Puro

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Sabito levantó el tazón consigo y entró a la casa, asegurando la puerta con la madera que Urokodaki solía usar y se apoyó contra ella. Tragó duro y miró hacia abajo.

Esto no podía estar pasándole.

La suave y casi imperceptible esencia a mochi rebosado en matcha de Giyuu sin duda, era uno de sus placeres culpables, aquel y el mismo azabache en sí. Su mirada azulada ingenua y a la vez valerosa. Su piel suavemente lechosa, su respingada nariz y sus finos labios. Cada uno de sus oscuros cabellos. El descubierto que dejaba su yukata cada vez que acababa de darse un baño, la vista que le regalaba su desarreglado jinbei cuando aún seguía durmiendo. Sabito sintió como el calor en su estómago bajo se expandía cada vez más y entendió lo estúpido que fue recordar aquello.

Aún con su cuerpo tomando más temperatura, Sabito agarró el tazón de Giyuu y se encargó de lavar los trastes sucios. Su respiración se tornaba errática con el pasar de los segundos y no pudo evitar apoyar sus caderas contra el mueble, un suspiro salió con fuerza.

Su celo debía llegar dentro de dos meses, esto no tendría porqué pasar.

Rogándole a los dioses para que Giyuu estuviera dormido, Sabito se secó las manos en su propia ropa y apagó la lámpara de aceite que iluminaba el cuarto principal para poder dirigirse al dormitorio.

Quizás, lo último que esperó en esa situación, fue aquello. La oleada de una dulce esencia atisbó sus narices, y Sabito cerró los ojos ante el golpe de calor que aprisionó a su entrepierna. Giyuu permanecía boca abajo, inmóvil, y sin hacer sonido alguno más que su tranquila respiración. El alfa sintió su corazón golpear con aún más fuerza contra su pecho, y sus orbes lavanda se oscurecieron al mismo tiempo que examinaba el estado de su amigo.

Esto no tenía sentido.

Sabito se restregó una mano por el rostro, sintiendo como el sudor se hacía presente en su frente y caminó hasta su propio futón donde descansaba su ropa de dormir. Cada roce con sus piernas acabó por hacerlo apretar los dientes en un intento de reprimir cualquier sonido, y lo había logrado. Apagó la lámpara de aceite y se acostó de una vez en el futón.

La luz de la luna que atravesaba la ventana era lo único que lo mantenía con los ojos clavados en el techo. El alfa separó un poco las piernas y trató de regular su respiración. Quería saltar por la ventana y correr al río para aliviarse, como mínimo, sin embargo, esa era unas cosas que Urokodaki específicamente le había dicho que no debía hacer.

Tal vez, podría salir y aliviarse de la manera más convencional lo suficientemente lejos de Giyuu, aunque la posibilidad de hallar algún demonio errante terminaba sí o sí en los cálculos, tal vez--

—Hm... —la cabeza de Sabito se giró con el mayor de los sigilos y observó el bulto que formaba el cuerpo de Giyuu sobre la cama... moviéndose.

La cara del menor estaba cubierta por su almohada mientras que su cuerpo se frotaba en un lento vaivén contra el futón.

—Ah...  

Sabito contrajo las piernas involuntariamente en el momento en que se sintió endurecerse bajo la ropa.

—¿Yuu?

El azabache detuvo todo movimiento, y Sabito no pudo pensar en otra cosa que quitar las sabanas de encima suyo. Cuando sus pasos resonaron en la madera del piso, el alfa observó como el menor se giraba en posición fetal, escondiendo su rostro bajo las sábanas. El mayor se arrodilló junto Giyuu y su mano se posó en los cabellos sobresalientes del ojiazul.

—¿Estás bien, Yuu?

El cuerpo de Giyuu se removió apenas debajo de las sabanas.

—Tengo... miedo, Sabito —su voz salió débil, casi en un susurro—. ¿P-Por qué me está pasando esto?

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2020 ⏰

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❛La Impureza de los Nobles Corazones ❜ | SabiGiyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora