Prólogo
Miraba aquel agujero negro, dónde pronto el ataúd con el cadáver de mi hermano estaría. No lloré cuando anunciaron la noticia, no grité ni hice algún escándalo que la gente normal haría ante esta situación.
Era un día como cualquier otro para mi. No voy a negar que apreciaba a Cristian, me cuido, ayudo, protegió y me brindo su amistad. Me dio una identidad para sobrevivir lejos de los peligros que conllevaba estar cerca de él y el apellido de nuestra maldita familia que lo único que hizo fue dejarnos desgracias.
Ahora él ya no estaba para protegerme. Debía alzar mis propios puños en defensa y reconstruir lo que dejó en cenizas. Asumir mi rol en todo esto y lo más importante aún, lo esencial para calmar el remordimiento de no haberlo visto durante años.... Cobrar venganza.
No me quedaría de brazos cruzados, viendo al asesino disfrutar de su libertad. No, claro que no. Lo que le hizo a mi hermano es un raspón comparado con lo que planeaba hacerle a esa desgraciada.
El cielo aparentemente nublado dejo caer las primeras gotas de agua, mojando el vestido negro con escote que traía puesto. No había llegado ni a caer la segunda gota cuando un paraguas se situó sobre mí.
----- No es necesario Esteban. Sólo es agua, no ácido. ---- expete fríamente.
Quizás él era el único ser humano que lograba entenderme a la perfeccion y sobre todo, aguantarme. No soy una persona fácil de sobrellevar.
---- Es mi deber cuidarla, ahora que el señor Cristian ha fallecido.
Esteban, un hombre que podría ser mi abuelo, pero no lo es, porque le pago por sus servivios, dijo ¿Que debía cuidarme?
Eleve una comisura de mis labios y a medio girar mi cabeza, le contesté.
---- No me hagas reír. ---- bufe. ---- Limitate a hacer bien tu trabajo que de mi vida me encargo yo.
Asintió desconforme.
No iba a quedarme toda la tarde allí, hay cosas más importantes que ver un muerto ser enterrado. Ese ya no era mi hermano, sólo era un pedazo de carne.
No valía la pena.
Por eso, girando sobre mis talones y dirigiéndome a la camioneta, tome una desicion.
---- Busquen a esa savandija insignificante. ----- ordené dedicándoles una mirada llena de frialdad a los guardias. ----- No permitan que llegue a los brazos de su hermano. Créanme, no querrán verme enojada si eso llega a ocurrir. ----- sentencie.
Definitivamente debía hacer un cambio urgente de personal. Los entrenamientos serán aún más peores, sólo los fuertes se quedarían a mi lado. Estando en una posible guerra contra el imperio narco más poderoso, había que tomar precauciones.
Aunque honestamente miedo no tenía. Lo que si tenía era un gran as bajo la manga. Angela Hotch, una famosa violinista, nadie sospecharia del ángel del país...
---- Un ángel, si como no. ---- gruñi. ---- Qué apodo más estúpido para una asesina que carga con miles de muertes.
----En todo caso, serías un ángel oscuro ¿No crees hermanita? ---- sonrió.
---- Soy una asesina, ni mas, ni menos. Déjate de pavadas y conduce rápido que llegaré tarde. ---- contesté.
Era un imbecil encantador. Que idiota ¿Cómo pudo morir tan indignamente?
Estando en silencio dentro del vehículo. Esteban, conducía. Cada tanto daba una mirada fugaz hacia el asiento trasero, asegurándose de que estuviera bien.
En toda mi vida, no recuerdo haber sonreído, llorado o en el peor de los casos.... Amado. Nunca amé a nadie, ni siquiera a Cristian, sangre de mi sangre, unidos por el destino incierto que un Zaratelli poseía. La familia maldita por una bruja hace milenios. Otorgandonos unos ojos verdes tan oscuros que si los miras por más de un minuto, te roban el alma.
Rumores, estúpidos rumores que crean la gente simple... Pero saco provecho de eso aveces.
Nadie más que Esteban se ha atrevido a mantenerme la mirada y eso es porque él fue quien me crió. ¿Porqué lo trato tan fríamente si es como un padre para mi? Para que sepa cuál es su lugar. No importa el aprecio que le tenga, él no es más que un extraño que decidió hacerce cargo de dos niños.
No les mentire diciéndoles que voy a salvar al mundo, no soy una heroína ¡Por favor! Si llegaron hasta aquí y piensan eso, los invito a leer desde el principio otra vez. Yo soy yo, blanco y negro, Ángel y demonio, Angela y Arabela.
Un Zaratelli, tortura.
Un Zaratelli, miente.
Un Zaratelli, no cae.
Un Zaratelli, mata.
Un Zaratelli.... No tiene piedad.