lugar a donde Zoe debía ir después.

Se encontraron allí cerca de las cinco de la tarde y pidieron té helado; no estaban de humor para el calor de un café.

—Ya no sé qué hacer —admitió Vero. Zoe la miraba con tristeza porque era la única que entendía las implicaciones reales de que las flores la odiaran—. Zoe, ¿qué voy a hacer? —Era una pregunta retórica—. Si no se arregla nada deberé entregar el local el mes que viene y tendré que vivir de otra cosa.

—Aún hay tiempo —dijo Zoe, aunque no estaba muy convencida—. Necesitamos buscar más caminos, más motivos para el enfado, y así buscaremos una solución.

Habían tomado asiento junto a la pared del fondo y en esa pared había una repisa de lado a lado donde Noah mantenía flores en varios jarrones para decorar el local. Vero de forma inconsciente alargó la mano para tocar el girasol pero a la vez que un frío se colaba en su brazo, este empezó a marchitarse, así que ella desistió. El girasol regresó a su erguida postura cuando Vero estuvo lejos.

—Es horrible. Me entra un frío espantoso cuando intento tocarlas, es como si les diera asco que yo me acercara.

Zoe miró el jarrón con tres girasoles y luego a Vero. Una idea se formó en su mente y aunque era algo simple y tonto, dadas las circunstancias no tenía muchas opciones y tampoco perdía nada intentando lo que fuera.

—Como... ¿físicamente? ¿Te da frío físicamente? ¿Cómo es lo normal? Sé que nunca hablas de tu conexión con las flores tal cuál es, pero tengo una idea. Y te guardaré el secreto.

Las flores de Vero •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora